3. KURAPIKA -parte 1

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Era bien entrada la noche cuando ingresaron a la pequeña oficina de aspecto neutro e impersonal. Paredes grises con apenas una reproducción barata de un cuadro de jarrón con flores. Un escritorio y dos sillas, un viejo sofá con una mesita baja delante. Enfrente, un amplio ventanal, sin cortinas.

Kurapika le indicó a Chrollo que tomara asiento en el sofá. Él tomó una de las sillas y se sentó enfrente, con la mesita de por medio. Chrollo permaneció cerca de la puerta, con indisimulado enojo y actitud alerta y desconfiada.

―Relajate, sólo quiero que hablemos un rato antes de ir a lo nuestro ―dijo Kurapika. Sonó cansado. Era muy joven todavía, apenas rozaba los veinte, pero daba la impresión de tener muchos más.

Chrollo dio una mirada más al lugar. Luego se sentó, el semblante adusto y sin aflojar la tensión en sus hombros.

—Lamento que no nos hayamos podido encontrar antes —comenzó Kurapika—, me contaron que estuviste unos días internado. Me alegra saber que ya estás mejor.

Chrollo lo fulminó con la mirada. Kurapika se llevó la mano a la nariz, apenas para disimular una sonrisa.

—Aunque debo admitir —continuó—, que te ves mucho mejor personalmente. No sos tan fotogénico, después de todo —una risita se escapó de entre sus dedos.

Chrollo lo miró con chispazos de odio en sus fríos ojos grises.

―¿Ah, sí? ¿Y por qué no lo hiciste vos mismo? Necesitaste mandar a tu perro a hacer el trabajo sucio. Cobarde —dijo Chrollo, inclinándose hacia adelante, con evidente desprecio en su voz—, pegame ahora si te animás, rubia. Dale.

Kurapika apretó los puños sobre sus muslos. Sintió ira, al ver el rostro desafiante de Chrollo, su sonrisa llena de desprecio; aún con algunos moretones, guardaba el aspecto desalmado del más temible asesino.

—Lo sabía, ustedes los kurta no son más que unos cobardes... —se burló Chrollo.

—¡Hijo de puta! —gritó Kurapika.

Se levantó con los ojos rojos encendidos de furia. La silla cayó hacia atrás. Chrollo se paró a su vez, pero su brazo fue atrapado por las cadenas que también se enrollaron en su torso y lo inmovilizaron. Kurapika lo arrojó al sillón de una patada.

—¡Morite! kurta de m... —exclamó Chrollo. No pudo continuar, Kurapika le pisó la garganta y presionó en su cuello.

—Voy a matarte, hijo de puta —dijo con los dientes apretados, su pie sobre el cuello que se hundía en los almohadones del sofá—. No me importa lo que prometí. Basura, voy a...

Sus ojos rojos fulguraban y su aura se elevaba completamente alterada. Vio el rostro enrojecido de Chrollo; sus ojos grises brillaban con aborrecimiento y su sonrisa seguía provocándolo. Los puños de Kurapika temblaron a sus costados. Apenas podía refrenar el deseo de borrarle la sonrisa a trompadas.

—Voy a... —cerró los ojos y respiró profundo.

Luchó entre el deseo de matarlo a golpes y el deber de soltarlo. Las imágenes terribles de la pesadilla con que había despertado esa mañana lo apremiaron; debía dejarlo vivo, a como dé lugar. Respiró una vez más para calmarse. Abrió los ojos y aflojó la presión en el cuello. Retiró el pie. Chrollo ladeó la cabeza, tosió y jadeó, respirando grandes bocanadas de aire.

—Levantate, basura —dijo Kurapika.

Sujetó a Chrollo por las cadenas y lo sentó derecho. Kurapika no pudo resistir la tentación y le pegó dos puñetazos en la cara, tres. Antes del cuarto se hizo para atrás para evitar perder el control por completo.

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora