12. LAS ESTRELLAS - parte 1

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(Cuatro meses antes de Neón)

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La noche era cálida y despejada cuando Hisoka entró al cuarto de Chrollo. La puerta estaba entreabierta, por lo que no había infringido ninguna norma. Sonrió al verlo en el balcón, apoyado en el barandal mientras observaba las estrellas. Nunca dejaba de sorprenderle esa fascinación de Chrollo por el cielo nocturno; tantas veces lo había encontrado en la misma posición. A veces incluso fantaseaba con que Chrollo era un misterioso alienígena abandonado que suspiraba de nostalgia por su planeta.

―Ojalá no te encuentren nunca ―susurró en su oído, mientras lo abrazaba por la espalda.

―Parece que olvidé cerrar la puerta ―respondió Chrollo. Giró para abrazar a Hisoka y encontrarse con aquellos fascinantes ojos amarillos.

―Qué suerte la mía ―comentó Hisoka; sus labios se curvaron en una sensual sonrisa, justo antes de besarlo.

―¿Quiénes no tendrían que encontrarme? —preguntó Chrollo, luego de unos largos besos.

Hisoka sonrió. Aflojó un poco el abrazo.

―Me gusta imaginarte como un hermoso alienígena que llegó a la Tierra para hacer experimentos macabros, fue abandonado por error y espera ser rescatado algún día.

―¡Ups! me descubriste ―comentó Chrollo con picardía—. De todas formas, no vendrán hasta que les avise que ya resolví el mayor misterio de este planeta.

―Espero que sea un misterio muy difícil, entonces. ¿Es una misión secreta? Tal vez —lo mordisqueó despacito en el cuello—... ¿tenga que torturarte para que me lo digas?

Chrollo se estremeció con el placentero contacto.

―No es ningún secreto, pero sí es muy difícil y fascinante.

—¿Y puedo saber cuál es ese misterio tan fascinante?

Apretó su cuerpo contra el de Chrollo mientras lo acariciaba debajo de la remera.

—Claro... Se llama Hisoka.

Hisoka se detuvo, sorprendido. No era habitual que Chrollo dijera halagos o palabras tiernas. Acarició su cabello y su rostro hermoso. La piel pálida resaltaba a la luz de la luna llena y su pelo negro lucía aún mejor; como si naturalmente la noche lo favoreciera. Hisoka sonrió al pensar que para él no había misterio más apasionante que este hombre de ojos oscuros salpicados de estrellas.

―Creo que ya sabés bastante sobre mí —respondió Hisoka—. Tendré que esforzarme por ocultar lo poco que me queda para que no te me vayas nunca.

Iba a decir algo más pero se contuvo. Después de lo sucedido durante la película, a menudo se sentía inadecuado o incómodo; dudaba, cuando antes hubiese bromeado sin pensarlo. Esa cautela que antes no existía lo lastimó. Estrechó a Chrollo y luego se apartó. Se paró a su lado, apoyado de espaldas contra la baranda.

―¿Sabías que me dan vértigo las estrellas? —comentó de pronto.

—¿Vértigo? —preguntó Chrollo, intrigado.

—Sí. Como si me fuera a caer hacia ellas si las miro por mucho tiempo. Es raro, lo sé —agregó con una sonrisa avergonzada al ver la cara que puso Chrollo—, pero me pasa siempre. Será por eso que me sorprende verte tan atraído por ellas.

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora