Especial 1

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Una tarde de otoño, una pequeña y joven francesa había llegado a Londres, en busca de lo que nunca pudo conseguir en casa.

La felicidad.

Su vida no había sido demasiado feliz, su familia había sido extremadamente pobre y disconforme.

Era tan francesa como el nacer en dicho lugar le otorgaba, su madre era Escocesa y su padre Ingles, tenía alguna vena Francesa en alguna parte de la familia o eso repetían sus padres, pese a ello su forma de hablar no le haría a pensar a nadie sobre el lugar en el que ella se había criado.
Aquello sin duda se lo debía a sus padres, había obtenido algo de ellos al menos.

Ella había crecido por su cuenta, a sus dieciocho años había tenido un sueño. Ir lejos. Empezar de nuevo, ser otra persona.

Así lo había hecho. Sus recursos limitados no fueron algo que le impidieran soñar y luchar por ello.

Había trabajado en Francia hasta juntar dinero para subirse a un barco mercante, no era un asiento cómodo, ni si quiera era capaz de catalogarlo así, pero para ella aquella sensación fue lo más liberal y divertido que hubiese experimentado.

Desde el momento en el que llegó a Inglaterra lo decidió, su nombre cambiaria, debía de ser lindo, decidido y tenía que poseer clase, eso creyó.

Con aquellos pensamientos finales había decidido dejar enterrada a Jolie.
Nunca volvería a ser la pobre Jolie, o la infeliz Jolie, o la trabajadora Jolie.

Ahora sería feliz y encantadora, sería una nueva versión de sí.

Muchas veces había soñado miles de escenas y futuros posibles para sí misma. Anhelaba el amor, la diversión y la protección que solo una familia te puede brindar.

Ella sabía que era un poco fantasioso creer que encontraría al caballero de sus sueños, y que este se enamoraría perdidamente de ella, un caballero perfecto no era más que algo idealista, pero no por eso dejaba de pensar en aquel sueño de infancia de vez en cuando.

Pese a su pasado, pese a la dura realidad en la que había crecido, una en la que los sueños se desbarataban rápidamente, aun así algunos de esos ilusorios y dulces sueños lograban hacerla sonreír de rato en rato.

Pese a todo jamás había dejado de ser una soñadora.

Aunque aquellas fueran sus palabras, sus primeras noches en Londres no fueron fáciles.
En especial para una joven pobre, extranjera y sobre todo sola.

Había conseguido pagarse las primeras noches en una posada de poca monta, mientras conseguía trabajo en algún lugar.

Más aun así nada parecía idóneo.
Tal vez había soñado demasiado de Londres, o había pensado demasiado bien de sí misma. Ningún príncipe le había profesado amor eterno, claro si es que no consideraba a los hombres de más de cincuenta años borrachos en la taberna que buscaban aprovecharse de cualquiera.

No conseguía un trabajo que fuera diferente al que ya había tenido en Francia, no quería eso para ella nuevamente.

En algún lugar lo oyó.
Las damas de compañía francesas son lo último, había oído decir a una doncella en algún mercadillo.

Ella era francesa.
Ella era mujer.
Ella podía ser una dama de compañía con clase.

Nadie había educado de más a Jolie, pero ella ya no era aquella desgarbada e infeliz muchacha.

Ahora era una joven distinta, decidida, y vibrante.
Tendría clase y si no, se esforzaría por conseguirlo.

Por los siguientes días se la paso gastando su dinero tan decorosa mente como fuese posible, abasteciéndose de una comida al día. De un sabor indistinguible, pero lo suficientemente amplia como para saciar su hambre por completo.

¿Un Viejo Vizconde? O ¿Un Guapo Libertino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora