9. SÓLO LA VERDAD - parte 1

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–No me digas. ¿En serio...? –se preguntó Chrollo en cuanto regresó a su habitación.

Dejó la escoba y bolsas en el piso y se acercó a la cama.

―Ey... ¿Te dormiste al final? ¿Para eso querías que me quede? ―preguntó con evidente fastidio.

Hisoka sonrió por debajo del libro abierto que descansaba sobre sus ojos. Yacía acostado de espaldas. Sus pies estaban apoyados en el piso, como si sencillamente se hubiese dejado caer hacia atrás.

―No me dormí. Leo este libro ¿ves? es muy interesante ―respondió Hisoka con una pequeña sonrisa, sin moverse. El libro que cubría la mitad de su cara protegía sus ojos de la luz brillante y dejaba su boca al descubierto.

Chrollo se acercó por el costado de la cama y lo miró.

―Lo estás leyendo al revés –le dijo.

Hisoka levantó un poco el libro para poder mirar a Chrollo, parado a su lado. Luego tomó el libro, lo dio vuelta y lo colocó otra vez sobre sus ojos, esta vez en la posición correcta.

―Gracias. Con razón no lo entendía –respondió. Una amplia sonrisa asomó en la parte visible de su cara; era la primera vez que Chrollo le seguía una broma.

Chrollo estuvo a punto de sonreír también por la ocurrencia, pero la imprevista punzada de deseo que le provocó la sensual sonrisa asomada en el rostro semi oculto, hizo que inmediatamente bajara la vista y se alejara del borde. Tomó la escoba y se puso a juntar los pedazos de adornos.

―Tardaste tanto que pensé que te habías ido ―comentó Hisoka al cabo de un rato, sin cambiar de posición.

―Vi que había café y aproveché para servirme uno. ¿Por qué no lo trajiste antes?

―¿Con lo alterado que estabas? Ni loco. Lo pensé, pero me imaginé ese café casi hirviendo arrojado sobre mi hermoso cuerpo y cambié de idea enseguida ―respondió Hisoka debajo del libro.

―Hiciste bien ―respondió Chrollo. Hizo un breve silencio, y luego agregó―: Y sí. También estuve a punto de irme, pero tengo todas mis cosas acá, en la pieza. Hubiera sido complicado salir sin plata ni documentos. Además te hice una promesa y soy un hombre de palabra.

―Pero qué suerte la mía, encontrar justo un asesino con principios.

―¡Ja! ¿Y a qué viene ese comentario? –protestó Chrollo–. Deberías agradecer que no me haya ido, en vez de estar acá durmiendo como si nada.

―¡Al contrario! Agradezco mucho que no te hayas ido. Estarías muerto si lo hubieras hecho.

―¿A sí? Ibas a perseguirme, ¿no? Ya lo suponía ―lo increpó Chrollo.

―No haría falta. Habrías muerto a los cinco segundos –respondió Hisoka.

Sin sacarse el libro de encima, extendió un brazo hacia arriba; un resplandor de Nen brilló encima de su mano, un haz rosado que atravesaba todo el cuarto y salía por la puerta abierta.

–Hay una red de Nen en la cabina del ascensor –explicó–. Se hubiera estirado cuando bajabas, sin que te dieras cuenta –el haz rosado se hizo más finito, como si algo lo jalara del otro lado–. Pero yo sí lo sabría y entonces... –movió la mano hacia atrás; la luz rosada regresó y se comprimió rápidamente en su puño–, Adiós Chrollo; cortadito en rebanadas. ¿Sabías que puede volverse tan fuerte como hilos de acero, no?

Ojos de Hielo y Fuego || HisokuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora