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Ya en el hospital, la profesora tuvo que llamar a la madre de Jeongyeon para pedir permiso para realizar la operación. Y es que, efectivamente, se había roto la tibia debido al golpe. También tenía muchos arañazos y moratones debidos a las ramas que chocaron contra ella, pero eso no era importante en comparación.

Jimin debió mantenerse afuera durante la intervención y, cuando le avisaron de que podía pasar, se levantó en un estrepitoso salto y corrió dentro de la habitación. Jeongyeon estaba tumbada en la cama de la que constaba el lugar, consciente. Aún sufría los efectos de la anestesia —lo notó por su somnolienta expresión—, pero él se sentó en una silla cercana de todos modos. Ella pareció no percatarse de su presencia.

—Jeongyeon —llamó su atención con delicadeza. Todavía llevaba puesto el abrigo, mientras que la castañita vestía el uniforme hospitalario de los pacientes—, ¿cómo te encuentras?

No respondió. En su lugar, le miró sin mostrar expresión alguna. El chico fue a preguntarle de nuevo por si no lo había escuchado, pero, de repente y sin esperarlo, ella formó un puchero. De esos que odiaba y que le provocaban muecas de desagrado. Pero Jeongyeon lo estaba haciendo, cosa que le preocupó.

—¿Estás...? —fue a preguntar, pero ella le interrumpió.

—Lo siento tanto... —casi sollozó. Su voz había cambiado drásticamente, ahora se asemejaba a la de una niña pequeña. Jimin se alarmó aún más― Te he estado tratando muy mal, ¿verdad? —fue a responder, pero ella no le dejó porque siguió hablando— Querías ayudarme y te grité, lo siento mucho.

—Eso no es...

—Y no solo hoy —continuó con su extraño berrinche. Pareciera que estaba ebria—, te trato así a diario. Y es que creo que me gustas, pero prefiero odiarte, ¿sabes?

Stop. ¿Acababa de decir lo que acababa de decir? Bendita anestesia, Jimin no daba crédito.

—Jeongyeon —llamó de nuevo—, ¿te gusto? ¿De verdad que te gusto?

—Tengo sueño —dijo en cambio—. ¿Por qué no duermes conmigo?

No era una pregunta, era una petición. Y es que ya había cerrado los ojitos y se había acomodado en la cama de nuevo.

—¡Oye! —suplicó él en busca de respuestas.

Cuando empezó el viaje, dormir junto a ella era lo que más quería, pero ahora las cosas habían acabado así y Jimin no podría pegar ojo.

Después de aquel incidente, Jeongyeon regresó a Suwon para recuperarse. Jimin pasó el resto de la semana leyendo manga, llorando y preguntándose si lo que había dicho la castañita era cierto. Y es que, aunque fuese verdad, ella seguramente no recordaría haberlo dicho, pues estaba medio dormida entonces. Eso le mataba.

***

La primavera llegó poco después, llevándose con ella el frío —cosa que muchos agradecieron—, pero no los exámenes, que serían cada vez más frecuentes debido a la proximidad del fin del curso escolar. Jeongyeon había estado utilizando muletas durante el resto del invierno, ahora no; solo cojeaba. Se la veía feliz porque —aparte de que se libraba de todas y cada una de las clases de educación física— su hermana ya estaba en Seúl, había hecho la audición y obtuvo buenos resultados en ella.

—¿Te llevo la mochila? —Jimin apareció frente a ella como si se tratara de un pokémon salvaje (inesperado, pero molesto si llevas mucho tiempo jugando al juego. Claro que un pokémon salvaje nunca molesta si es tu favorito). Jeongyeon se preguntó si algún día entendería que se había herido en la pierna, no en los brazos ni en la espalda.

MaybeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora