[Capítulo 22]

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Maratón 3/5

-¿Tienen reservación? -preguntó la recepcionista.

-Si, está a nombre de Alvarado.

-A ver déjeme revisar. -Respondió mirando el monitor de su compitadora- Si, aquí están. Les toca la habitación 215.

Después de entregarnos las tarjetas para abrir las puertas les entregamos nuestras valijas al botones.

Como teníamos dos días de descanso antes de que arrancara toda locura, decidí disfrutar de las comodidades del hotel, después de instalarnos, bajé al primer piso donde era el área de entretenimiento.

-Buenas tarde señorita. -Dijo una joven acercándose a mí.

-Quería saber si está disponible un baño de hidromasaje y un masaje descontracturante.

-Si, pase por aquí. -Dijo dándose vuelta y haciendo que la siguiera.

Llegué a un pequeño cuarto con un hidromasaje, luego de que se retirara, me quite la ropa, la guardé dentro de un bolso pequeño y me sumergí en el agua.

Durante cuarenta minutos dejé que el agua me relajara, necesitaba un momento de paz antes de que explotara la bomba de mi relación con Estefan.

Estaba vagando por Saturno cuando alguien golpeo la puerta.  

-Señorita Green, ya es turno de su masaje.

-Gracias. -Respondí poniéndome una bata.

Salí del hidromasaje y me encamine al sector donde había una camilla.

-Bien, ponte cómoda, ¿Te hiciste alguna vez masajes?

-Si. -Contesté poniéndome boca abajo y la chica me cubría el cuerpo con una manta para que guardara calor en lo que ella se preparaba.

Cuando comenzó, pude sentir como las tensiones de dos semanas desaparecían.

Cuando termine con mi sesión de spa, me cambié y volví a subir a mi habitación. Al entrar me encontré que Estefan no estaba, de seguro habría ido a la pileta climatizada.

Como no quería molestarlo y no quería que la tensión se volviera a acumular en mi por lo menos en algún rato, bajé a la parte del comedor.

Ingresé al enorme comedor en el cual había varias personas y después de servirme un café y unos macarrones de frambuesa y almendra me senté en una de las mesas a tomar mi merienda.

Estaba concentrada respondiendo un mensaje a mi hermana, cuando una risa masculina sonó a mi espalda. Era la risa de Estefan, si bien no lo hacía muy seguido en las pocas que lo había escuchado era suficiente para reconocerlo.

-Es como yo te digo, todos aquí están sobrevalorados. -La mujer era francesa debido a su acento.

-Lo sé, pero es algo en lo que yo no puedo hacer mucho. -Contestó riendo de nuevo.

Me quedé de piedra, rogándole a Dios por que no me reconociera. Pero no tuve suerte ya que en menos de lo que canta un gallo, los tenía a ambos a mi lado. A un Estefan sorprendido y a una mujer algo molesta por que había dejado de ser el centro de atención.  

-Maite, ¿Qué haces aquí? -preguntó con evidente sorpresa separándose de la morocha.

-Pues luego de que acabé con mi sesión de spa, vine a merendar algo. Pero ya termine así que ya me retiro al cuarto a seguir trabajando. Que disfruten de la tarde. -Digo evitando verlos a la cara.

-Voy contigo. -Intenta seguirme, pero lo freno, lo que menos quería era que me viera llorar.

-No, quedese, en serio, no hace falta que venga.

-Pero...

-Pero nada señor Alvarado. Quedese, yo me ocuparé de mi trabajo.

Y lo dejé allí plantado, con la mujer colgándose una vez más de su brazo arrastrándolo hacía la mesa donde se servía el refrigerio.

Subí al cuarto e inmediatamente después de que cerrara la puerta, me lanzé sobre la cama y dejé que las lágrimas salieran junto al dolor. Si bien no lo amo a Estefan, si me está empezando a gustar, por más que lo niegue y el verlo con otras mujeres hace que duela. Sé que no debo involucrarme pues ambos sabemos que es algo temporal. Ojalá el año se pase rápido. Luego de sacar todo lo que tenía acumulado, me entré a bañar.

Mientras estaba en la ducha, escuché que la puerta de la habitación se abrió y a los pocos segundos volvió a cerrarse.

Salí de la ducha envuelta en un toallon. Como no tenía ganas de verlo, prendí la tele, busqué un canal que estuviera en mi idioma y me comencé a vestir.

Cuando se hizo la hora de la cena, la puerta se abrió y por ella entró Estefan.

-Maite. -Dijo.

Lo miré, pero no respondí, volví a concentrarme en la tele.

-Vamos, es hora de cenar.

Me levanté de la cama y lo seguí en silencio.

Durante toda la cena me dediqué a mi comida y a conversar como si nada hubiese pasado.

Contrato con un demonio.® Parte I,✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora