CAPITULO 12

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—Regina, al fin llegas —murmuró Federik a modo de saludo, al ver a la joven ingresar acompañada por su reciente doncella.

—Ah, sí fui a ver la exposición —respondió ella saliendo de sus cavilaciones, regresar caminando a casa le había dado el tiempo necesario para controlarse un poco.

—Debiste esperarme—contestó el acercándose a ella —es muy peligroso salir sola en un lugar nuevo Regina.

—Tienes razón tendré más cuidado —respondió ella sorprendiéndolo, ya que francamente no hubiese esperado que ese tipo de respuesta saliera de los labios de su pequeña prima. Ella normalmente habría dicho «Vamos Federik, que me puede pasar en una exposición» o « tú y Pru se preocupan demasiado, no me pasará nada» —si me disculpas no me siento demasiado bien así que subiré a tomar una siesta —añadió para después pasarlo de largo y subir las escaleras camino a su habitación.

Dejando a un sorprendido Federik, incapaz de comprender lo que estaba pasando.

— ¿Le paso algo? —le preguntó a Merry antes de que esta pudiese escapar de la escena camino a sus aposentos—está actuando extraño.

—No señor —respondió la muchacha —creo que es debido a la muchedumbre, debió de agitarse mucho.

—Está bien, puedes retirarte —le indicó a la joven doncella, al darse cuenta que no sabía nada. Pudo ver reflejado el alivio en el rostro de la joven, no le quedó duda que ella pensó que el la echaría a la calle. Cosa que no haría, en primer lugar el ni siquiera era el encargado de pagarle por lo cual no tenía el derecho y por otro lado no le haría eso a una joven que ya había tenido bastante de despidos injustos.

Pero estaba seguro de que algo había sucedido, de lo contrario ¿porque Regina iría con un solo guante puesto? Dudaba que eso fuera la moda actual.

Decidió dejar sus interrogantes para contestarlas después.

Se dirigió directo al pequeño despacho que había en la casa y se dispuso hacer algo que el consideraba su deber.

No sabía si era lo correcto pero, esta podía ser la única salida que tenían para que Regina no tuviera que casarse con alguno de esos pomposos aristócratas.

...

¿Qué estaba haciendo?
Encerrarse en su habitación no le ayudaría a olvidar.

«Olvidar»

Que pasaba si ella no quería olvidar. Que pasaba si ella ansiaba revivir una y otra vez todo aquello.

Si quería aún más de lo que ya había obtenido.
No sabía el que, pero quería más de ello.

¿Qué le estaba pasando?
Que cosas estaba empezando a pensar, a anhelar.

¿Porque se estaba volviendo egoísta?

Su deber era casarse con un caballero con título con el cual se sintiera cómoda. Un caballero que cuidara, protegiera y enseñará a su pequeño hermano como ser un conde. Uno que les brindará la protección de su apellido.
Pero, aun sabiendo que eso es lo que debía hacer, porque cuando pensaba en ello la hacía entristecer.

Empezaba a preguntarse ¿porque casarse con un pomposo aristócrata? cuando podía tener a su lado a alguien como el señor Cavender.

Sospechaba que aunque lo intentara, jamás dejaría de comparar a cada posible candidato con el señor Cavender.

No dejaría de encontrarles defectos, en los que antes no habría reparado.

Pero debía dejar de pensar en aquello. Suponía qué el señor Cavender no tendría los mismos pensamientos que ella.

¿Un Viejo Vizconde? O ¿Un Guapo Libertino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora