Mi mayor tesoro

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La mañana siguiente, Serena se movía relajada y dormía en la cama, algo que nunca había hecho desde que llego a esa ciudad.

― ¿Por qué esta tan suave mi cama? ―Se preguntó aun dormida. ―Debe ser que extraño mi hogar. ―Hablo y siguió durmiendo moviéndose entre aquellas suaves sabanas.

Y momento después se percató que no estaba con su hijo, se levantó sorprendida de estar en un lugar extraño, pero era algo en lo que siempre había deseado hacer realidad.

― ¿Estaré soñando? ― Abrió los ojos, se levantó de la cama, observando la hermosa decoración de la habitación.

Se acercó a la ventana en la que vio aquel mar tan azul, había un hermoso amanecer frente a ella.

― Si esto es un sueño que nadie me despierte. ­―Decía ilusionada recibiendo cada rayo de sol; la brisa movía su cabello, se sentía libre de sus penas.

― Qué bueno que despertaste. ― Seiya entro interrumpiéndole aquella ilusión soñadora.

―Sí, me siento feliz― Sonrió suspirando con los ojos cerrados.

Hasta que se dio cuenta que el chico estaba en la puerta de su habitación con una bandeja del desayuno.

Serena se asustó mucho de descubrir a aquel hombre y se acorralo:

― ¿Quién eres y que hago aquí contigo? ¿Acaso me drogaste y me trajiste para acostarte conmigo? ― Sus nervios la hicieron hablar como loca.

― ¡Oye cálmate!, yo sería incapaz de algo así, solo te quise ayudar después de que casi te arroyo con mi auto anoche. ―Seiya.

― Es cierto. ¿Pero porque estoy aquí? ―Serena pensó.

― Te desmayaste al verme, seguro fue por la impresión del susto o de conocerme.

―No es así, ¡seguro me impacte que casi muero! ―Dijo algo enojada.

―Por favor discúlpame por mi imprudencia, en cuanto te vi que te desmayabas no dudé en auxiliarte.

―Bueno, pues te agradezco tu hospitalidad, pero ya debo irme a mi casa. ― Tomo sus cosas para cambiarse en el baño.

―Espera, primero come este delicioso desayuno que yo mismo te prepare, si quieres puedes darte un baño, aquí te dejo una toalla y algo de ropa que fui a comparte hace un rato, espero te quede.

―Gracias.

Seiya sonrió y se fue para no incomodarla más, mientras que la chica se quedó anonadada con aquel gesto gentil de ese desconocido. Saco de la bolsa un hermoso vestido rosa parecidos a los que usaba en casa, muy formal y adecuado para ella, eso la hizo sonreír abrazándolo.

Se fue a bañar, después se arregló como en sus días de universidad, solo se puso la gorra que traía con la que se cubrió la noche anterior, encima el suéter. Bajo a la sala donde estaba el chico revisando algunas de sus cosas para irse a trabajar.

―Hola

―Hola de nuevo, que bueno que ya estás bien, si quieres puedes sentarte.

―Solo escucha, te agradezco todo lo que hiciste por mí, pero ya es hora de que regrese a casa, te devolveré este vestido en cuanto llegue.

― ¡Oye no seas así! no lo aceptare, fue mi culpa que te sucediera eso y solo quise ayudarte.

― Sé que fue algo gentil de tu parte, pero no quiero nada que no provenga de mi propio esfuerzo.

― Te lo pido, no te pongas en ese plan, más bien si quieres te llevo a tu casa.

― ¡No es necesario! ―Dijo un poco nerviosa.

Simplemente tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora