CAPITULO 35

3.2K 334 48
                                    

¿Quién se creía aquel niño?

Porque eso era para él, un infante prepotente con aires de suficiencia por saberse poseedor de un título que aún no era capaz de reclamar.

Un pequeñajo lo había ridiculizado.
Lo había manejado a su antojo.
¿Quién se creía que era para hacerle eso a él?

El que era importante. El que era respetado por la sociedad.

Y lo peor de toda aquella humillante situación, era que no había podido hacer nada para evitarlo.

Lo había subestimado.

Había subestimado lo que pudieran hacer contra él.

No volvería a cometer aquel desliz.

Por culpa de ello ahora se encontraba sentado en un carruaje de regreso a Londres, sin ver a su futura vizcondesa.

Pero antes de irse...

— ¡Alto! — exclamó fuertemente, mientras golpeaba con su bastón la parte superior del carruaje, produciendo un sonido bastante estridente en el interior.

Ante aquello, el carruaje se detuvo.
Más el cochero no se bajó del vehículo a ayudarlo, ya que aún no había recibido órdenes de hacerlo.

— Muchacho llévame hacia la casa del administrador — ordenó con fiereza, dejando claro que no aceptaría ninguna negativa o el intento de esta de ninguna manera.

— Si, mi Lord — contestó de manera sumisa. Aquel noble era alguien de temer con sólo darle una mirada.
Cualquiera con algo de sentido común se daría cuenta de aquello.
Sus ojos demostraban fiereza, la que poseería cualquier depredador que no sentiría el más mínimo remordimiento por arrebatarle a alguien cualquier objeto que considerase suyo.
Si algo lo atraía era suyo, de una u otra manera siempre conseguía lo que quería, fuera de buena manera o no.

Nueve minutos más tarde ya se encontraban frente a una casa lo suficientemente grande para destacar demasiado si estuviese cerca de la casa de algún arrendatario. Pero aun así lo suficiente pequeña y sencilla para ser dejada fácilmente en el olvido si la comprabas con la mansión de los Blake, con Wartonn House.

La carroza se detuvo y el cochero se apresuró a bajar, sin ánimos de empeorar el ya de por si adusto sentido del humor de aquel caballero.

Una vez este se hayo bajo el vehículo, y avanzó unos cortos pasos dirigiéndose a la entrada de la propiedad.

El aire que los recubría pareció aligerarse. Algo que fue un gran alivio para el pobre conductor que empezaba a reprocharse por haber tomado el turno de su amigo.

— Lord Tompred, el señor Brooks lo espera en su despacho — señalo la única sirvienta se la propiedad, indicándole el camino a seguir. Aunque ambos supieran que eso no era necesario, ya que era un camino que ya conocía de memoria. Uno que había recorrido desde la muerte de su querido amigo.

— Lord Tompred, es un placer verlo nuevamente — comentó el señor Brooks con aparente jovialidad, dejando la comodidad de su escritorio para acercarse al noble.

— Lo mismo digo Brooks — respondió con un ligero mejoró en su humor, casi imperceptible pero lo suficientemente bueno como para que el ambiente no se tornará demasiado tenso. — deberíamos...

— Si, lo siento. Chelsea déjanos solos — ordenó a la mujer que se hallaba aun esperando en la entrada, esta siguió la orden y desapareció de la estancia con rapidez.

— Ahora si Brooks, creo que tenemos muchas cosas de las cuales hablar — comentó el vizconde sentándose en uno de los sofás que se encontraban en la instancia, resistiéndose a sentarse en el asiento del despacho solo por el hecho de que no lo encontraba lo suficientemente bueno para él.

¿Un Viejo Vizconde? O ¿Un Guapo Libertino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora