[06]

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Jeongyeon pensó que, como las mesas de trabajo de los alumnos estaban alejadas de la de la profesora, era una buena idea solicitarle entonces que la dejase hacer el proyecto indi­vidualmente. La castaña no estaba dispuesta a formar equipo con Jimin, en absoluto.

—Haré el mejor trabajo de la clase, ya lo verá —insistió—. Sólo déjeme hacer el proyecto por mí misma.

La docente volvió a suspirar y mostró la mejor de sus sonri­sas.

—Sé que lo harás, Jeongyeon —dijo con suavidad—. Pero, teniendo la oportunidad compartir la experiencia con un compañero, creo que deberías de aprovecharla.

Viendo que sería complicado convencerla, el rostro de la castaña entristeció. Sin embargo, no se rindió.

—Sé que esta tarea está hecha para hacerla en grupo —admitió—, el problema está en la persona con la que debo trabajar.

La mujer volteó su mirada hacia el chico rubio que parecía dibujar algo con suma concentración.

—¿Tienes algún problema con Jimin? —volvió a fijar su vista en la castaña, algo sorprendida al respecto.

—Bueno... —Jeongyeon retrocedió, nerviosa—, no es nada, en realidad.

La profesora volvió a sonreír, intentando mantenerse empática.

—Jeongyeon —la nombrada, ahora sí, dio todo cambio de equipo por perdido al ver el tono que utilizó—, Jimin es un chico nuevo en este instituto, ¿no crees que sería beneficioso para ambos trabajar juntos? De aquí podría nacer una amis­tad, ya verás.

«Amistad», Jeongyeon evitó reír al escuchar aquello. Ella nunca se haría amiga de ese sujeto, ni en sueños —ni en pesadillas—. Jimin era todo un obstáculo para ella, era mejor que ella en muchas materias —por lo que había visto—. Aquello le suponía un problema ya que los demás no la verían como la mejor de su promoción, sino, como una chica corriente. ¿Y quién no se fija en los defectos de una chica corriente?

Para colmo, el rubio se había enterado de su oscuro pasado, algo que quería ocultar a todo precio. Jeongyeon desconfiaba de él y temía que lo usara en su contra. Una pequeña —muy pequeña— parte de ella le decía que, si en aquellos tres días pasados no había revelado su secreto a nadie, quizás no lo contase nunca.

Al ver que seguir insistiéndole a la profesora sería en vano, Jeongyeon acabó sentándose al lado del rubio, quien le miró divertido.

—¿No lo has conseguido? —preguntó, la otra mostraba cara de pocos amigos. Jimin suspiró e inclinó su cabeza hacia ella sonriendo maliciosamente—. Bueno, viendo tu cara y que es­tás sentada aquí, creo que no —Jeongyeon rodó sus ojos—. No es como si fuese algo malo. ¿Qué chica no querría trabajar con un chico tan guapo? —apartó el flequillo de su rostro haciendo una vanidosa pose.

—¿Un chico guapo? ¿Dónde? —bromeó Jeongyeon girando su torso en busca de aquella persona.

Jimin emitió una sonora y falsa carcajada, la chica sonrió satis­fecha.

—No eres la adecuada para hablar sobre eso, Jeongyeon —le espetó el rubio.

—¿A qué te refieres? —los labios de ella formaron de nuevo una línea recta—. ¿Insinúas que soy fea?

—Sí —mintió riéndose de la expresión de la contraria.

—Si le gustaba a Tae, tan fea no seré —se defendió.

—Bueno, debes tener en cuenta que a él le gustan los hombres —Jimin seguía divirtiéndose con aquella conversación, cada vez más vehemente—. Si le gustabas, era porque pareces uno.

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