[Capítulo 32]

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Llegué al último escalón y fui en busca de Estefan. Fui al estudio, pero al ver que estaba vacío, me encaminé a la  biblioteca. Al entrar lo encontré allí subido a una gran escalera.

-¿Qué haces allí arriba? -le pregunto mientras me acerco.

-Estoy buscando un libro. Antes del viaje me mostraste cual era tu preferido, ahora quiero mostrarte el mío.

Cuando descendió de la escalera, tenía un pequeño libro en sus manos.

-¿Utopia?

-Si, mi madre me lo regaló unos meses antes de que falleciera. Desde entonces pasó a ser mi favorito ya que son los pocos recuerdos que me quedaron de ella.

Comencé a recordar la conversación que tuve con Marcela.

-¿Por qué no hablas con con tu madre? dale una oportunidad. -En lo que llevaba de conocerla resultó ser una buena persona. Por lo que había hablado hoy con ella, no quería ocupar el espacio de la madre de Estefan, solo quería que la aceptara. Él no sabía que cuando llegaban a su casa ella y su padre discutían por las comparaciones que hacía con su propio hijo.

-Eso ni lo sueñes. Esa mujer y yo no tenemos nada de que hablar.

-Estefan, por favor, escucha. Ella...

-No Maite, ella nada, por favor no te metas en algo que no es tu problema.

-Está bien. Pero debes saber que ella solo quiere lo mejor para ti. -Digo y sin más me alejo de allí dejándolo solo.

Salí al jardín y fui derecho a la fuente, allí era el único lugar en el que me sentía a gusto cuando necesitaba pensar. Comencé a pensar en mis padres y la suerte que tengo de tener a los padres de Analia. Ellos jamás quisieron ocupar el lugar de mis padres, al contrario, me dejaron mi espacio y siempre me apoyaron.

Estaba metida en mis pensamientos, cuando unos pasos resonaron en el semento.

-Maite.

Levanté la vista y vi que me tendió un abrigo.

-Gracias. -Contesté tomando el abrigo y pasándolo sobre los hombros.

-¿Podemos hablar? -pregunta tomando asiento a mi lado.

Después de un prolongado silencio incómodo, decidí hablar.

-Dime, te escucho.

-Quería pedirte disculpas por como te hablé en la biblioteca. -Dice sin levantar la vista.

-Está bien, no debí pedir que hablaras con Marcela.

-La verdad es que me quedé pensando en lo que me dijiste.

-Pues... Es que es la verdad. -Digo mirándolo por primera vez- Tú eres el único que no quiere ver lo buena persona que es debido a que tienes rencor hacia tu padre por las comparaciones.

-¿Qué quieres decir? -preguntó mirándome directamente a los ojos.

-Hoy durante la reunión estuvimos hablando. Creerme cuando te digo que ella es una buena mujer y que no desea ocupar el lugar que no le pertenece, solo quiere estar ahí para ti y tu hermano.

-No sé cariño. -Dice rehusando a creerlo.

-¿Te enteraste cuantas veces fueron las que ella ha discutido con tu padre defendiéndote?

-¿Cómo? ¿Defenderme? ¿De qué hablas? -pregunta incrédulo.

-Pues que cada vez que tu padre te ha comparado con Fernando, ella salió a defenderte alegando que eras tan buen hijo como el suyo propio, que por estar tan encerrado en su dolor por la perdida de tu madre no estaba viendo en el hombre que te estabas convirtiendo.

-Igual, jamas la veré como mi madre. Ese lugar no lo ocupará nadie.

-Nadie puede llenar ese espacio. Creerme, yo mejor que nadie lo entiende ya que perdí a ambos, pero si puedes hacele un hueco. -Estefan se me quedó mirando en silencio.

-Verás, cuando los perdí, sentí que todo mi mundo se derrumbaba y los padres de Analia decidieron tener mi custodia hasta con una futura adopción. Cuando se la otorgaron, me dieron mi espacio, pues debía pasar el duelo y adaptarme a una nueva familia.

-¿No te obligaron como mi padre a decirles Mamá y papá?

-No y no hablaba mucho de hecho, pues pensaba como tú, que si comenzaba a formar un vínculo con ellos, ocuparían el lugar de mis padres. El tiempo pasó y la perdida comenzó a ser más llevadera. Comencé a tratar con los padres de Ana cada vez más, es decir, ellos comenzaron a ganar mi confianza un poco dada vez. Con el correr de los años entendí que lo que ellos querían era estar ahí para mi, como Marcela contigo y no ocupar el lugar de mis padres, después de un tiempo les hice un hueco en mi vida y un día, recuerdo que estaba por ir a la escuela y de la nada les traté como mamá y papá, recuerdo que mi madre comenzó a llorar de la emoción y mi padre solo sonreía.

-¿Analia que dijo cuando los trataste como padres?

-Dijo que me había tardado mucho. -Ambos reímos.

-¿Tú dices que no es tarde para hacerle un espacio a Marcela?

-Jamás es tarde, solo lo es cuando perdemos a la persona. Haceme caso, habla con ella y hazle un espacio, vas a ver como las cosas se empiezan a acomodar.

-No te puedo prometer que lo lograré, pero si intentarlo.

-Con que lo intentes me es suficiente.

Contrato con un demonio.® Parte I,✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora