Embarazada 2 ~ 19

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Narra Peter:

— Vamos a volver a casa lo más rápido posible, ¿de acuerdo enanos? — mis hijos me miraron como si estuviera loco. Creo que no me entendían. Pero tanto su vida como la mía, corría peligro en ese momento, estaba muy seguro.

Di un paso hacia delante y me giré rápidamente. El auto había avanzado un poco. La puta madre... Creo que no tenía escapatoria y la situación empezaba a ahogarme. La culpa la tenía Lali, por haber hecho que me fuera de esa maldita comida con el maldito Santiago. oh tal vez Dios me estaba castigando por todo lo que había hecho durante mi estancia en Australia, cuando Lali estaba acá sola con los nenes, matándose por sacar a ambos adelante. Había sido un tarado, pero igualmente Dios no podía hacerme esto ahora, y menos estando con los pobres nenes. Ya lo habían pasado demasiado mal en su vida... Y ahora esto.

— Cambio de planes — les dije de nuevo a mis hijos —. Vamos a ir a casa corriendo, ¿si? — ellos volvieron a mirarme raro. Después Thiago giró su carita y miró al auto que nos estaba siguiendo. Hizo entonces un puchero, poniendo cara de asustado. No no... No podía ponerse a llorar ahora, bastante problemas teníamos ya. No podía pararme para calmar al enano porque entonces el auto nos devoraría y moriríamos los tres.

Tomé aire y empecé a correr rápidamente. Escuché como el auto volvía a arrancar y aceleraba, empezando a seguirnos. Corre lo más rápido que pude, pero entonces, cuando el vehículo estaba literalmente pegado a mí y a mis hijos, se escuchó la puerta abrir y cerrarse. Alguien puso un papel sobre mi boca y mi nariz, y no pude deshacerme de él, lo que me provocó que rápidamente entrara en un profundo estado de somnolencia.

Lo último que recordaba, antes de que terminara de caer en ese sueño, eran los llantos de mis hijos, a los cuáles me arrebataron de los brazos. Caí al piso y me golpeé fuerte en la cabeza, pero apenas tenía fuerzas para levantarme, o para gritar. Ya no había escapatoria...

-...-

Narrador:

Los nenes fueron depositados dentro del auto. Peter reposaba en el suelo sobre el pequeño charco de sangre, sangre que le había salido de la cabeza al caerse, completamente sedado, inmóvil, indefenso...

A él lo metieron en el maletero. La mujer arrancó de nuevo el auto y el hombre se subió a la parte delantera. Los dos nenes no paraban de llorar.

— ¿Has tirado el celular? — preguntó la mujer.

— Sí, en mitad del camino.

— Bien.

El hombre sonrió y miró a los nenes.

— Me ponen dolor de cabeza, hacé que se callen Tobías, por favor — dijo ella malhumorada.

— Paula, son bebés. No nos conocen, no puedo hacer que se callen así porque sí.

— Van a vomitar en el auto, y se van a hacer caca, ¡y todo esto va a oler peor que la mismísima mierda! Hacé que se callen o te meto a vos también en el maletero — gritó ella fuerte.

— No hace falta que te pongas así, Paula. Los nenes lloran, punto. No se puede hacer nada, tenemos todo preparado en la casa, hasta que no lleguemos allí no vamos a poder calmarlos.

Paula suspiró y siguió manejando hasta salir del pueblo. Fue justo entonces cuando estacionó el auto a un lado de la carretera.

— O te ponés atrás con los dos llorones o te bajas del auto.

Tobías suspiró y abrió la puerta del auto para bajar. Cerró y se dirigió a la parte trasera, dónde se sentó colocándose entre las dos sillitas de bebé. Les hizo un par de mimos, pero la única que se calmó fue Allegra. El instinto de Thiago estaba bastante despierto, el bebé estaba nervioso y sabía que las cosas no estaban bien, y todavía le provocaba más nerviosísimo no ver a su padre, una figura, aunque poco conocida, querida, muy querida por él.

— ¿Ha llamado la pareja esta mañana? — le preguntó Tobías a Paula.

— Sí, han llamado. La quieren a ella. Y es la mejor opción, porque él nene no ha dejado de llorar ni un solo momento. Es un pequeño hijo de puta, como la policía lo vea así nos va a detener y va a empezar a sospechar. Hacé que se calme o sino sedalo como al papá.

Tobías abrió los ojos asombrado:

— ¿Estás bien de la cabeza, Paula?

Ella giró un momento la cabeza y revoleó los ojos. Después volvió a mirar a la carretera de frente, concentrada.

— No podemos sedar a un bebé de dos años, se puede morir.

— ¿Y?

— ¡¿Y?! ¡Juan lo quiere a Peter! ¡Y a uno de los nenes! Y si no conseguimos el objetivo nos va a matar. Tiene mucha gente en la banda y nuestra vida corre peligro si no cumplimos el encargo.

— Ay bobo, confía en mí, todo va a salir a la perfección. Ponele un poquito de líquido y a la nariz y a la boca 2 o 3 segundos.

— No voy a hacerle eso al bebé Paula. Porque nos podemos meter en un lío peor aún.

Paula suspiró y rió:

— ¿No crees que esto ya es suficiente? Sos demasiado imbécil Tobías... Demasiado imbécil.

— Necesito la plata, por eso estoy haciendo esto. Me echaron del supermercado por poner mal las etiquetas a los productos, no soy ningún delincuente y mucho menos un asesino. Una persona que puede lastimar a un bebé.

— Cómo quieras... Sé que no sos un asesino pero el súper perdió casi un millón de pesos por culpa de poner mal las etiquetas.

— Te repito, fue un error.

— No me importa. Pensá en que tenés que hacer y en qué no tenés que hacer. Todo queda en tu conciencia. Sabés que Juan puede tomar represalias, y si querés que ninguno de los dos muera, procura portarte bien. Porque para eso estoy acá, para obedecerle y que me pague.

— Estamos haciendo lo que nos ha pedido.

— Pero el maldito bebé me está molestando con su maldito llanto.

Tobías tragó saliva y miró a Thiago. Lo agarró en brazos y lo sacó de la sillita para mecerlo y que así pudiera calmarse.

El viaje duró una hora y unos pocos minutos más, y al fin el auto volvió a estacionarse en mitad de la carretera, al lado de un descampado en el que había una enorme fábrica abandonada, se encontraban a las afueras de la Ciudad de Buenos Aires. Un poco lejos de donde les habían secuestrado.

Aunque tanto Paula como Tobías, estaban tranquilos, porque nadie los había visto realizar aquel delito.

Embarazada 2 - ¿DÓNDE ESTABAS VOS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora