3. KURAPIKA - parte 3

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Unos segundos después, la alarma del cronómetro comenzó a sonar. Kurapika se sobresaltó. Un sonido monótono y chirriante; lo único que quebraba el ambiente, además del angustiante sonido de los sollozos de Chrollo. Kurapika levantó su silla y nuevamente se sentó frente a Chrollo, a la misma distancia que cuando estaba la mesita. Los peces volaban lenta y fluidamente por sobre sus cabezas, ajenos a la escena que se desarrollaba bajo sus aletas de Nen.

Chrollo dejó de llorar, extendió la mano y apagó la alarma. Volvió a cubrirse el rostro. Cerró el libro y los peces se desvanecieron, al igual que el "Skill Hunter". Kurapika suspiró y de inmediato gruñó de dolor al sentir la dolorosa mordida. Se apretó la herida con la mano. Luego rasgó con fuerza la parte inferior de su remera y extrajo una tira con la cual se hizo un improvisado vendaje. Con que detuviera la hemorragia sería suficiente. Ya después podría curarse con la cadena.

Ambos permanecieron en silencio unos minutos más. Chrollo con la cabeza gacha y la vista perdida en un punto fijo en el suelo; Kurapika miraba a Chrollo. Finalmente Lucilfer suspiró, sacó el pañuelo del bolsillo y, sin levantar la cabeza, con voz sombría dijo:

―Lamento que hayas tenido que ser testigo de algo tan patético y desagradable.

Se limpió y volvió a guardar el pañuelo. Suspiró. Sus hombros se relajaron al mismo tiempo que comenzó a incorporarse despacio. Kurapika hizo su silla hacia atrás, y se levantó al mismo ritmo que lo hacía Chrollo. Recién caía en la cuenta de que jamás había estado frente al asesino con sus poderes a pleno. Si debía morir o enfrentarlo, no lo haría sentado en una silla.

Chrollo levantó la cabeza y miró al joven que estaba frente a sí con ojos refulgentes, y que temblaba de miedo y ansiedad. Sonrió con desdén, del mismo modo que lo haría un adulto frente a un niño asustado que lo amenaza con un palo.

La respiración de Kurapika se detuvo en el mismo instante en que observó el rostro de Chrollo. En ese segundo supo que jamás en su vida olvidaría esa expresión. Los párpados enrojecidos por el llanto rodeaban unos helados ojos gris oscuro, que brillaban con un odio inmenso. Al mismo tiempo, su mirada en conjunto emitía una tristeza tan profunda que hizo que Kurapika contuviera el aliento. Todo ello enmarcado en un rostro de facciones perfectas, donde incluso el violáceo color de los moretones no hacía más que imprimir un toque extra de belleza y dramatismo a su expresión. La mueca a modo de sonrisa despectiva completó la obra, inmortalizándola en las retinas de Kurapika.

Chrollo habló entonces, con voz serena y sombría:

―Como sea, las cosas igualmente no van a cambiar. En dos meses Hisoka y yo pelearemos en la Arena. No hay nada que yo pueda hacer para evitarlo. —con un gesto de advertencia detuvo a Kurapika, que estaba a punto de protestar.

Kurapika observó a Chrollo, y en ese entonces supo claramente por qué era el jefe; no había hecho nada especial, pero todo su ser, su postura y su mirada emanaban un halo de autoridad que hacía que él mismo se sintiera intimidado. Atrás había quedado el hombre contenido e irritante que había entrado con él. Ahora todo indicaba, sin ningún lugar a dudas, que el jefe del Gen'ei Ryodan había regresado.

El recuerdo de esa siniestra banda trajo a la realidad a Kurapika; crispó sus puños sin dejar de mirar a Chrollo con odio. Éste sonrió nuevamente con el mismo gesto de desprecio.

―No te alarmes. Te agradezco el interés por mi vida amorosa ―dijo Chrollo con sarcasmo―, pero te arriesgaste en vano. No me convenciste y no pienso cambiar de idea. Lo que me mostraste únicamente confirma que Hisoka tiene una voluntad más allá de lo imaginable. La pelea ya está fijada y atraerá a miles de personas. No puede ser cancelada de ninguna manera. Sin importar lo que creas, o desees, Hisoka ya tomó una decisión y él ha decidido pelear.

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora