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Jimin había vivido toda su vida en Busan y cuando a sus trece años le anunciaron que, debido al trabajo de sus padres, se mudarían a Suwon, no le gustó demasiado la idea. Bien podía adaptarse a una nueva ciudad —aunque le doliera abandonar la costa—, pero sus amigos y su colegio eran otra cosa. ¿Habría un club de baile allí donde iba?

No fue tan malo como esperaba, todos en su nuevo instituto le trataron bien y su popularidad entre las chicas fue realmente envidiable. Sin embargo, sus días de paseos en la playa y presentaciones de baile se convirtieron en días llanos. Y eso le entristeció.

Hasta que lo conoció.

Fue un día que salió tarde de clase por culpa de un examen demasiado largo. Los pasillos estaban desiertos y el silencio reinaba en el lugar a excepción de un aula que creía vacía, desde la que una melodía se hacía sonar. Lleno de curiosidad, asomó la cabeza por una pequeña ventana de la que constaba la puerta y vio un chico. Ese chico, mayor que él, bailaba, estaba bailando. ¡Y cómo bailaba! Jimin no podía estar más maravillado.

Fue cuando terminó la coreografía, cuando la puerta en la que Jimin se apoyaba cedió, abriéndose y haciendo que se cayera al suelo. El chico desconocido le miró atónito.

¿Qué demonios? —exclamó— ¿Estabas espiándome?

—No —murmuró Jimin rojo de vergüenza, todavía en el suelo.

—Mentiroso —dijo, divertido, y le ayudó a levantarse.

—¿Es esto un club de baile? —preguntó Jimin mirando el equipo de sonido del que todavía sonaba una animada canción.

—Si con «club de baile» te refieres a una sola persona que no tiene ganas de volver a casa después de clase y se la pasa bailando, sí, esto es un club de baile —ironizó.

—¿Puedo unirme? —exclamó el menor con una enorme sonrisa.

El desconocido realizó una mueca, ¿de dónde había salido ese chico?

—¿Eres de primero? —preguntó a la vez que miraba un pequeño pin que este llevaba en su uniforme, donde estaba escrito su nombre. El menor asintió— Vale, Park Jimin, esto es un club de baile, no una escuela. Si no puedes seguirme, te irás —determinó, autoritario—. Yo soy de tercero, así que yo mando, ¿eh?

Jimin movió su cabeza de arriba a abajo frenéticamente, entusiasmado con bailar junto a él.

—¡Lo haré lo mejor que pueda, hyung! —anunció, realizando un saludo militar.

El mayor le pidió a Park que realizase alguna coreografía para verificar su nivel. Así lo hizo. Y decir que se sorprendió con su habilidad, sería poco.

Sin embargo, al caminar unos pasos más adelante, Jimin se acercó demasiado al equipo de música y uno de sus pies se enredó en los cables del aparato, cayendo súbitamente al suelo. El mayor se alarmó y se precipitó hacia él con la intención de ayudarle y con la mala fortuna de tropezar también y caer sobre el menor.

Jimin emitió algún que otro quejido. El chico que acababa de conocer era más grande que él, más alto, y pesaba bastante.

—Perdón, ah —pidió, nervioso, a la vez que se incorporaba, el rostro de Jimin bajo el suyo—. ¿Estás bien?

Sus rostros estaban muy cerca y eso era abrumador. Las mejillas de Jimin comenzaron a arder. Ese chico era demasiado guapo. Pero, espera, ¿dónde había ido su heterosexualidad?

—¡Jeon Jungkook! —chilló un tercero que acababa de entrar en la sala. Sus ojos estaban muy abiertos y detonaba furia— ¡¿Acaso estás engañándome?!

MaybeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora