14. LA TORMENTA - parte 1

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Quince días después del episodio en el bar, Hisoka llegó al departamento temprano en la noche. Al no encontrar a Chrollo en ninguno de los espacios comunes, se dirigió a su cuarto. Por suerte la puerta estaba abierta. Entró y fue directo hacia el balcón. Se detuvo un instante frente al ventanal abierto. El aire fresco agitó sus cabellos y trajo señales de lluvia todavía lejana. Hisoka traspasó el umbral con cierta aprensión, algo que le pasaba siempre desde el incidente del vértigo.

—¿Vas a salir? —preguntó al ver a Chrollo apoyado contra la baranda, muy elegante con una camisa gris oscuro, pantalón y zapatos negros. Se acomodó a su lado, la espalda apoyada contra la baranda.

—Sí. Estoy cansado de estar acá encerrado —dijo Chrollo con expresión seria, la vista perdida en el horizonte nocturno.

El viento repitió su mensaje de tormenta lejana. Las nubes de a poco se espesaban y teñían el cielo con un color violeta plomizo.

—Va a llover, pero tenés razón, hace mucho que no salimos —dijo Hisoka—. Ahora me fijo si hay alguna película... —sacó el celular de su bolsillo para buscar en la cartelera.

–Quiero salir solo, si no te molesta –respondió Chrollo sin siquiera voltear a mirarlo.

Hisoka se detuvo. Un latido de alarma golpeó en su pecho. Era la primera vez que deliberadamente lo excluía.

—¿Qué pasa? ¿Estás enojado de nuevo? —preguntó Hisoka mientras trataba de recordar si había hecho algo que lo hubiese ofendido

—¿Tengo que estar enojado para querer salir solo?

—Por supuesto que no —respondió Hisoka mientras volvía a guardar el celular en su bolsillo—. Tampoco tenés que contestar de esa manera.

Chrollo lo miró de reojo y suspiró. —No me hagas caso. Hoy estoy irritable, eso es todo —dijo en un tono que intentó sonar más suave.

A pesar del modo amable, su postura no cambió; siguió apoyado en la baranda con la mirada en el horizonte. Desde lo alto del rascacielos, las luces de la ciudad formaban un manto multicolor que cubría la superficie. Hisoka asintió en silencio, de espaldas al paisaje nocturno. Últimamente Chrollo estaba así, distante y malhumorado.

—¡Casi me olvido! Adivina qué –dijo Hisoka con una sonrisa–. Me dieron una nota en la recepción; es de Lucy, la camarera del bar. Dice que ya consiguió trabajo como recepcionista en la Asociación de Cazadores. Quería avisarnos y agradecernos. ¿No te parece genial? La contrataron enseguida.

—Me alegro por ella —contestó Chrollo sin inmutarse.

—Sí. Yo también me alegro.

Su intento por animar a Chrollo no había salido como esperaba. Un silencio aún más pesado se extendió entre los dos. Hisoka suspiró con frustración. No era un experto conversador y empeoraba cuando se sentía desanimado como ahora. Antes le bastaba con abrazarlo y acariciarlo un poco para soltar la tensión, pero recientemente su relación había cambiado. Comenzó a anidar en su interior su miedo más profundo: que Chrollo se hubiera cansado de vivir con él y quisiera marcharse. Hisoka se estremeció. Trató de alejar ese pensamiento lúgubre.

—Tengo más buenas noticias. Escuchá —Sonrió cuando Chrollo giró la cabeza para mirarlo—. Tendré una nueva pelea en un mes. No está mal el oponente, digamos unos 85 puntos. Seguro será más entretenida que las últimas que tuve. ¡No veo la hora de volver a pisar la Arena! —Hisoka rio para sus adentros al recordar sus peleas más sanguinarias—. ¿Y? ¿Qué te parece, no te alegra?

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora