[07]

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Jeongyeon salió del vestuario femenino dando un fuerte golpe con la puerta. Revisó su reloj de pulsera con un leve mo­vimiento de cabeza; aún le quedaba más de una hora para co­mer algo. Si sus amigas le permitían hablar con ellas, quizás su enfado se esfumaría —pues aún seguía enojada por el tema de Jimin.

Llegó a la cafetería minutos después. Bandeja en mano, se acercó a donde Jihyo y Momo esperaban su turno para obtener la comida.

—¿Puedo ir con vosotras? —cuestionó algo avergonzada. Las otras dos chicas se miraron pensando en la respuesta y terminaron por asentir—. Gracias.

Jeongyeon sonrió, Momo le devolvió la sonrisa, pero Jihyo, en vez de eso, la miró con algo de reproche.

—Tenemos que hablar sobre lo que hiciste antes —anunció la azabache.

—¿Lo visteis? —Jeongyeon abrió mucho los ojos.

—Todos te vimos, Jeongyeon —Momo intentó ser suave, pero aquello sonó como una puñalada para su amiga.

La mirada de Jeongyeon oscureció. Comenzó a pensar en ello; claro que la vieron todos, ocurrió en mitad de la clase. Permaneció en silencio.

Cuando su turno llegó, las tres chicas comenzaron a llenar sus bandejas. Jihyo —como era costumbre— tan solo se echó al­gunas cucharadas de arroz y algunas porciones de carne. Jeongyeon, consciente de aquello, se acercó rápidamente a ella.

—No deberías comer tan poco... —le aconsejó, cogiendo una cuchara para llenar completamente los departamentos de la bandeja de su amiga.

—¿Qué haces? —Jihyo se alarmó e incluso intentó apartar la bandeja de la castaña.

—Antes te sentías mal debido a la dieta que te impusimos —razonó ella terminando por echar prácticamente medio kilo de arroz en el recipiente.

Jihyo calló, no podía negarse ya que era justo esa la solución al problema que había fingido tener horas antes. Momo, testigo de la escena, aprovechó para —en vez del arroz y de la carne que tanto le gustaba— coger un pequeño plato de ensalada con más lechuga que tomate. También colocó algunos trozos de carne encima para disimular aquello y corrió tan rápido como pudo hasta una mesa.

Poco después, las otras dos, también llegaron a la mesa para comenzar a comer entonces.

—Nayeon no sabe nada —dijo Jihyo, seria—, debes contár­selo.

—¿Por qué? —Jeongyeon hizo un puchero que Momo rió.

—¡Tiene sus derechos! —estuvo a punto de dar un golpe en la mesa, pero se detuvo—. Ella piensa que corriste en el gimna­sio porque quieres adelgazar.

Momo se atragantó con la lechuga y comenzó a toser mientras la chica de pelo corto asimilaba la información.

—¿Sabéis que estoy castigada? —Jeongyeon dejó de comer para acercarse más a sus dos amigas.

—Obviamente —habló Momo después de recuperarse.

—¿Cómo? El director pidió expresamente que no se dijera nada —fijó su mirada en ambas, quienes la apartaban de ella. La castaña comenzó a pensar intentando sacar conclusiones—. ¿Fue Jimin? Fue él, ¿verdad? —se levantó de su silla—. En cuanto lo vea...

—No, no —Momo intentó calmarla, desmintiéndola—. No fue Jimin.

La castaña volvió a ceñirse en su asiento.

—¿Entonces?

—Fue Taehyung —aclaró la azabache con un semblante serio.

—¿Os conocéis? —Jeongyeon cada vez entendía menos.

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