Embarazada 2 ~ 4

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Narra Agus:

Acababa de llegar al aeropuerto. Agarré la valija con miré para ambas manos y miré para los lados. No estaba realmente seguro de que iba a venir, aunque quedaba en mi aún una pequeña llama de esperanza.

Hacía unas horas que le había enviado un mensaje con la hora y la dirección indicadas para encontrarnos. Necesitaba hablar con él... Necesitaba de él una explicación de todo lo ocurrido a solas, porque sospechaba, por sus últimas palabras en la conversación telefónica, que Blanca no era un angelito, como yo había pensado al principio.

De repente, noté una mano en mi hombro y me di la vuelta. Era él, con algo más de peso, con el pelo más largo y con una barba algo desastrosa. No parecía el mismo, pero era él... Y me alegraba muchísimo de verle.

— ¡Agus! ¡Amigo! — sonrió abrazándome —. ¡Dios mío! ¡Tanto tiempo sin verte! Se me había hecho eterno.

— Yo también te he echado mucho de menos amigo — suspiré siguiéndole el abrazo —. Han pasado solo tres meses, pero me han parecido como 30 años. Antes siempre estábamos juntos, pero...

Peter me miró y abrió mucho los ojos. Por un momento dejó de abrazarme:

— ¿Pero qué?

— Parece que Blanca te ha cambiado. Eso pasa. Apareció ella y te separaste de mí, no volvimos a ser los mismos desde que te pusiste de novio.

— Jodeme... ¿En serio estás celoso de Blanca? Es una buena chica, lo que pasa que trabajamos mucho y ahora no tengo tanto tiempo disponible como antes. Nada más.

— No solo lo digo por mí Peter. No sé si te acordás, pero en Buenos Aires vos tenés una esposa, unos hijos, un hermano y unos papás... Que te adoran y te necesitan, y a los cuáles deberías ir a ver, y avisarles de que estás bien.

— Tengo cosas que hacer Agus. Ahora estoy con Blanca. El tiempo ha pasado, con Lali tuve problemas y la etapa de mi vida con ella es de color negro. Quiero libertad, quiero disfrutar mi juventud, y con ella no voy a poder hacerlo.

¿Era realmente cierto que pensaba eso? ¿O tan solo me lo decía cómo broma?

— Peter, ¿hablás en serio?

— ¿Me ves cara de no hablar en serio? — me preguntó revoleando los ojos.

— ¡Peter, tenés dos hijos de dos años en Buenos Aires! ¡Joder! Dejá de pensar en vos mismo de una vez, madura ya. No puedo creer que me estés diciendo todo esto. ¿Qué culpa tiene Lali de la época negra? Fue tu papá, nadie más tuvo la culpa que él. No podés culpar a Lali de esto, tampoco te podés culpar a vos. Pero Lali solo lo hizo lo mejor que pudo, nada más — suspiré —. Ella te ama y lleva esperándote muchos años Peter, ella y tus hijos también.

Peter tragó saliva y también suspiró:

— Hay un problema.

— ¿Qué puto problema hay Peter? Ya me estás cansando con todo esto — dije muy enojado. Esta situación me estaba poniendo cada vez más nervioso. Peter estaba casi igual de estúpido que aquella vez que empujó a Lali cuando estaba embarazada.

— Que Blanca no tiene ni idea de nada. No sabe que estoy casado, tampoco sabe que tengo dos hijos, y mucho menos que una familia entera me está esperando en Buenos Aires.

-...-

Narra Lali:

Mi decisión estaba tomada y no estaba dispuesta a cambiarla por nada. Ese día un auto vendría a recogernos a los nenes y a mí y nos llevaría directamente hasta la estación de tren. Ese tren nos llevaría hasta mi pueblo natal, en dónde mi hermano, mi papá, mi hermana, mis amigas, mi cuñado y mi lindo sobrino nos estarían esperando para darnos una cálida bienvenida.

La ciudad era una de las peores cosas que me había pasado en la vida. Nada más llegar me había quedado embarazada de la persona equivocada: jugó conmigo, me ilusionó, nos casamos y un día se marchó con un frío adiós. Me prometió que me avisaría de su paradero, y que algún día volvería, pero no había hecho ninguna de las dos cosas.

Cuando Agus volviera a Buenos Aires le invitaría al pueblo algún día, para que pudiera conocer mis orígenes, ver a los bebés y comer con mi familia. Pero, nunca más en mi vida, iba a volver a ir a Buenos Aires. Nunca.

Nati me había ayudado a armar la valija. Con lágrimas y emoción por la despedida. Me había dicho que era su mejor amiga en la residencia y que no quería que me fuera, pero, por otro lado, también me entendía.

Tenía que rehacer mi vida, y Buenos Aires no era el mejor lugar. Pero si podría hacerlo cerca de mi familia, viviendo en la casa en la que crecí... Aunque los vecinos tuvieran una mentalidad antigua y a muchos les costara entender que era una madre soltera. En verdad, mis hijos habían nacido dentro del matrimonio, aunque ese matrimonio ya prácticamente no existiera.

— Se que vas a estar bien, aunque te voy a echar mucho de menos. También a los enanos...

— Lo hago por su bien. En el pueblo al menos está mi hermana, está mi hermano, mi papá... Son mi familia, los amó, aunque hayan pasado muchas cosas. Pero estos dos años, han estado ahí... Estás invitada a mi casa siempre que quieras.

— Cuando consiga mi propia casa yo también voy a invitarte. Nos reiremos jutas como en los viejos tiempos, y jugaremos con los nenes... Como lo hemos hecho hasta hace poco. Ojalá encuentres a una persona que te haga muy feliz y que adore a los dos angelitos que tenés.

Sonreí y una lágrima cayó por mi mejilla:

— Te quiero mucho, amiga.

— Yo también te quiero mucho, Lali.

Embarazada 2 - ¿DÓNDE ESTABAS VOS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora