16 - REGRESO - parte 1

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Veintidós días después de haberse marchado, Hisoka regresó muy temprano en la mañana. Todo estaba en silencio, como era de esperar para un domingo a las seis y media. Dejó las llaves en el cuenco de nácar junto a las de Chrollo. Sonrió aliviado al comprobar que no se había ido. Arrojó el bolso en el sillón principal y se dirigió directo hacia la cocina. Estaba muerto de sed.

Se sirvió un vaso grande de agua fresca. Tomó unos cuantos tragos casi sin respirar. Una vez calmada su sed dejó el vaso en la mesada de mármol, se acercó al living y miró a su alrededor.

Había un televisor nuevo, las lámparas de techo también habían sido reemplazadas. Una nueva lámpara de pie escoltaba el sillón que Chrollo usaba para leer. Fuera de eso, no había comprado nada más; ni adornos ni jarrones. Hisoka asintió; era lo correcto. Después de todo, si moría en el combate todo lo que había en el departamento pasaría a ser propiedad del ganador.

Así como él había heredado el mobiliario y adornos del dueño anterior, el siguiente heredaría los suyos. Por supuesto, cada uno era libre de botar todo o conservarlo. El dueño anterior demostró tener buen gusto para la decoración, en un tono sobrio e impersonal, por lo que decidió conservar casi todo. El nuevo estilo minimalista le pareció aún mejor. Disfrutaba mucho de los espacios amplios y despejados, sobre todo cuando tenían un excelente piso de madera lustrada.

Se acercó al sofá y acarició el respaldo. Los almohadones habían sido retapizados. La mesa ratona tenía una esquina dañada pero nada más, por lo que fue buena idea conservarla. Todavía estaban los restos de la cena; una caja de pizza, servilletas de papel y varias latas de cerveza abiertas. Demasiadas, pensó Hisoka. Algunas pocas habían caído en la alfombra. Se acercó y las puso sobre la mesa. Por suerte la moqueta tenía motivos geométricos multicolores que disimulaban cualquier mancha. Se había derramado un poco pero no le dio mayor importancia; las cosas estaban para ser disfrutadas, ese era su lema.

Abrió la caja de cartón y sonrió al encontrar lo que buscaba: de la pizza quedaban sólo unas migajas, pero todas las aceitunas estaban intactas. Las recogió en un puñado y comió la primera con un murmullo de deleite. El sabor amargo despertó su apetito de inmediato. Aún no había desayunado.

Caminó hacia la cocina mientras acababa una a una las aceitunas. La mesa del comedor diario estaba limpia, al igual que la pileta y la mesada. Con pizza y cerveza no habría mucho que lavar, eso era lo práctico del asunto, y en cuanto a practicidad Chrollo era un especialista. Sonrió mientras abría la puerta debajo de la pileta y tiraba los carozos a la basura. Desde que llegó, en realidad desde mucho antes, no había parado de pensar en Chrollo.

La alegría que había sentido al comprobar que no se había marchado, bastaba para colmarlo de una felicidad que apenas podía contener. Había hecho un esfuerzo enorme para no escribirle ni un solo mensaje mientras estuvo ausente. Se había prometido a sí mismo no regresar ni contactarlo hasta que tuviera éxito en su misión. Recién entonces hablaría con Chrollo, ya que tendría muy buenas noticias para darle.

Decidió que lo sorprendería con un buen desayuno y el entrañable aroma del café recién hecho, tal como le gustaba. En realidad, lo que más quería Hisoka era correr al dormitorio de Chrollo, abrazarlo, llenarlo de besos. Se sentía muy seguro y exultante. Traía noticias maravillosas. Confiaba en que cuando Chrollo se enterara de lo que había logrado, lo perdonaría de inmediato. Todo volvería a ser como antes. No, ¡aún mejor que antes!

Sacó la jarra de vidrio templado de la cafetera eléctrica y la llenó con agua. Luego volcó el líquido en el depósito. Agregó al filtro la cantidad exacta de café. En pocos segundos la máquina comenzó a hacer el familiar sonido borboteante, a medida que colaba lentamente la infusión. Mientras se hacía el café tomó su bolso y se dirigió a su cuarto para darse un baño y cambiarse.

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora