— ¡Regina! —exclamó fuertemente Prudence Brown. Al ver a su querida amiga picarse el dedo con la aguja del bordado por tercera vez esa tarde y no inmutarse.
—Oh, ¿qué paso? —preguntó saliendo de su ensoñación.
—Tu dedo querida— dijo la joven, pero al ver la confusión en el rostro de Regina se vio obligada a señalar— está sangrando.
—Es cierto, no me había percatado —murmuró de manera tonta.
— ¿Te pasa algo Regina?— preguntó Pru dejando su bordado en el olvido, dispuesta a saber que era lo que sucedía.
—No, no me pasa nada. ¿Qué debería pasarme? Solo estoy algo distraída—aseguro con nerviosismo.
—Algo, diría que es mucho más que algo—escudriño —desde que regresamos haz estado diferente. Te tropezaste un par de veces, estuviste leyendo un libro al revés por más de dos horas y ahora llevas pinchándote el dedo tres veces, sin inmutarte ni siquiera un poco. Creo que estas más que distraída.
—Tienes razón, estoy un poco más que distraída — admitió con resignación.
—Si algo te aqueja estaré gustosa de poder ayudarte—ofreció de manera maternal.
—Lo sé, yo de verdad necesito hablar de esto con alguien —admitió, en toda la tarde no había hecho más que repasar lo ocurrido una y otra vez.
—De acuerdo soy toda oídos.
—No quisiera hablarlo aquí —dijo Regina algo nerviosa, viendo en dirección a la puerta. Pues temía que su primo o alguno de los tres sirvientes que mantenían la casa pudiesen oír su conversación— vayamos a mi habitación.
—Está bien —accedió Pru siguiéndole camino arriba. Era poco común en Regina mostrarse tan reservada y misteriosa. Si bien no era una persona que mostraba libremente sus preocupaciones, tampoco era una que se pusiese tan nerviosa.
Era extraño, pero lo mejor sería no preguntar demasiado. Dejaría que ella contase lo que estuviese preparada para decir.
Cuando entraron a la habitación. Lo primero que hizo la joven fue dar vueltas nerviosamente. No sabiendo bien cómo explicar todo. Estaba confundida, insegura y se sentía bastante culpable por lo que había hecho.
Aunque cada vez que pensaba en aquel beso no podía dejar de suspirar como una cabeza hueca.
—Regina, ¿quisieras contarme? — preguntó Pru, consciente que si ella no empezaba tal vez la joven no encontraría el valor para hacerlo.
—Sí, bueno yo. No sé qué me pasa Pru —comentó deteniéndose en medio de la habitación — ¿alguna vez has sentido amor?—preguntó de repente sorprendido a la joven, con aquella inesperada pregunta.
—Depende del tipo de amor al que te refieras.
—Me refiero al gustar, al amor que existe entre un hombre y una mujer ¿alguna vez lo has sentido?—pregunto esperanzada de encontrar un consejo.
—No puedo evitar mencionar que tu pregunta me sorprende —respondió poniéndose de pie — si bien no lo eh sentido, eh conocido personas que si lo han experimentado.
—Ya veo...
—Haz conocido a alguien ¿verdad? —preguntó con una sonrisa llena de comprensión.
—Puede que sí...
—Ven— dijo señalando el tocador — te cepillarse el cabello.
Ante aquello Regina solo pudo asentir.—Puedo preguntar ¿quién es el caballero?
—El señor Cavender —dijo en apenas un susurro, como si pronunciar aquel apellido quemase sus labios.
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¿Un Viejo Vizconde? O ¿Un Guapo Libertino?
Historical FictionRegina solo desea alejarse de Londres después de la pérdida de su padre, Regina piensa que el campo es el lugar ideal, ella descubrirá que después de todo necesita un cambio más drástico ¿que tal viajar a Francia? ¿Porque no? Todo antes de que aquel...