Capítulo 34

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Un año después...

Las hojas de los grandes árboles ya empezaban a caer sobre el húmedo césped de aquel gran campo en el que muchos pacientes del centro psiquiátrico salían a pasear una o dos veces al día.

El otoño ya había llegado desde hace algunas semanas avisando que el frío invierno llegaría hasta nosotros con pronta rapidez; razón por la que debíamos mantenernos bien abrigados.

Y junto con todo aquel clima grisáceo y helado, me encontraba yo recostada sobre el verde césped mirando directamente hacia el pequeño rayo de sol que se asomaba entre las nubes.

Ya casi cumplía un año de haber sido ingresada a este lugar, sabía que aún me quedaban nueve años más de condena por lo que no debía apresurarme a anhelar estar afuera, por el contrario; mi meta a seguir era obtener los mejores resultados con respecto a mi estado mental.

Estado que poco a poco iba mejorando gracias a la medicación y a las terapias psicoterapeuticas a las que asistía cada día, en las horas de la mañana.

-¿Has escuchado el sonido de la campana, Jennie? - Preguntó una de las enfermeras.

-¿Eh? -

-¿No escuchaste el sonido de la campana? -

Ella sonrió.

- Debe haber sido muy interesante aquel pensamiento que te llevaba tan distraída -

-Lo siento, estaba un poco perdida en mis pensamientos; pero iré a la cafetería de inmediato -

La campana que según, acababa de sonar era aquella que nós avisaba a todos que la hora del almuerzo había llegado, por lo que debíamos dirigirnos hacia la cafetería.

Claro está, que esto simplemente podíamos hacerlo los pacientes que aún contábamos con algo de lucidez en nuestras mentes; por ejemplo, los pacientes con depresión, trastornos de personalidad leves y algunos cuantos declarados con trastorno antisocial, estos últimos eran los llamados psicópatas en potencia.

El asunto era que desde que había ingresado al centro asistencial y penitenciario, yo me había asegurado de mantenerme alejada de cualquier otro paciente. Socializaba de vez en cuando con las enfermeras y con algunos niños que se encontraban en el ala B cuando me ofrecía como voluntaria, para ayudarlos a tomar un baño o ayudarles a pasar un rato agradable jugando a las muñecas o a los carritos de carreras.

-¡Hoy he obtenido un poco más de fideos! -

Escuché decir a uno de los pacientes que se encontraba sentado en una de las primeras mesas.

Sonreí, todas estas personas aquí parecían muy felices cuando se trataba de la hora de la comida; por lo menos eran capaces de olvidar que estaban siendo atormentados por una enfermedad mental que los había traído hasta aquí.

Seguí caminando entonces, tomé una bandeja y me formé en la fila para obtener mi almuerzo; opté por comer un poco de cada cosa que había allí servido, ya que definitivamente quería probar todo.

Sujeté fuerte la bandeja de comida y me abrí paso hacia una de las mesas más vacías, allí donde solían sentarse dos señoras de unos cuarenta y tantos años que aparentemente llevaban el mismo trastorno que yo.

Tomé asiento, saludé a ambas mujeres ofreciéndoles una sonrisa para luego simplemente empezar a comer haciendo caso omiso de cualquiera que estuviese a mi alrededor.

-¡Eh! ¡Tú, niña! - Levanté la mirada hacia un par de chicas que aparentaban casi la misma edad que yo tenía.

-¿Puedo ayudarles en algo? - Añadí.

-¿Tú eres una de las treinta chicas que fueron abusadas sexualmente por ese Kim Nam Joon? - Preguntó una de ellas, señalando directamente hacia el televisor.

Obligandote a Amarme  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora