[Extra: Los consejos de Jungkook]

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—Demasiado formal —determinó el pequeño Jungkook con los brazos cruzados.

—¿Tú crees? —Jimin se miró por enésima vez al espejo. Lle­vaba una camisa y un pantalón de color azul, cosa que a él le gustaba, pero si su amigo decía «no», era no— ¿Qué debería ponerme, entonces?

El más joven abrió el armario del otro. Revolvió de un lado a otro las prendas, terminando por sacar un pantalón vaquero lleno de rotos y una sudadera negra.

—Con esto arrasarás en tu cita —aseguró con una enorme sonrisa.

Jimin frunció su ceño.

—Ni hablar.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Que te entre ahí —señaló la cabeza de Jungkook—: no es una cita. Y esto no es para nada mi estilo; es tu estilo.

—Por eso yo tuve tanta popularidad entre las chicas y tú, no —le espetó—. Debes aprender de mí.

Jimin asintió vagamente. Terminó por ponerse la sudadera rosa que le había regalado su hermano y unos pantalones y cha­queta de tejido vaquero sin un solo roto.

—Pasable —opinó esta vez. El rubio chasqueó la lengua—. De todas formas, es mejor preparar tu interior.

—Estoy de acuerdo.

—Tienes que parecer un chico malo, hyung —dijo, para la sor­presa de su amigo—. A las chicas les va eso.

—¿Qué? —Jimin pensaba que haberle pedido consejo a Jungkook era cada vez peor idea— No, Jeongyeon no es así.

—Bueno, mira a Seulgi; se quejaba de que eras demasiado bueno, así que...

—Seulgi es Seulgi y Jeongyeon es Jeongyeon —alegó, cansado—. Y Jeongyeon es solo una amiga.

—Pero tú quieres que sea otra cosa, ¿verdad, hyung? —sonrió travieso.

El rostro de este se tornó rojo y negó con la cabeza varias veces.

—Venga, fuera —dijo, señalando la puerta de su habitación—. Vete, no ayudas.

—¿Qué? ¡Hyung! —hizo un puchero— ¡No puedes echarme!

—¿Cómo que no? Verás.

Jungkook emitió un grito agudo y corrió en torno al cuarto con Jimin detrás.

Risas y más gritos se escucharon. Jihyun se detuvo frente a la puerta, ¿su hermano había invitado a alguien?

—Jimin —llamó antes de tocar la puerta, abrirla y entrar—, ¿ha venido alguien a verte?

Un enorme silencio se hallaba en la habitación. El pequeño Park se encontraba tumbado en la cama, con la mirada en el techo.

—¿Estás solo? —el menor asintió— Ah, me había parecido... Perdón.

Y salió tan rápido como pudo, pues sabía exactamente qué pa­saba.

—Se fue —susurró Jimin entonces hacia el armario, de donde Jungkook salió segundos después—. Ya puedes considerarte abiertamente gay, Jungkookie.

—¿Qué? ¿Por qué? —miró a su alrededor, confuso.

—Acabas de salir del armario... —señaló, riéndose a carcaja­das.

—Tu humor es lo peor, hyung.

Jimin hizo el ademán de asestarle un golpe a la vez que fingía estar indignado.

—Me voy —anunció—, no quiero llegar tarde.

—No, no —corrió hasta ponerse delante del mayor—. No puedes llegar pronto.

—¿Y eso por qué, «Doctor Amor»?

—Tienes que llegar tarde, así verás si la chica realmente quiere verse contigo, o no.

Asintió de nuevo y llegó allugar donde había quedado con Jeongyeon diez minutos antes.

Asintió de nuevo y llegó allugar donde había quedado con Jeongyeon diez minutos antes

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