XX

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—¿Estai lista?.— me preguntó la Gabi tocando la puerta.

—No hueóna, aún meo.

—Apúrate po.

—Aún me sorprende que hayas gastado de tu plata en ésta hueá. —dije limpiándome la panocha.

—No es una "hueá", es justo y necesario.

Me lavé las manos, salí y le pasé el test limpio a mi amiga.

—¿Que dice?.— dije con la cara detrás de mis manos mientras me movía como ahueoná.

—¡No hay bendición!.— me gritó, tiró el test a la chucha y me abrazó.

No la abracé de vuelta, aún tenía miedo.

—¿Y si el test de embarazo se equivocó?.— se alejó agarrándome de los hombros. —¿Que otra explicación hay que esté vomitando desde el carrete?.

—Vamos al hospital.

—¡No quiero ir al ginecólogo!.

—¡No ahueoná! Vamos para que te revisen si hay alguna infección o algo.

—No, no quiero.

—¿Querí que le vaya a decir al Lucas que va a ser papá?.

—Ya vamos culiá, vamos al hospital.

—Bajame el tonito que aquí la culiá no soy yo.

Shit.

Salimos de la casa de la Gabi para encaminarnos al hospital.

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—Viejo culiáo.

—Ya oh, no te piquí.

—Pero no me dejó entrar con vo po. ¿Que te dijo?.

—Que efectivamente estaba con una infección al estomago e hiciera dieta blanda. Casi me desmayé cuando me dijo eso.

—Yo quería ser la madrina.— dijo con puchero y la miré mal. —Te estoy huebiando oh.

—Ti istiy hiibiindi oh. Que estresante todo esto.

—Lo bueno es que eran puros rollos po. Sentemonos un rato.

Nos sentamos en unas bancas, conversamos un rato de mi miedo a quedar preñada y de la vida.

La Gabi suspiró.

—Ay amiga. Que tení mala cuea.— dijo abrazándome.

—Sí.

—Que lindo tu poleron.— dijo un voz para mi reconocible y sarcástica.

—Puuta la hueá.— susurró la Gabi.

—¿Es tuyo?.

—No.

Antes de ir a comprar el test de embarazo pasamos a cambiarnos ropa y mis polerones que son poquitos se estaban lavando, hacía frío y el Diego me prestó uno suyo.

—¿Entonces de quién es?.

—Deja de hacerle preguntas hueón, ella no te tiene que andar dando explicaciones.

—¡Vo callate culiá!.— se acercó bruscamente a mi amiga y ella se asustó.

—Sale conchetumare, con la Gabriela no.— lo empujé.

—Entonces po, responde.

—Es del Diego, y yo no te tengo que andar dando explicaciones, no somos nada aparte de ex.

—¿Hueón, cuando vai a parar de omitir y mentir?.— dijo enojado mirándome.

—No he omitido ni mentido.

—¿Vo creí que yo soy hueón? ¿Tu creí que no te he visto entrar todos los días a la casa del Diego? Cuando me llamaste estabai con él, después del colegio te vai con él, hasta los fines de semanas veo que estai ahí. ¿Me vai a negar que estai pololeando con ese culiáo?.

—Sí...— su mirada inspiraba dolor y me lo traspasó a mí. —Te lo voy a negar, por que no tenemos nada, ahora somos solo amigos. Y Lucas, en serio que me tení más que chata con tus hueás ¡cortala! Déjame tranquila, nunca imaginé llegar al punto en el que te tendría que pedir que te alejes de mí, lo único que me traes son problemas.

—¿Y porque siempre vai a su casa?.— preguntó chato.

—En mi casa tenía problemas, muchos problemas, el día que terminamos te fui a preguntar si podía quedarme en tu casa pero ni siquiera me abriste la puerta. Si hubieras dejado tu orgullo de lado, ésta historia sería muy diferente.

Miró el suelo y vi como se le cayó una lágrima, se la limpió rápidamente, se dio vuelta y se fue sin decir nada más.

—Ya, tranquila.— me dijo la Gabi y me abrazó.

Lloré de la pura rabia.

Lucas

Soy uno de los hueónes tontos que piensa que si un hombre llora es ser maricón.

Soy hueón en estos momentos, no solo por llorar también por dejar que mis celos y rabia se apoderen de mí y le eche mierda a la Daniela.

Iba caminando y tratando con todas mis fuerzas que no se me salieran más lágrimas pero vi al Diego salir de su casa, mirar a las bancas y decidir ir a ese lugar.

—¿Donde vai culiáo?.— le di un leve empujón.

—Y que te importa a ti.

—Dime po.

—Voy a ver como está la Dani, porque supongo que tu fuiste el que la dejó llorando ahí po.

—Que sabí vo conchetumare.— lo volví a empujar.

—Sale ahueonáo, no me toquí. No hay que conocerte pa cachar que siempre te andai mandando cagás.

—No te metai con ella ni conmigo.— lo agarré del cuello del poleron.

Dije ésa hueá de puro picao.

—No es mi culpa que tu hayas dejado pal pico a la Daniela.

—Igual ya se acostó conmigo, así que anda con ésa culiá.— pasé por al lado aparentando que no me importaba.

Pero en realidad me arrepentía a cagar de lo que había dicho.

—¡Enfermo culiáo!.— me tocó un hombro dándome vuelta y me pegó un combo supremo.

Al tiro sentí como bajaba la sangre de mi nariz.




juju :0 espero les guste mucho

Hueón, Me EncantaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora