16 - REGRESO - parte 4

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Chrollo ya no supo qué decir. Las predicciones, aquella noche en Yorkshin, la terrible discusión en el balcón. Parecía mentira que todos esos temas terminaran relacionados con su liberación. Se sentía abrumado. El enojo, la tristeza y la inmensa alegría se mezclaban en un amasijo atroz que aumentaba la presión en su estómago. Ante el silencio de Chrollo, Hisoka continuó.

―El plan es fácil. Kurapika no tiene cómo ganar el lote ni robarlo, pero yo sí. Además conozco a esa chica; es una fanática de las peleas del Coliseo; se llama Neón.

Chrollo lo miró, sorprendido. Es cierto, ese era su nombre, pensó. Una jovencita menuda y delgada, de cabello largo, caprichosa como toda niña rica, pero en cierto modo encantadora. Frunció el ceño cuando Hisoka dijo que la conocía.

—Pero nada te asegura que su padre gane la subasta, ¿o sí? —preguntó Chrollo, con recelo.

—Va a ganar. Está convencido de que Neón sólo está deprimida y por eso no puede hacer más predicciones; apuesta a que se recuperará si obtiene los ojos escarlata que tanto la obsesionan. Otro millonario le ayudará a ganar el lote a cambio del sesenta por ciento de las ganancias por los futuros vaticinios.

Chrollo lo miró con suspicacia.

—Y seguro que no tuviste nada qué ver con ese convencimiento. Vos sabés que le robé el poder y que no va a recuperarlo.

Hisoka sonrió.

—No voy a negarlo, aunque fue pura casualidad. Mientras buscaba cómo conseguir el lote, me enteré de que había una fanática coleccionista muy interesada en ellos; justo resultó ser esta chica. Esparcir el rumor para engañar al padre fue lo más fácil; la ambición todo lo puede.

—Pensé que dirías que el amor todo lo puede —comentó Chrollo con sarcasmo.

Hisoka enarcó una ceja.

—¿Amor? Sí, eso también, pero no del modo que pensás. De hecho —se levantó y caminó hacia el hall de entrada—...voy a convertirme en el guardaespaldas personal de Neon. Soy su luchador favorito, después de todo. La muy tonta cree que está enamorada de mí ¿podés creerlo? —soltó una risita.

Chrollo se puso tenso al oírlo decir eso. No pudo verle la cara, pues estaba de espaldas cuando lo dijo.

—Resulta que es una fanática de las peleas en el Coliseo; tiene palco y todo —continuó Hisoka mientras abría el cajón del mueble contiguo al hall y extraía un papel. Lo miró y lo plegó por la mitad; la cara escrita oculta en el interior—. Una vez me instale en su casa, sólo quedara esperar a que reciba los regalos. Y entonces —buscó en el lapicero y extrajo un bolígrafo—... en ese momento se los robamos y listo.

Regresó y se sentó. Apoyó en la mesa el papel plegado, y el bolígrafo encima de la carilla en blanco.

—Después se los llevamos al kurta —continuó—. Él recibe lo que quiere sin poner una moneda, a vos te libera de la restricción y todos contentos.

—¿Así de fácil? —preguntó Chrollo, asombrado—... ellos ganan los ojos, nosotros se los robamos, se los llevamos al kurta, ¿y ya está?

—Así de fácil —afirmó Hisoka, mientras jugaba con el bolígrafo automático, lo pulsaba una y otra vez.

Chrollo tardó unos segundos en reaccionar. Luego se levantó con una exclamación de alegría y rodeó la mesa para abrazar a Hisoka. No cabía en sí de felicidad, lo estrechó, pero Hisoka se mantuvo rígido e indiferente.

―Está bien, está bien, no te emociones tanto ―dijo Hisoka, mientras apartaba la cara y lo alejaba con el brazo; su voz mantenía el tono frío y distante—. Todavía falta. Sentate.

Chrollo se apartó, titubeante. Apenas podía contener emociones tan intensas. Era la noticia más esperada de su vida; pero lo inquietaba la actitud inusual de Hisoka.

―Ayer hablé con Neón, justo antes de la pelea —dijo Hisoka—. Por supuesto, me las arreglé para que crea que contratarme fue idea suya; así convencería al padre. Hoy hablaré con él. Tengo que sacarle un buen sueldo porque Kurapika no va a poner ni un centavo. Él sólo quiere los ojos; el cómo los consigamos es cosa nuestra. Calculo que mañana, o pasado a más tardar, me iré a la casa de los Nostrade para empezar como guardaespaldas.

—¿Te vas otra vez? ¿tan pronto? —preguntó Chrollo, desilusionado.

—Sí. Falta poco más de un mes para la subasta y todavía tenemos que afinar los detalles. Necesitamos saber cuánta seguridad tienen, qué horarios manejan, todo eso. Lo mejor, pienso yo, será que la chica esté sola cuando reciba los regalos.

—Obviamente —comentó Chrollo—, pero si es su cumpleaños...

—Ya veremos. ¡Ah! Me olvidaba —dijo Hisoka—. El kurta puso una sola condición: que vos estés presente cuando le robe los ojos.

—¿Yo? ¿En lo de esa chica? ¿Y para qué? —preguntó molesto; apenas podía disimular sus celos.

—No sé, no me dijo. Sólo fue muy enfático en ese punto: sí o sí tenés que ser parte del equipo —se encogió de hombros.

―Bueno, como quieran. De todos modos es un plan brillante ―expresó Chrollo, visiblemente emocionado―. Hisoka, en serio, no sé cómo agradecértelo. Es increíble, es... ¡y tan pronto además!

Se levantó a medias para ir a abrazar a Hisoka, pero como éste ni pestañeó ni se movió siquiera, volvió a sentarse.

—¿Vos no estás contento? —preguntó con preocupación—. ¿Seguís enojado... es por eso?

Hisoka sonrió.

—No, no estoy enojado. Además, todavía me falta contarte la mejor parte.



Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora