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—¡Jeongyeon!

La nombrada, que ya se encontraba en la salida del instituto, se giró hacia atrás y vio a sus tres amigas. Eran pasadas las seis de la tarde y se sorprendió al verlas todavía por allí.

—¿Qué pasa? —preguntó sin moverse.

—¿Ya te vas a casa? —fue Momo la primera en hablar.

La peli-corta asintió.

—Sí, Jimin no podía quedarse a ensayar esta tarde.

—Entonces, quédate con nosotras; vamos a preparar su re­galo de cumpleaños —Nayeon sonrió de oreja a oreja.

Jeongyeon pensó que, si las ayudaba, quizás no tendría que gastar dinero en un regalo, así que aceptó. Acto seguido, sus amigas la llevaron hasta el pasillo principal de su curso.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó mirando a sus tres amigas.

Se miraron entre ellas, discutiendo quién hablaría. Al no dar con ninguna decisión, Jihyo acabó empujando a Nayeon hacia delante.

—Tú has tenido la idea, ¡díselo tú!

La de dientes de conejito solo esbozó una nerviosa sonrisita.

—Si no queréis contármelo, puedo irme y... —Jeongyeon hizo el ademán de dar media vuelta, pero Nayeon la detuvo.

—No, no, te lo contaré.

La castañita escuchó con atención cada una de las palabras que su amiga le decía, pero no lo comprendía del todo.

—¿Puedes repetir?

—Sí —suspiró profundamente—. Vamos a hacerle una broma a Jimin: las cuatro dejaremos una nota en su taquilla declarán­donos.

—¿Y eso por qué?

—Quiero ver su reacción —sonrió maliciosamente—, será divertido.

Jeongyeon alzó una ceja.

—No contéis conmigo entonces —determinó con un sem­blante serio en su rostro.

—¿Por qué? —realizó un puchero de tristeza, ya saben, de esos que no puedes ignorar.

Jeongyeon tuvo que cerrar los ojos para resistirse a sus encantos.

—Porque no estoy en un tipo de relación con Jimin en el que pueda hacer ese tipo de bromas.

—¡Por eso será tan divertido! —alegó. Jeongyeon negó con la cabeza.

—A parte —lanzó una mirada rápida a Momo—, no lo digo por mí, pero, si a alguna de nosotras le acabase gustando Jimin y se declarase, ¿creen que nos creería?

Las tres lo pensaron por unos instantes.

—Bueno, seguro que no pasa —concluyó Jihyo—. Jimin no...

—Jeongyeon tiene razón —habló Momo en forma de murmuro—. Yo tampoco quiero hacerlo.

Nayeon frunció el ceño, en desacuerdo. Jihyo suspiró de forma cansada al ver que pasaría el resto de la tarde a solas con ella. Por otro lado, Jeongyeon regresó a casa junto a Momo, cosa que no hacían desde tiempo atrás.

—Entonces, ¿es verdad? —preguntó la más alta al llegar a la casa de Momo.

—¿El qué?

—Te gusta Jimin.

—Ah... Emh, yo... —balbuceó sin poder pronunciar palabra. Jeongyeon sonrió—. No se lo digas a nadie, por favor —ter­minó por decir, avergonzada.

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