Embarazada 2 ~ 8

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Narra Peter:

Suspiré hondo. ¿Qué mierda iba a hacer ahora?

— Vamos a la estación de tren, cuanto antes — sugirió mi amigo —. Compramos dos pasajes y nos vamos al pueblo de Lali.

— Nos vamos a quedar sin plata — dije suspirando.

Agus revoleó los ojos. Si, me confundí de vuelta. Últimamente era verdad que no dejaba ni un solo momento de meter la pata.

— ¿Ahora te importa la plata más que tus hijos? No cambias más Peter. De verdad, más boludo no pudiste nacer. ¿Querés hacerme el favor de volver a ser el Peter maduro que defendía a Lali frente a su papá? Me encantaba ese Peter, y quiero que vuelvas a ser ese Peter — me dijo Agus.

Suspiré de vuelta y clavé mis ojos en Agus:

— ¿Qué ganó comprando un pasaje, Agus? Si tal vez Lali no me deja ver a los nenes. Es absurdo.

Agus negó con la cabeza y me agarró de los hombros mientras me miraba fijamente.

— Ganás que ella pueda perdonarte. Ganás que esos dos nenes te vean como a una figura paterna y no como a un desconocido. Ganás acercarte a Lali. Ganás también que su familia te perdone.

— Y pierdo a Blanca — añadí.

Agus suspiró:

— Elegí, ¿Blanca o los nenes y Lali?

En ese momento me costaba decidirme. No estaba aseguro de que Blanca era un simple capricho y un pasatiempo hasta que volviera con Lali. pero por otra parte estaba seguro de que quería volver a ver a los nenes y a la hermosa mamá que tenían, a la que tanto había querido. Estaba muy confuso.

— No te ofendas, pero no se responderte amigo.

Agus carraspeó:

— Está bien, puede que ahora estés confundido. Pero mañana por la noche quiero una respuesta, ¿de acuerdo? Y si no me das una respuesta, llamo a Blanca y la cuento todo, lo de que estás casado, lo de que tenés hijo, y lo de que los abandonaste. ¿Está claro?

— No serás capaz...

— No has sido el único que has cambiado en este tiempo. Yo también lo he hecho y he aprendido a valorar lo que de verdad me importa. Y tu familia, las personas que te quieren y que siempre estuvieron junto a vos, son las que importan. ¿Qué cosas malas has pasado junto a Blanca? ¿Amenazas, persecuciones? — me preguntó —. ¿Un embarazo tal vez?

Negué con la cabeza. No había pasado nada de eso junto a ella. Pero también había sido Blanca la que me había ayudado a olvidarme de todas las cosas malas.

— No he pasado nada de eso. En nuestra relación no hemos pasado situaciones de dificultad.

— Bien, si algo aprendí en clases de terapia de pareja que las situaciones difíciles siempre terminan uniendo.

¿Perdón? ¿Terapia de pareja? ¿Agustín en terapia de pareja? ¿Cuándo? Y aunque apenas tenía ganas de reír lo hice, simplemente por su comentario. Nunca me había dicho nada y me parecía bastante gracioso.

— ¿De qué te reís? — me preguntó con un gesto de seriedad.

— ¿Terapia de pareja?

— Sí, he estado en terapia de pareja. Pero, ese no es el tema ahora. El tema ahora es Lali y los bebés, por el otro lado está Blanca y la vida perfecta. Pero justo en el otro lado una madre soltera y confusa te espera con dos bebés hermosos que vos mismo engendraste una noche de calentura, a los que mimaste cuando estaban en la panza y a los que viste nacer un día.

— Me lo estás haciendo complicado.

— Es complicado — me corrigió Agus de manera sensata —. Es muy complicado, pero hay que elegir. Y si yo fuera Peter Lanzani, elegiría a la verdadera familia. Porque, la madurez va a volver algún día, y en ese momento vas a decir que te perdiste de muchas cosas. Y antes de que todo se empeore, aunque la cosa ya esté muy mal, ahora aún hay una pequeñita posibilidad, que si la remas...

— Voy a poder conseguir — terminé.

— Entonces, ¿qué tenemos que hacer?

— Ir a la estación de tren — respondí.

— ¿Para?

— Para irnos de joda — dije en broma.

Agus frunció el ceño:

— Para ir a ver a Lali, a Allegra y a Thiago — corregí.

Agus sonrió:

— Eso está bastante mejor. Me gusta.

— Llamemos al taxi pues — dije agarrando el celular.

Y tras una media hora, estábamos situados ya en la estación de tren de Buenos Aires, esperando la cola de la taquilla. La gente se iba colocando atrás nuestra, muchos de ellos con ilusión, ya que se iban de vacaciones. Yo no iba de vacaciones, al contrario, iba a sufrir la tortura china por parte de Lali, pero, por una parte me lo merecía, ya que, Agus me había hecho entender que había cometido mil y un error.

La gente iba comprando poco a poco sus pasajes, y cuando ya solo quedaba una persona justo por delante de nosotros, vi a la persona que estaba atendiendo a los viajeros. Sus ojos de color verde, su pelo teñido de color rubio oscuro y algunos de sus tatuajes me hacían reconocerla perfectamente, pero con una diferencia. Su viente estaba algo más abultado que de costumbre, pese a que el deporte era uno de sus pasatiempos favoritos, así que pude reconocer que estaba embarazada.

Cuando la persona de delante se fue, nosotros dimos un paso al frente y ella nos miró. Primero a Agus, después a mí. Al menos, estaba bien, y parecía estar tranquila. Sus problemas con la policía habrían desaparecido si es que estaba trabajando acá.

— ¡Cuánto tiempo! — dijo ella en voz no muy alta.

— Demasiado — dijo Agus mientras yo me mantenía callado.

— Peter, estoy lo suficientemente rehabilitada, no tengas miedo. De verdad — dijo sincera.

— Hiciste muchas cosas malas en el pasado, Eugenia.

— Y me arrepiento de ellas. Pero ahora estoy tranquila, llevo otro tipo de vida. Voy a ser mamá y estoy más centrada en mis cosas.

— Me alegro — musité —. Y felicidades por el embarazo.

Ella colocó su mano en la panza y sonrió:

— Es una niña.

— ¿Y el padre? — preguntó Agus.

— Es psiquiatra. Nos enamoramos durante mi estancia en la clínica. él me ha hecho que esté mucho mejor, así que no hay de lo que preocuparse. bueno, ¿dónde viajan?

— En el tren T5, hacía el este.

— Bien, ¿dos?

— Sí, dos — respondí.

Ella tecleó en el ordenador, nos dijo el precio y pagamos. Después ella nos devolvió dos tickets para el viaje.

— Espera — nos dijo antes de que pudiéramos irnos. Agarro un papelito amarillo y escribió un número de teléfono en ella —. Por si quieren verme en unos días. Y mil perdones por lo que sucedió.

— Gracias — dije solamente. Después, sin apenas mirarla, Agus y yo nos desviamos de la cola. Agus me miró:

— ¿La crees?

Tragué saliva, y después de todo lo que había hecho, no estaba seguro de mi respuesta.

Embarazada 2 - ¿DÓNDE ESTABAS VOS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora