CAPITULO 1

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Regina Blake hija del 7mo conde de Wartonn con 18 años, fue presentada a la gran sociedad Londinense hace algunos unos meses, pero su padre acababa de morir por lo cual se había apartado de los eventos sociales y con esto le había quitado la debutante preferida a los caballeros y una gran competencia en el riguroso y cada vez más difícil mercado matrimonial a las madres con hijas casaderas, su hermano el nuevo conde de Wartonn apenas tenía doce años y se encontraba en Eton, él había insistido en quedarse a su lado más tiempo después de la muerte de su padre, pero ella insistió en que no debía dejar el colegio en aquel tiempo y debía de prepararse para tomar sus obligaciones cuando creciera más ,este aceptó a regañadientes , de eso ya habían pasado 3 meses y 4 desde la muerte de su padre no iba a negar que extrañaba demasiado a su padre, él y su hermano eran lo único que ella tenía, bueno y a su institutriz Prudence a ella la quería como una hermana pues era su única amiga .

Regina había perdido a su madre cuando cumplió los 8 años, esta murió debido a una epidemia que se desató en un pequeño pueblo al norte de Hampshire al ir a visitar a unos parientes, ella al verse enferma prefirió quedarse en aquel lugar y mandó a su pequeña hija de regreso a Nueva Hampshire a la propiedad de su amado esposo.

Regina aún recordaba cuando su padre la vio llegar sola sin más que la compañía del cochero, un hombre bastante mayor, recordaba a la perfección las facciones en el rostro del conde mientras leía una carta que ella acababa de entregarle, una carta que su madre le había entregado diciendo: «debes darle esto a tu padre y solo a el Reggie, no olvides que te amo tú y Edward son lo más bello que pude recibir en esta vida»

Ella sabía que algo iba mal, pero no pudo preguntar, vio como su padre cambiaba aquel semblante tan radiante que siempre llevaba impregnado, por uno de inmensa tristeza cada vez más profundo a medida que leía aquella carta.

Logró ver como sus bellos ojos parecían perder lentamente el brillo, un brillo que jamás recuperaría por completo por más tiempo que pasase.

Después de aquello ella ya no supo más, se había contagiado irremediablemente, fueron semanas muy difíciles, pero al parecer la enfermedad no estaba muy arraigada en su infantil cuerpo.

Cuando pudo recobrar la conciencia completamente ya habían pasado un par de semanas y su madre ya había dejado de existir, se había enterado de este suceso por casualidad.

Las doncellas no son muy discretas cuando creen que los niños están dormidos.

Ella no pudo evitar ir al despacho de su padre a preguntarle si era cierto, una parte de su conciencia le decía «si es cierto tu madre está muerta» pero había otra que aun quería albergar esperanzas de que tal vez, solo tal vez había escuchado mal, un pequeño malentendido producto de el letargo que aún sentía o que las doncellas se equivocaron, solo su padre le diría la verdad, solo a él le creería.

Sentia los ojos inundados de lágrimas, sentía las piernas pesadas, pero a la vez temblorosas. Debido a su delicado estado de salud no camino demasiado ya que diviso una luz irradiando desde el despacho de su padre, lo encontró sentado en aquel imponente sofá al lado de la chimenea tomando whisky mientras tenía la «carta» en sus manos, jamás olvidaría la expresión de su rostro: tristeza, dolor, angustia por un futuro incierto, rabia por no haber podido evitarlo.
Por no haber estado con su amada en sus últimos suspiros de vida, por haberla perdido irremediablemente, ella deseo salir de la habitación sin ser vista por su padre, pero hizo un ligero ruido con la puerta y atrajo la atención de su padre a ella, aún recordaba las palabras exactas como si no hubiesen pasado ya tantos años desde aquello.

—Regina — habló con delicadeza — no deberías estar levantada, aún no te has recuperado.

— Papá — dijo en susurros con la voz entrecortada, no quería preguntar, no quería hacerle daño, pero un impulso le gano. Quería saber sobre su madre— es verdad... —intento decir —mamá a... — no podía decirlo, una cosa era escuchar los cuchicheos de las doncellas, pensar en ello pero otra era decirlo, si ella lo decía se sentiría tan real que tal vez no podría soportarlo.

¿Un Viejo Vizconde? O ¿Un Guapo Libertino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora