4. HISOKA

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El viento agitaba las cortinas blancas y livianas hacia el interior de la habitación a oscuras y traía el fresco olor a lluvia que flotaba en el aire. Hisoka tuvo que correr bastantes paños flameantes hasta encontrar el borde y poder salir al balcón a través de la puerta ventana abierta.

La noche era oscura, las estrellas se veían más grandes y brillantes que de costumbre. Le resultó raro, parecía que iba a llover; el aroma a lluvia era inconfundible. Y además estaba el viento, que agitaba su cabello con fuerza.

—Ya llovió hace rato, lo que queda son los ecos ―explicó la figura oscura de Chrollo, apoyada sobre la baranda del balcón y dándole la espalda―. No podemos escaparnos de los ecos.

La figura se dio vuelta. Chrollo, todo vestido de negro, se acercó hacia donde estaba Hisoka. Sus ojos, que brillaban como dos luces blancas incandescentes, le daban un aspecto fantasmagórico e irreal.

―Chrollo, tus ojos... ―dijo Hisoka en cuanto Chrollo se detuvo a unos dos metros.

―Ah, esto. Es por las estrellas. Hoy están muy brillantes y me llené de estrellas ―contestó Chrollo. Extendió su brazo hacia el cielo y apuntó a las estrellas―. ¿Ves?

Hisoka levantó la cabeza, pero en vez de estrellas sólo pudo ver un cielo rojizo y cubierto con nubes oscuras que se movían a gran velocidad sobre su cabeza. Una tormenta que cambiaba, se arremolinaba y desplegaba toda la variedad posible de destellos rojos y anaranjados, que se filtraban por entre los nubarrones oscuros.

―Ah, sí. Es hora de pelear ―dijo Chrollo.

La voz de Chrollo lo distrajo del espectáculo de nubes. En cuanto bajó la cabeza para mirarlo notó que ya no estaban en el balcón de su piso en el Coliseo del Cielo, sino en las montañas donde Chrollo había sido abandonado luego de quedar anulado por la restricción de Kurapika.

La luz rojiza iluminaba todo el ambiente, que ya no era claro y fresco, sino pesado y húmedo. Hisoka intentó dar un paso pero se dio cuenta de que no podía moverse. El suelo a sus pies estaba cubierto por un barro espeso y pesado que parecía pegamento. Una incipiente pero intensa sensación de temor empezó a apoderarse de su cuerpo, al mismo tiempo que miraba a Chrollo, parado a tres metros enfrente suyo; sonreía con maldad y lo miraba fijo, esta vez con sus ojos comunes.

El viento arremolinó el clásico tapado negro con cuello de piel. En el instante en que Chrollo levantó los brazos, unos inmensos y poderosos peces carnívoros de Nen aparecieron flotando en el aire y se lanzaron de inmediato hacia donde estaba Hisoka.

Hisoka trató de gritar, pero no le salía ningún sonido. Apenas podía mover los brazos, desesperado, para tratar de sacarse los peces de encima y que poco a poco devoraban pedazos de su cuerpo, sin que sintiera ningún dolor.

Trató de utilizar su poder Nen "Bungee Gum", pero no apareció nada. Tampoco pudo hacer aparecer ninguna de sus cartas para poder lanzarlas hacia los peces como cuchillos. Solo podía agitarse desesperado, sin poder moverse del lugar de donde estaba.

Vio cómo sus pies se hundían cada vez más en el barro, o mejor dicho, cómo un círculo de suelo bajo sus pies bajaba despacio y creaba un pozo en el cual él mismo descendía junto con el suelo. A medida que se hundía, vio a Chrollo reír por sobre su cabeza. Intentó extender una mano para agarrarlo, pero uno de los peces le arrancó el brazo entero y se lo llevó a su amo. Chrollo tomó el brazo sangrante de Hisoka y lo sostuvo frente a sí. De la parte mutilada, comenzó a salir un río de sangre, un chorro tan ancho como el brazo, que llenaba el pozo en donde se hundía Hisoka como si fuera una gran canilla.

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora