12. LAS ESTRELLAS - parte 4

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El agua cálida de la ducha caía con fuerza. Formaba una agradable nube de vapor, al mismo tiempo que masajeaba los hombros de Chrollo y lo ayudaba a relajarse.

Se sentía triste y desilusionado. Había hecho algo bueno, algo magnífico y se había arruinado. Suspiró. Hisoka tenía razón; le había dicho que las estrellas le producían ese extraño vértigo. Así y todo él lo había forzado a mirarlas. Claro que al principio fue increíble, lo sabía, pero después no le había ayudado a incorporarse.

Negó con la cabeza. No había explicación para su comportamiento, salvo que fuera un maldito sádico. Sonrió avergonzado al pensar en su poder favorito, el Indoor Fish. Sin duda tenía un lado sádico; lo mejor era admitirlo y cuidarse de no lastimar a Hisoka en el futuro.

Pensó en cuánto había cambiado desde que había llegado al Coliseo del Cielo. Recordó cuando Hisoka entró al Gen'ei Ryodan tras vencer al anterior número 4. Un rictus ensombreció su rostro. No le gustaba aquél Hisoka, no tenía nada que ver con el que ahora convivía con él. Casi se podría decir que eran dos personas diferentes. Estaba seguro de que el hombre actual, cariñoso y amable era un Hisoka que nadie más conocía, excepto él. Se regocijó con la idea de exclusividad.

Sonrió aún más al recordar aquella extraña noche en que hicieron el amor por primera vez. Recordó la emoción de aquel momento, cuando se sintió tan protegido y cuidado. ¿Amado? ¿Había estado a punto de decir amado? Nunca se lo había puesto a pensar de ese modo. Sabía que Hisoka gustaba de él, el mago se lo repetía cada vez que podía, pero ¿por qué había pensado en amor? ¿Hisoka lo amaría? ¿Y él? ¿Amaba a Hisoka?

Quedó en blanco, sin respuestas, como si el solo pensamiento fuese factible de ser oído por alguien más. Estiró el brazo y tanteó para agarrar el champú. Se imaginó a Hisoka diciéndole: "te amo". Se sonrojó de inmediato. Sonrió con los ojos cerrados mientras masajeaba el champú sobre su cabello. Notó que la espuma tenía cierta textura líquida y viscosa. Siguió masajeando, sin abrir los ojos, pero nuevamente sintió ese líquido extraño sobre su cabeza. Se limpió con el dorso de la mano y miró. Se sobresaltó asustado.

Sus manos estaban llenas de sangre. Se tocó la cabeza, confundido. También llena de sangre, pero no sentía dolor. Pensó que quizás se habría golpeado al caer hacia atrás. Volvió a tocarse, tenía que encontrar la herida y detener la hemorragia. Quizás debía llamar a Hisoka para que le ayude. De pronto, un abundante chorro de sangre cayó sobre su cabeza y sus hombros.

La carcajada de Hisoka, sentado por encima de la mampara con ayuda de la Bungee Gum, lo sorprendió. Chrollo se sobresaltó.

―¡La puta madre! ¡Hisoka! ¿Qué carajos...? ―exclamó con los ojos cerrados, mientras trataba de limpiarse la cara para poder abrirlos.

Hisoka lanzó el jarro vacío al lavabo y se deslizó dentro de la ducha, completamente vestido pero descalzo. Volvió a reírse, aunque con un tono que alertó a Chrollo.

―¿Viste Chrollo? Ahí tenés un buen motivo para limpiarte, ¿te gusta?

—¿Qué decís...? —Chrollo estaba estupefacto. El tono en que había hablado Hisoka le erizó la piel.

—Ahora sí que estás hecho un asco, ¿ves? ¡Ah! Si te hubieras visto la cara de susto, ¡fue tan divertido! —lanzó otra carcajada.

―Estás loco... ¿De dónde salió esta sangre? ―preguntó mientras tanteaba con los ojos cerrados para abrir la ducha.

—Permitime que te ayude —dijo Hisoka con los dientes apretados.

Abrió el grifo y lo empujó con brusquedad bajo el agua. Chrollo estaba asustado. Este era el Hisoka del Ryodan, el que apenas conocía y al que no sabía cómo enfrentar sin su poder Nen ni su autoridad de jefe.

―La sangre... ¿te lasti...? ¿qué hiciste? ―preguntaba Chrollo.

Era difícil hablar sin que le entrase agua y sangre a la boca. Hisoka lo sujetaba con fuerza de los hombros bajo la lluvia.

―¿Te preocupás por mí?―contestó Hisoka con voz tensa y enojada―. ¿Por qué no te mirás vos? Que estás hecho un desastre.

Lo empujó fuera del agua y le volcó una buena cantidad de champú en la cabeza. Chrollo no pudo evitar un gemido de dolor cuando el líquido le cayó en los ojos. Hisoka le masajeó la cabeza con brusquedad. Chrollo estaba petrificado. Logró limpiarse un poco los ojos y esperó el reto de Hisoka, que no llegó. Sólo siguió refregándole el pelo. Chrollo aprovechó que su cabeza estaba fuera del agua para hablar.

―Disculpame, fue un comentario de mierda...

Hisoka lo empujó bajo el agua y tuvo que callar. Luego volvió a sacarlo y a refregarlo con más champú.

—Te lo juro, jamás me darías asco. Lo dije a propósito para...

Otra vez quedó debajo del agua.

―Perdón, no quise... —alcanzó a decir en cuanto volvió a sacarlo.

—Demasiadas disculpas para una noche ―contestó Hisoka con los dientes apretados y volvió a meterlo bruscamente bajo la ducha.

Chrollo decidió no insistir; le dolía la garganta y el pecho. Sentía ganas de llorar, sentía miedo y desilusión. Se quedó quieto bajo el agua, mientras Hisoka lo enjuagaba con fuerza. Hisoka repitió el procedimiento varias veces más. Poco a poco los masajes fueron pasando de bruscos a enérgicos y luego a tranquilos.

―Bueno, creo que ya está ―dijo al final.

Por el tono de su voz, también podría referirse a que ya se sentía más calmado. Cerró la lluvia, tomó una toalla del esquinero y envolvió con suavidad la cabeza de Chrollo. Le secó el pelo y el rostro con sumo cuidado. Puso una clara expresión de remordimiento al verle los ojos enrojecidos por el champú.

―Creo que te maltraté un poco... Lo lamento ―le dijo mientras lo abrazaba con fuerza—. Estaba demasiado enojado. Fue sin querer, lo siento mucho.

Apretó a Chrollo contra su cuerpo y su ropa mojada. Luego se separó un poco y lo miró con ternura. Le apartó el pelo de la frente, le acarició las mejillas, la boca. Chrollo lo miró sin decir una palabra.

―Es que aún no te das cuenta, ¿verdad? —dijo Hisoka con tristeza, mientras miraba su boca y la acariciaba con su pulgar―. Si tan solo supieras... —lo miró a los ojos, con una mezcla de profundo cariño y tristeza, sin completar la frase.

Chrollo lo miró a su vez. Aquellos pensamientos sobre el amor aletearon otra vez en su mente. Podría preguntarle a Hisoka si lo amaba. Quizás de esa manera él podría llegar a entender sus propios sentimientos hacia el mago. Si tan solo pudiese decirle... pero las palabras quedaban atoradas en su garganta. Dolían demasiado. Sus ojos grises se llenaron de lágrimas, algunas rodaron por sus mejillas y fueron suavemente retiradas por los dedos de Hisoka.

―Sí, lo sé ―dijo Chrollo, mientras acariciaba la mejilla de Hisoka, elcuello y lo inclinaba hacia él para besarlo.

 


Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora