Embarazada 2 ~ 20

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Narra Lali:

— Muchas gracias por todo Santi — dije sonriendo mientras agarraba todas mis cosas, ya a punto de salir del restaurante donde habíamos comido y del que Peter se había largado como hacia 20 minutos. Confiaba en que los nenes estuvieran en buenas manos, dormidos y sanos.

— De nada Lali. Mañana comenzaré a tramitar todo esto. Podré tener los papeles para que puedas firmarlos con Peter a partir de la semana que viene, si te parece.

Asentí mientras la sonrisa no se borraba de mi rostro:

— Me parece perfecto.

— Muy bien. Bueno, creo que ha llegado la hora de despedirse — dijo dando un suspiro y bajando la mirada.

Él jugaba con los dibujitos del mantel, sonriendo, arrastrando su dedo formando figuras. Aunque parecía un poco más tenso desde que Peter se había marchado de la mesa. Era un buen chico, pero algo había cambiado en él.

— Em... Sí — dije tomándole la barbilla y levantándole la cabeza para que me mirara —. ¿Estás bien?

Él asintió con la cabeza, repitiendo el suspiro.

— Nada, me revolotean cosas desde hace unas horas. Pero no tienen ninguna importancia, no tenés de lo que preocuparte.

— Bueno, si querés podemos ir hablando del tema mientras te acompaño a casa. Tomi enano, andá poniéndote la campera, mi amor — dije agarrando la campera de Tomás.

El sobrino-hijo de Santiago era un amor de nene. Educado, simpático... Cariñoso. Deseaba que mis dos hijos fueran así cuando crecieran. Porque era un nene maravilloso, y muy obediente tanto en casa como en la escuela, según me había contado Santiago.

— Sí Lali, gracias — dijo Tomi agarrando la campera que le tendía educadamente.

Santiago lo miró sonriendo, y después volvió a mirarme:

— Creo que estaría mejor que yo te acompañara a casa, de hecho, soy el hombre. En este pueblo uno no puede andar solo a cualquier hora. No pasan cosas raras, pero cuando menos te lo esperas pueden pasar. Lo mejor es siempre andar cauteloso.

— En eso tenés razón.

— Tenemos el colegio al lado, pero me da igual. Muchas madres dejan que sus hijos chiquititos vuelvan solos, pero yo siempre voy a recoger a Tomi. Es chiquito, le puede pasar cualquier cosa si no va a acompañado de un grande.

— Yo haré lo mismo con mis hijos, cuando crezcan. Apenas les dejo solos, no me separo de ellos casi nunca. Bueno, excepto cuando están con alguien de extrema confianza, con mis amigas de la residencia de madres solteras... Y en este caso — tragué saliva —. Con Peter... Casi nunca han estado con él a solas, pero creo que también debo darle un voto de confianza. En todo caso es el papá de los nenes.

— Obviamente. Es un buen chico Peter. Y seguro que, aunque me hayas contado algunas cosas de él que no son buenas, cambiara. Todo el mundo cambia. Y si ya lo demostró una vez, puede volver a demostrarlo ahora, Lali. No te preocupés, todo es cuestión de tiempo — Santiago se levantó de la silla, agarró su campera y se la puso. Después le dio la mano a Tomás y dejó toda la plata que había costado la comida en un platillo de metal que había sobre la mesa.

¡¡¡La cuenta de la comida!!! Me había olvidado completamente... Era una desubicada. Había quedado como una muerta de hambre delante de Santiago y me estaba quedando tan tranquila. Metí la mano en mi bolso de piel y saqué la cartera. Busqué el dinero y calculando puse mi parte y la de Peter sobre el platillo de metal.

Él agarró el dinero y me lo puso de vuelta en la mano:

— Yo invito.

Suspiré negando con la cabeza:

— No Santiago. No tenés porque invitar vos a la comida. Es caro.

— ¿Y? No te preocupes, gano bastante y no me voy a arruinar por pagar la comida esta vez, Lali. Invito y punto, no te sientas mal por ello y no pensés en el tema. Sé como son las mujeres, piensan una y otra vez lo que pasa cuando no pagan. Pero yo no opino nada malo de vos por ello. Me gusta invitar a la gente a comer. Solo eso — dijo esbozando una sonrisa.

— Gracias.

— No tenés porque dar las gracias, hermosa.

¿Hermosa? ¿Había dicho hermosa? Ay Dios... No, no podía ser lo que estaba pensando. ¡Qué vergüenza!

— ¿Hermosa? — aclaré.

— Hermosa — respondió —. Sos muy hermosa.

— Muy muy — añadió Tomás.

— Em... Gracias — titubeé, mientras cerraba el puño y apretaba con fuerza. Estaba muy nerviosa. Tal vez no debía haber estado tan desesperada por contarle todo lo que me había pasado con Peter, y ahora Santiago no me estaría tirando onda. O tal vez tan solo eran imaginaciones mías... Tal vez lo de que me estaba tirando onda era algo exagerado.

Él tan solo sonrió y los tres salimos del local en el que se encontraba el restaurante. Caminamos por la calle mirando a todos los lados, pero nunca entre nosotros. Tomi caminaba un poco más adelante, jugando con una piedrecita como si se tratara de una pelota de fútbol. Se podría definir la situación como "una tensa situación", en la que nadie sabe cuando decir la primera palabra para dejar de sentirse incómodo.

— Me parecés muy linda, Lali — dijo de repente, sin tener ningún sentido su opinión. Pero sí, lo había dicho.

— Gracias — volví a decir —. Pero, bueno, ya sabés por todo lo que he pasado.

— Sí, lo sé. Y en mi opinión, creo que debés ser amada por un hombre alguna vez. Porque no todos somos basura — lo miré. ¿Peter era basura? "Em, perdona Santiago. Peter podría ser una basura, pero yo sola podía opinar eso de él, no vos" pensó mi subconsciente rápidamente" —. Con eso no quiero decir que Peter lo sea.

— Ah... Menos mal — dije en voz alta, sonando un tanto maleducada.

— Creo que Peter es muy buen chico, pero que se equivocó con todo lo que hizo.

— Sí, está muy claro que se equivocó.

— Sé que tenés el corazón muy lastimado.

Me paré y lo miré fijamente. Él también frenó y me miró:

— ¿Pensás eso?

— Lo sé. No tan solo lo pienso. Sé cómo podés sentirte.

Revoleé los ojos y él continuó:

— Y sos tan linda... Que solo de verte tan lastimada me dan ganas de...

— ¿De qué? — pregunté, con la voz algo temblorosa.

— De comerte la boca. De morder ese labio gordo...

— Emm... Ahora si que me tengo que ir... Perdón Santiago — agarré fuerte mi bolso y corrí... Sí, estaba huyendo como una niña pequeña- Como a una nena de 11 años a la que un chico se la acababa de declarar. Dios... ¡Qué vergüenza!

Corriendo llegué a casa y abrí rápidamente. El silencio inundaba la casa.

— ¿Hola? ¡¡Llegué!!

Vi que todo estaba igual que lo había dejado. Él único que salió en mi encuentro fue mi hermano Pato:

— Hola Lali.

— Hola. ¿Todo bien?

— Sí, ¿y Peter?

— ¿No está acá?

— No, he estado acá un buen rato, y no ha venido nadie.

La puta madre...

Embarazada 2 - ¿DÓNDE ESTABAS VOS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora