Embarazada 2 ~ 33

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Narra Peter:

Desde que la vi por última vez, nunca me imaginé que iba a volver a hablar con ella. Sinceramente, ni siquiera entendía porque me estaba llamado ese día.

— ¿Qué necesitás? — la pregunté secamente, para que se notaran las pocas ganas que tenía de hablar con ella.

— Quiero arreglarlo. No hemos podido arreglar lo que pasó... Y me da mucha pena. Perdóname por todo lo que pasó... Por favor — respondió ella.

— Creo que ya es demasiado tarde para arreglarlo. No voy a perdonarte ahora... Han pasado casi tres años desde la última vez que no me lastimaste con tus tonterías. Tengo mi casa, mi familia, mi trabajo y quiero terminar la Universidad, te confieso que hace mucho tiempo que ya no me haces falta.

— Por favor, solo vernos. Hablar... Necesito hablar contigo — su voz era muy floja, como si estuviera hablando conmigo en secreto.

— ¡Te repito que no me hace falta hablar contigo! ¡Basta ya Eugenia! — grité, y después de eso corté la llamada.

Miré a Lali y a los nenes. Los dos pequeños parecían asustados, y Lali tampoco tenía buena cara.

— Emm... Tengo que irme a clase.

— Emm... — repitió Lali —. Creo que tenemos una charla pendiente, me da igual que sea antes que después de clase. No obstante, me gusta como la trataste a esa arpía. Aunque pudiste tratarla incluso peor.

— Lali, las cosas ya han pasado. Hemos madurado. No iba a ponerme a insultarla, era demasiado. Creo que ya está demasiado loca como para volverla más loca aún.

— Bien, vete a clase. Ya hablaremos después... Ahora recojo yo todo lo de la comida y eso.

Asentí con la cabeza:

— Sí, mucho mejor. Yo recogeré en la cena. Chau — la di un pico y besé a cada uno de mis hijos en la cabeza.

— Adiós papá — dijeron los nenes a la vez.

— Los amo mucho a los tres — les dije, después agarré todas mis cosas y me fui directamente a la Universidad.

Olvidé el tema de Eugenia rápidamente, porque ella ya no me interesaba. Si me hubiera pedido perdón cuando todavía estaba a tiempo, nada de esto hubiera pasado. Pero no podía venir casi tres años después arrepentida y pidiendo perdón, diciéndome que necesitaba arreglarlo. Ya no hacia falta. Nos había arruinado la vida, no tanto como mi viejo postizo o lo que fuera esa mierda de persona de Juan Lanzani, pero en menor intensidad había hecho algo parecido. Así que ni hablar, no iba a arreglar nada con esa piba.

Las clases fueron bien esa tarde, después, nada más salir, fui a la librería para comprarla el libro que necesitaba a Lali.

— Buenas tardes — saludé al entrar en la tienda de libros de la Universidad.

— Buenas tardes — me saludó la dependienta.

— ¿Tiene un libro de poesía de un profesor llamado Benjamín Amadeo?

— Lo vamos a recibir la semana que viene. Él antes daba clases en otra Universidad, por eso aún no les hemos traído. Pero sin problema, se lo encargaré. Tengo unos cuantos ya encargados.

Mierda.

— ¿No podría ser para antes? — le pregunté.

— Lo siento, pero no.

— Es que mi mujer lo necesita para el jueves. Tiene que hacer un trabajo con ese libro, y sino, suspenderá — dije un poco desesperado.

La dependienta suspiró:

— Lo siento señor, pero no podemos darle ese libro para antes. Hasta la semana que viene no llega.

— Pago el doble, lo que sea.

— Lo siento señor, pero no puedo — respondió la dependienta.

— ¿Y sabe dónde podría encontrarlo? Lo necesita de verdad. Ese profesor vino exigiendo. Tiene que leerse un maldito poema, ¿entiende? — pregunté frustrado.

— Debe usted comprender que yo no tengo la culpa. Vendo el libro cuando lo tengo en mis manos, no quiero perjudicar a ningún alumno universitario, empezando porque yo también soy alumna — dijo riendo —. Pero bueno, él antes daba clase en la universidad pública de Buenos Aires, así que supongo que en esa librería lo tendrán. Puede ir a preguntar.

— Bueno, gracias de verdad. No obstante, apunteme en la lista de reserva del libro.

— Sí, claro. Si lo encuentra en otro lugar, avise para cancelar la reserva.

— Obvio. Muchas gracias.

— De nada — la dependienta sonrió, abriendo una libreta —. ¿Me puede dar su nombre?

— Juan Pedro Lanzani — respondí.

La dependienta apuntó:

— Perfecto.

— Gracias de nuevo — dije —. Chau — la dependienta sonrió y salí de la tienda.

Tenía que encontrar ese libro para Lali pronto, y no sabía como. Tal vez la librería de la otra Universidad ya estaba a punto de cerrar, puesto que ya era tarde, y seguramente no llegaría a tiempo. Pero Lali lo necesitaba de verdad. Nuestra beca dependía de nuestras notas y de nuestro esfuerzo. Y no iba a dejar que el tarado del nuevo profesor suspendiera a Lali por sus malditas exigencias de profesor joven y prepotente.

Por lo que antes de retomar mi camino a casa, decidí llamar a Lali para preguntarla su opinión sobre todo el tema:

— ¿Amor? — preguntó al atender.

— Hola amor, ¿todo bien?

— Sí, ¿vos?

— Bien, escuchá. Tenemos un problema, en la librería de la Universidad no van a tener el libro hasta la semana que viene, pero aún lo venden en la otra librería de la otra Universidad en la que el daba clase. ¿Te gustaría que me acercara para preguntar?

— Amor, ya es tarde — dijo ella —. Da igual sino, ya me las apañare.

— No da igual, necesitas el libro y voy a hacer lo que sea para conseguirlo y que puedas tener hecha la maldita redacción o ensayo, o comentario para el jueves.

— Pero amor, estás cansado. Y ya es tarde, no te preocypes, de verdad. Esperaré. Puedo buscar en Internet a ver si hay alguna poesía.

— No obstante, voy a acercarme. Es mi obligación como esposo...

— Ay, gracias de verdad — me la imaginé sonriendo. Era tan linda... —. ¿Qué haría yo sin vos?

— Yo también te necesito para todo... Mataría a ese Benjamín Amadeo si me lo encontrara.

— ¿Perdón? — una voz me llegó desde atrás —. ¿Cómo que si te encontraras conmigo, me matarías?

Ups...

Embarazada 2 - ¿DÓNDE ESTABAS VOS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora