Embarazada 2 ~ 7

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Narra Lali:

Mi hermano me escuchaba completamente sorprendido por la actitud que Peter había tenido durante todo este tiempo, y más, cuando se enteró de que estaba con otra chica, mientras yo estaba en Buenos Aires muriéndome del asco, con sus dos hijos, mejor dicho, con nuestros hijos.

— No me lo puedo creer, en serio te lo digo Lali — me hermano me agarró de las manos.

Yo desvié la mirada por un momento y miré a los nenes. Estaban ensimismados jugando con unos peluches con forma de gatito que mi hermano les había regalado por nuestra llegada. Al menos ellos no tenían preocupaciones, y eso me tranquilizaba. Pero si que se sentían mal cuando a mí me veían sufrir, o llorar...

Volví a mirar a mi hermano y tragué saliva:

— Agus no suele mentir, Pato. Si él me ha dicho eso, es porque tiene que ser verdad. No creo que quisiera lastimarme sin más con esa carta. Y en el caso de que fuera una broma, sería algo de muy mal gusto — suspiré —. Pero, te repito, no creo que la carta de Agus se trate de una broma.

— ¿Y qué vas a hacer?

Volví a suspirar y cerré los ojos por un momento. Dudaba mucho, nunca me hubiera imaginado esta vida de mierda hacía unos años, pero, era lo que me había tocado vivir, y ahora no podía cambiarlo. Tal vez dentro de un tiempo sí, pero sería bastante complicado.

— Buscar trabajo en la fábrica. No me queda otra.

— ¿Te estás escuchando? La Lali de antes nunca...

Le interrumpí:

— La Lali de antes ya no existe. Ahora está la Lali luchadora que haría cualquier cosa por sus hijos. Hasta trabajar como prostituta, solo para que ellos pudieran tener una vida los suficientemente decente.

Mi hermano suspiró:

— No digas tonterías. Siempre hemos salido de los problemas, y también vamos a salir de este por muchas cosas que pasen. Así que tranquila, ¿si?

Asentí con la cabeza, aunque poco convencida.

— ¿Papá?

— En la cama.

Sí. Había hecho una pregunta estúpida. Desde hacía tiempo mi padre no se movía de la cama, o del sillón. La rehabilitación que necesitaba para poder andar de vuelta era demasiado cara, y el trabajo de mi hermano no podía pagarla. Tal vez, si las cosas hubieran salido bien y yo hubiera conseguido terminar la carrera, podría haber entrado en un buen puesto de trabajo y haberle pagado la rehabilitación que mi padre necesitaba. Pero repito, mis sueños se habían visto frustrados por un mujeriego que no se puso un condón. Y en parte también por mí, pero, no quise abortar. Y aún estando metida en graves problemas, tampoco lo hubiera hecho.

— Seguro que ver a los nenes le anima.

Mi hermano sonrió:

— Por supuesto que le va a animar y alegrar ver a sus hermosos nietos.

Yo también sonreí y después miré a los nenes:

— Vamos a ver al abuelo, ¿si?

Ellos me miraron y se acercaron a mí. Les agarré a cada uno de una mano y caminamos por la casa, la casa donde había pasado mi infancia y mi adolescencia, y también donde ocurrieron algunos de los mejores momentos de mi vida. Acá fui feliz, excepto en alguna ocasión, por ejemplo, cuando mi madre falleció. Fue un duro golpe, aunque yo no la había conocido, y tan solo recordaba su cara por fotos. Mi hermana y mi padre fueron quiénes me criaron y me ayudaron a convertirme en quién soy ahora. Una persona luchadora. También Peter, con sus tonterías, colaboró. Por no hablar de los problemas con Juan, el encierro, mi estancia en la casa de madres solteras, y en convertirme tanto en la figura materna como paterna para Allegra y Thiago.

Embarazada 2 - ¿DÓNDE ESTABAS VOS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora