La puerta de la clase fue cruzada por Jeongyeon, la que tenía una sonrisa por boca. En ese instante, todos los presentes la miraron. Ella se sintió intimidada por un momento, luego suspiró y volvió a sonreír. Eso era normal, que la mirasen era normal. Jeongyeon había sido la mejor de su promoción desde segundo año, así que, que todos la observasen al detalle, no le sorprendía en absoluto.
—¡Jeongyeon!
La aludida fijó su mirada en dirección a la voz. En seguida una figura con coletas a cada lado del rostro la atrapó en sus brazos. Su mejor amiga, Momo, estaba en la misma clase que ella y ahora ambas lo celebraban, abrazándose, dando saltitos y riendo, felices.
—Vaya, vaya... —una chica de cabello más oscuro, se acercó con paso suave y lento hacia las otras dos muchachas—, si el matrimonio de la clase se ha reunido...
Jeongyeon y Momo se miraron aún abrazadas, después, con rostro serio se giraron para ver de quién provenía aquel comentario. Al ver el rostro de la chica, se separaron y corrieron hacia ella para atraparla en sus brazos.
—¡Jihyo! —exclamaron las dos al unísono.
Jihyo permaneció inmóvil, algo incómoda. Realmente no le gustaban los abrazos, pero aceptaba los mimos y muestras de cariño que sus amigas le daban —claro que todo tenía un límite.
—¡Cuánto tiempo! —Momo siguió dando saltos alegres.
—¿Y si nos separamos un poco? —sugirió Jihyo algo agobiada.
La chica de coletas y la muchacha de pelo corto y castaño asintieron algo avergonzadas y accedieron a devolverle su espacio personal. Sin embargo, cuando estaban a punto de dar un paso atrás, una cuarta persona las abrazó, juntando de nuevo sus cuerpos en un golpe.
—¡Abrazo familiar! —gritó entre risas aquella, que era Nayeon, la mayor del grupo.
—¡No! —Jihyo parecía desesperada—. ¡Aparta! ¡Necesito respirar!
Entre empujones, golpes, gritos y forcejeos, Nayeon quedó estampada contra una de las paredes de la clase y Jeongyeon acabó en el suelo boca arriba al lado de la entrada, su cabeza traspasando el marco de la puerta.
—¡Duele! —Nayeon comenzó a retorcerse de dolor y a soltar quejidos con un llanto un tanto falso—. ¿Por qué eres así?
—Lo siento, Nayeon —Jihyo sonaba arrepentida—. Estabais ocupando mi espacio personal.
La pelinegra se incorporó para ayudar a la muchacha de dientes de conejo, esta aceptó su ayuda y quedó de pie de nuevo. Momo se acercó a Jeongyeon, la cual ni se había inmutado por el golpe. Miraba hacia arriba y alcanzaba a ver una desconocida barbilla de un chico que quería entrar a esa aula. El chico bajo la mirada, viendo entonces a la muchacha de pelo corto. Jeongyeon pensó en ese momento que ese chico era demasiado atractivo como para existir.
—¿Estás bien? —preguntó este con una voz dulce de más. Jeongyeon asintió sin apartar la mirada de él— ¿Necesitas ayuda? —cuestionó inclinándose un poco más hacia ella.
La chica volvió a asentir de forma automática.
—Es decir, no —la castañita se enderezó, sentándose en el suelo para después levantarse sacudiendo su falda. Luego, volvió a mirar al chico rubio y preguntó—: ¿Es esta tu clase?
El chico asintió dedicándole una sonrisa. Ella seguía mirándolo fijamente mientras él se sentaba en uno de los asientos libres, ignorando por completo la atención que colocaba en él.
La profesora llegó entonces acompañada de una sonrisa forzada. Dio unas palmas pidiendo silencio y que todos tomasen asiento. Nayeon miró a las otras tres chicas.
—En realidad, nos han tocado clases distintas —reveló mostrando un puchero.
El rostro de Momo se entristeció. Jihyo suspiró un tanto aliviada.
—Nos vemos en el recreo, ¿eh? —Jeongyeon le dedicó una pequeña sonrisa posando su mano en el hombro de la de dientes de conejito.
Todas se despidieron de ella mientras corría fuera de la sala. Jeongyeon se sentó en la primera fila. Con un pequeño vistazo, la castaña pudo comprobar el lugar donde se posicionaba el chico rubio tan guapo que había visto antes, en última fila.
—De acuerdo —la profesora, una mujer joven, de pelo rizado y pequeños anteojos comenzó a rayar la pizarra con una tiza—. Os preguntaría si habéis estudiado, pero prefiero comprobarlo —después de plantear una ecuación, se giró hacia los alumnos—: ¿quién quiere resolverla?
Jeongyeon levantó la mano con energía, esperando ser aceptada por la profesora. Y así fue. La muchacha se levantó y caminó unos pocos pasos hasta colocarse en frente a la pizarra. La tutora le tendió una delgada tiza blanca que ella cogió. Comenzó a escribir, resolviendo la ecuación. No era rápida resolviendo ese tipo de operaciones, pero era perfecta, jamás se equivocaba. La profesora sabía eso y le encantaba verla en la pizarra haciéndolo.
Tras unos minutos llenos de suaves y llanos ruidos de tiza en pizarra, Jeongyeon dejó caer la tiza en la repisa de la pizarra y volvió a su asiento. Había terminado.
La profesora observó el resultado con detenimiento. Después anunció:
—Como siempre, perfecta —miró a la chica con una sincera sonrisa—. Veo que estas vacaciones no te han despistado, Jeongyeon.
La mujer comenzó a hojear el libro de la materia, ya preparada para comenzar un nuevo tema. Mientras, el chico que había sufrido aquel «encuentro» con la castaña, no dejaba de darle vueltas a aquella operación, había algo que no le cuadraba.
Fue cuando la profesora iba a comenzar a hablar, cuando levantó la mano pidiendo permiso para intervenir.
—¿Sí? —la tutora le señaló levemente—. ¿Cuál es tu nombre?
—Jimin —contestó este.
Se llama Jimin, pensó Jeongyeon. Ya podía darle nombre a ese bonito rostro.
—La ecuación está mal —sentenció el rubio, haciendo a la vez que a la chica responsable de la solución le diese un vuelco el corazón.
—¿Eh? —la mujer pestañeo, después giró a ver la pizarra—. No veo el fallo... ¿Puedes resolverla tú?
Jimin asintió levantándose de la silla. Una vez cara a cara con la pizarra, empezó a escribir la resolución de la cuenta.
Jeongyeon rezaba porque la respuesta no estuviese mal. Ella no se equivocaba nunca, algo así era imposible.
El rubio se apartó levemente de la pizarra, dejando ver la solución a la profesora. Esta se llevó las manos al rostro y exclamó:
—Tenías razón, Jeongyeon se confundió en la multiplicación.
Jimin volvió a su asiento con gesto triunfador. A Jeongyeon le embargaba la rabia.
Esta no fue la última vez que se le ocurrió clavarle un bolígrafo en elcuello, solo fue el comienzo de una guerra.
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Maybe
FanfictionJeongyeon quiere ser la mejor de la clase y Jimin no se lo pondrá fácil. La guerra ha comenzado. (Quizás no solo sea una enemistad). ------ ↬pareja principal heterosexual ↬fluff y algo de drama ↬long fic ↬adecuado para mayores de...