2. NEÓN - parte 9

591 56 27
                                    


—Vamos, no te enojes tanto. Ya se acabó —dijo Hisoka al ver la expresión de Chrollo. Se levantó de encima de él y se sentó a su lado—. Pronto vas a tener tus poderes de vuelta, ¿no estás contento? —agregó, con una sonrisa.

Chrollo lo miró estupefacto. No podía creerlo. Hisoka hablaba tan tranquilo, como si no hubiese estado a punto de matarlo.

—Estás loco... —respondió y luego agregó, con ojos entornados—: me humillaste, me humillaste como nadie jamás lo hizo... —la voz le tembló de la bronca—. Enfermo de mierda...

Se incorporó, le dolía todo. Quedó sentado, respirando con dificultad. Hisoka se inclinó para abrazarlo pero Chrollo lo apartó de un golpe.

—¡Salí! Hijo de puta, loco de... —Una puntada le quitó el aliento. Se refregó la sangre que le chorreaba por la nariz—. Eso es lo que sos, un maldito enfermo.

Hisoka le entregó un pañuelo, que Chrollo rechazó de un manotazo.

—Dale, limpiate —insistió mientras le sujetaba la muñeca y le ponía el pañuelo en la mano.

Chrollo lo soltó otra vez. Forcejearon un par de veces hasta que finalmente le arrebató el pañuelo con bronca y se apretó la nariz para detener la hemorragia. Se giró para darle la espalda.

—¿Tanto me odias? —preguntó Hisoka.

Chrollo lo fulminó con la mirada.

—¡Claro que te odio! ¿Sos idiota o qué? —le pegó una patada en la pierna y siguió pateándolo tras cada palabra—... maldito... hijo de puta... enfermo...

Hisoka no esquivó los golpes; esbozó, en cambio, una especie de sonrisa. Chrollo, enfurecido, lo sujetó por la camisa y lo atrajo hacia sí.

—Te odio —le dijo entre dientes, mirándolo a los ojos—. Nunca te voy a perdonar esto. ¿Me oíste bien? ¡Nunca!

Empujó a Hisoka hacia atrás y lo soltó. Hisoka se levantó despacio.

—Ah, pero... yo no te odio, Chrollo —dijo, mientras se alisaba el pantalón. Se quedó de pie, sin agregar nada más.

Chrollo levantó la cabeza al percibir cierto tono de tristeza. No supo qué responder. Se sentía abrumado. Había llegado con la idea de hablar con Hisoka, arreglar las cosas entre ellos. Pero, al final, todo se había vuelto demasiado caótico, brutal, sin sentido. Y lo peor de todo era la humillación de la golpiza: era algo imperdonable; su orgullo herido le hervía la sangre.

Un pesado silencio se extendió entre los dos.

La mano de Hisoka se cerró en un puño. Chrollo se movió hacia atrás. Hisoka lo miró, abrió la boca como para decir algo, pero se detuvo. Unos hilos de sangre escaparon de su puño tembloroso.

Chrollo lo vio dudar, imaginó las uñas clavándose en la palma del puño apretado. Quiso decir algo, pero se sintió mareado; apoyó una mano en la pared, todo le daba vueltas. Agachó la cabeza y unos hilos de sangre corrieron por su frente. Presionó la herida con el pañuelo. Sabía que debía hablarle, que no tendría otra oportunidad. Pero ya no quería verlo. Ese hombre que había esperado ansioso bajo el árbol le resultó lejano y asquerosamente ingenuo. Un sabor amargo le subió a la boca.

La palma abierta, ensangrentada, se extendió hacia él.

—¿Estas bien? Te ayudo...

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora