16 - REGRESO - parte 3

282 30 5
                                    


Llegó finalmente la noche de la pelea. Chrollo no asistió; esperaba ansioso en el living, con el televisor apagado. En cualquier momento podrían llamar a la puerta para avisarle que Hisoka había muerto y debía desocupar el departamento en veinticuatro horas, o bien sería Hisoka quien entrara victorioso. Respiró con alivio al escuchar las llaves en la puerta de entrada. Se levantó de inmediato para recibirlo con una gran sonrisa. Hisoka pareció sorprendido de ver a Chrollo tan contento.

―¿Te preocupaste? ―preguntó Hisoka con ternura, mientras le acariciaba la mejilla.

Chrollo se quedó inmóvil, conmovido por el gesto espontáneo. Se dio cuenta de cuánto extrañaba sus muestras de cariño. Un doloroso nudo en la garganta le impidió contestarle.

―No deberías preocuparte —continuó Hisoka. Su voz se tornó fría—. Yo siempre gano, vos mismo lo dijiste, ¿te acordás? —su sonrisa se disolvió en una expresión dura y triste mientras retiraba la mano.

Chrollo no pudo soportar esa mirada y lo abrazó con fuerza. Hisoka lanzó un gruñido de dolor. Con suavidad pero con firmeza separó los brazos de Chrollo de su cintura.

―Me duele. Recién me curó Machi. Tengo que descansar —dijo, mientras lo alejaba.

Dio media vuelta y enfiló para su cuarto. Chrollo dudó unos instantes y luego lo siguió. Antes de que pudiese cerrar la puerta, lo detuvo sujetándolo del brazo.

―No, esta vez voy a acompañarte. No pienso quedarme afuera por horas sin saber si estás bien o mal. No voy a molestar, te lo prometo; sólo me recuesto a tu lado y listo.

Hisoka frunció el ceño. Por un momento pareció dudar. Luego sujetó la mano de Chrollo y la quitó de su brazo. Le respondió en el mismo tono frío e impersonal.

―El tema es que yo no quiero que estés conmigo. No te preocupes, si necesito algo te aviso, igual que hacíamos antes —lo apartó a un lado y se encerró en su cuarto.

Chrollo escuchó el sonido de la llave. Perplejo, se quedó inmóvil frente a la puerta cerrada. Había confiado en que el enojo se le pasaría después de la pelea, que el vacío al cual lo había sometido esos dos días interminables, terminaría una vez que hubiese volcado su furia en su oponente. Pero Hisoka volvió y nada había cambiado. El calor de la caricia no había hecho más que ilusionarlo, la tibieza efímera volvió más doloroso aún el desplante.

—Hisoka... —golpeó con su puño la puerta.

Apretó los dientes y no dijo más. Esta vez no iba a hacer el ridículo de hablarle a una puerta. Percibió unos ruidos del otro lado. Retuvo la respiración, expectante; ya imaginaba el sonido de la llave al destrabar la puerta. Pero eso tampoco sucedió; lo único que escuchó fueron las voces del televisor al encenderse. Dio un paso atrás con el corazón agitado y los puños apretados. Frustrado, lanzó una patada contra la puerta.

—¡Abrí! ¡Dejame entrar! —gritó.

Del otro lado subieron de volumen las voces y los disparos de la película de acción.

—¡Morite, idiota! —gritó Chrollo con una última patada.

Dio media vuelta y regresó a paso rápido a su propio cuarto. El portazo resonó en toda la estancia. Caminó por la habitación mientras hablaba consigo mismo; lo abrumaba pensar que Hisoka pudiera llevar tan lejos su enojo. Dolorosos recuerdos y pensamientos martilleaban en su cabeza. No sabía qué le dolía más, si la decepción, el orgullo herido o quizás su propia debilidad por haberlo perdonado con tanta facilidad. Después de todo, él había sufrido muchas más pérdidas y vergüenza que Hisoka.

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora