En esa mañana me encontraba de camino a la cafetería, llevaba los audífonos en mis oídos mientras reproducía la lista de canciones que solía escuchar en modo aleatorio cada vez que salía a caminar en la calle. Mi madre siempre me molestaba con eso, ella se preguntaba cuál era la razón por la que yo siempre salía a la calle con los audífonos en mis oídos.
Pero ella no tenía ni la más mínima idea de que tal vez ella y mi padre tenían que ver con dicho comportamiento extraño, ese mismo que había comenzado a presentar luego de su separación. Para ser más clara, ese extraño hábito empezó luego de que a causa del divorcio de mis padres, yo sintiera la necesidad de esconderme de las severas e injustas críticas de las personas a mí alrededor.
Dejé de creer en cada persona que me rodeaba, viví atormentada por el chismorreo de las vecinas y las burlas de mis compañeros de clase; pero con el tiempo, a medida que me hacía mayor, logré percatarme que no solamente ese comportamiento extraño residía en mí; sino que además de eso, note una agradable sensación cada vez que veía a otras personas padecer algún tipo de dolor.
No importaba si se trataba de dolor físico o emocional, cualquier persona que estuviese dentro de mi rango de odio me causaba satisfacción con su sufrimiento; por otro lado, había dejado de sentirme culpable de mis malas acciones, el miedo era algo que empezaba incluso a ser parte del pasado mientras que yo me convencía de que era totalmente un monstruo en potencia.
-Maldita sea, que frio hace – Dije para mí misma mientras frotaba mis manos una contra la otra intentando calentarlas.
Me disponía a cruzar la calle, un par de ancianos también estaban dispuestos a hacerlo; incluso estaba segura de que esperaban que les ofreciera mi ayuda para cruzar, pero lamentablemente yo no era de esas personas, ni siquiera estaba segura si yo era una persona por lo que no había razón alguna por la que debía ofrecer mi ayuda.
Suspiré entonces, agite mi cabello y me percaté de que el semáforo había cambiado de color verde a rojo. Escondí las manos en los bolsillos de mi abrigo y procedí a dar el primer paso hacia la carretera cuando escuché su voz justamente detrás de mí.
-¡¿Necesitan de mi ayuda, abuelitos?! – Voltee mi cabeza en dirección de aquella voz, y efectivamente era Min YoonGi.
Él lucía unos pantalones de jean blanco, llevaba una camiseta a juego junto con un abrigo negro el cual resaltaba su personalidad; su cabello incluso lucía lo necesariamente arreglado como para salir a la calle. Y sí, por ultimo teníamos que agregar esa preciosa sonrisa que atraía la atención de cualquier chica joven que caminaba por la acera.
-¡Oh! ¡¿Jennie?! – Añadió él como si no estuviese seguro de quien tenía en frente.
-Hola… - Agregué con una media sonrisa.
-¿Me ayudas? – Preguntó haciendo referencia al par de ancianos, por lo que yo asentí y me apresuré a tomar el brazo de uno de ellos.
No estando contenta por lo que me encontraba haciendo, seguí caminando en medio de la calle mientras ayudaba a aquel anciano a cruzar la calle. Cuando logramos llegar al otro lado, YoonGi parecía sentirse bastante feliz luego de ayudar al par de viejos; yo rodé los ojos y me dispuse a alejarme de allí antes de ser invitada a ayudar a alguien más.
-¡¿Ya te vas?! – Preguntó YoonGi sujetando mi brazo con la intención de detener mi marcha.
-Sí, es que tengo que llegar al trabajo –
Luego de aquellas palabras ese maldito chico volvió a sonreír haciendo que mi corazón se acelerara; supe en ese entonces que algo malo estaba sucediendo conmigo.
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Obligandote a Amarme
Fanfiction¿Has escuchado aquello que dicen sobre que el amor puede convertirse en una obsesión? Pues sencillamente eso es lo que me sucedió a mi; durante días y noches enteras pasé de la etapa simple de enamoramiento, a convertirme en una psicótica obsesiona...