—Cavender ¿qué haces aquí?, te imaginaba muy ocupado en tu despacho — preguntó Francis alejándose del grupo que hasta hace unos instantes habían sido sus compañeros de juego.
—Muy gracioso—contestó secamente, al parecer su suerte no mejoraba en lo absoluto.
— ¿Quieres empezar una partida de póquer?—Preguntó con una sonrisa ladina inundando su rostro — después de todo, siempre viene bien tener a alguien extra a quien desplumar.
— ¿Qué te hace pensar que podrías ganarme? — inquirió frunciendo el ceño.
—Oh, pero si es la señorita Brown — dijo con sorpresa, causando que su amigo voltease con premura a ver en dirección a la calle. Descubriendo que no había nadie allí más que un miembro del club, ingresando.
—Eres un...
—No, ahórrate lo que ya sabemos. Que ya lo eh escuchado de muchas personas —añadió con jovialidad —¿te unes a la partida? —preguntó divertido.
Al final había terminado por marcharse del club, viendo la espantosa cara de incredulidad y satisfacción cubriendo el rostro de su amigo, si es que podía considerarlo de esa manera.
Ahora que el club quedaba descartado como lugar de entretenimiento, de momento lo único que le quedaba era ir a la fábrica y ver cómo iban las cosas.
Había escuchado de ciertos problemas que surgirían, aunque no solo para él. La situación de Francia distaba mucho de ser perfecta desde la caída de Napoleón y la restauración en el trono de Luis XVIII junto a la posterior muerte de este hace ya un año. La situación era meramente viable para las personas con cierta posición. Hasta el momento él no había tenido inconvenientes, pero la burguesía local estaba empezando a ponerse nerviosa, había escuchado hablar sobre la antigua revolución que se dio en su momento. La aristocracia parecía temer que algo así volviera a suceder. Aunque aun así, lo disfrazaban bastante bien con fiestas llenas de fastuosidad y opulencia.
Ni siquiera aquel tema tan inquietante, podía hacer desaparecer de su mente a aquella mujer.
Regina... Cuanto ansiaba su presencia. Nunca se imaginó en tal situación.
El anhelando la compañía de una dama... Vaya que estaba mal. Comprendía el porqué de las burlas de Francis.
Si alguien se lo hubiera dicho, el no habría dudado en burlarse de aquella persona y asegurarle que él no estaría en aquella situación nunca.
Probablemente si su madre y su hermana lo vieran así, o aún peor sus otros amigos supieran de su situación no dudarían ni un segundo en divertirse a costa suya. Aunque estaba seguro de que Francis estaría maravillado de contarles todo aquello con bastante detalle apenas tuviese oportunidad.
Debía estar pensando demasiado en ella, demasiado anhelo podía ser malo. Había escuchado que muchos perdían la cabeza y el no deseaba incluirse en aquel grupo. Aunque al parecer ya estaba empezando con los primeros síntomas. Las alucinaciones.
Porque eso debía ser.
De lo contrario que haría alguien tan respetable como Regina saliendo de un edificio acompañada por un hombre, sola.
Quiso acercarse y quitar las dudas de su mente con rapidez. Más la poca cordura y paciencia que le quedaba le indico que no era lo correcto. Pues ¿qué podía decir? ¿Porque habría de reclamarle?
No podía hacer ninguna de aquellas cosas por más que lo deseara, él y Regina. No, él y la señorita Brown no tenían nada que los uniera. No tenían ningún compromiso. Ella podía hablar con cualquier caballero y él no tendría derecho alguno de interponerse a ello.
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¿Un Viejo Vizconde? O ¿Un Guapo Libertino?
Historische RomaneRegina solo desea alejarse de Londres después de la pérdida de su padre, Regina piensa que el campo es el lugar ideal, ella descubrirá que después de todo necesita un cambio más drástico ¿que tal viajar a Francia? ¿Porque no? Todo antes de que aquel...