You're My Blood Sweat & Tears | BTS

X - Benificios de ser la seis

NA MI

—Maldita sea. 

Cogí una almohada para pegarmela en la cara. Miré el reloj que estaba al lado de mi cama y eran las seis. ¡Ya es de día! ¿Qué es esto? ¡Significa que no he podido dormir!

—¡Aaah! ¡Mierda!  —grité dándole patada a todas las almohadas y la manta. Estoy estresada ahora por la falta de sueño.

Lo que me pasa es que cada vez que cierro los ojos veo a Yoon Gi. ¡Y no sé por qué! Solo le veo a él. Y cada vez que abro los ojos me imagino a las otras concubinas estrangulandome. Me están estrangulando porque del doce mágicamente me volví la seis.  

¡Dios! Cerré los ojos tratando de dormir cuando sonó de nuevo el reloj de la mansión concubina. Me tapé con la manta cuando Su Yeon entró de repente. 

—¡Buenos días señorita! —dijo ella contenta. Me levanté y la grité. 

—¡No hay nada bueno en el día! —grité y se echó para atrás. 

—¡Omo! ¡Tiene unas ojeras enormes! —dijo acercándose. 

—No he podido dormir. Aaah —dije llorosa y sentó en mi cama. 

—No estará acostumbrada en su nuevo dormitorio. Yo también soy así —dijo ella— Venga señorita. Voy a enseñarle algo para que se alegre el día. 

Ella cogió mi mano y me jaló. Me enseñó toda la habitación, el nuevo vestidor que contiene cientos de ropas, una habitación llena de zapatos y etcetera. Normalmente estaría saltando de la alegría pero ahora estoy extremadamente preocupada. ¿Qué me va a pasar? ¿Y si me traigo unas paraguas por si me tiran comida? 

Fui obligada a cambiarme porque el reloj de la mansión concubina sonó por segunda vez. El reloj sonó por cuarta vez y seguía sin poder bajar. Estoy estresada para lo que está apunto de pasar.

—Su Yeon... creo que no podré ir abajo a desayunar —dije mientras ella estaba dándole de comer al perro.

—Señorita, ¿de verdad es usted? ¡Usted la mujer más valiente que he conocido! Y no solo eso usted también la más apática e insensible. ¡Usted puede con ellas!

Ya estaba bien con la de más valiente pero tuvo que añadir lo de más apática e insensible. Me de la vuelta y salí de la habitación.

—¡Señorita espera! ¡Su número! —gritó alcanzándome. Me puso mi número y lo miré. Seis eh.

Me dirigí al ascensor y recé mientras bajaba. Llegué en la puerta de la gran sala y suspiré. 

—Dios ayúdame por favor... —murmuré y abrí la puerta.