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—¡Dale! ¡Es más arriba! ¡Casi! —Momo gritaba a la vez que daba palmas. Su novio estaba tratando de acertar en una gran diana con el fin de conseguir el peluche que ella quería. Y no daba ni una. Pagó otros mil wons por tres intentos más, que falló en menos de un minuto. Ella le miró con ternura, pues este incluso sudaba por el esfuerzo— Yoongi... —llamó, ganando su atención—, deberías parar, ya has gastado mucho dinero.

—Pero querías ese peluche —señaló uno grande y peludo, con la forma de un perrito.

—Ya tengo muchos —sonrió y le tendió la mano—. ¿Vamos?

Yoongi asintió y cogió su mano. Y fue cuando se fueron a dar la vuelta cuando vieron al resto de sus amigos, envueltos en enormes abrigos acolchados y bufandas, contemplado la escena y haciendo fotos.

—Qué monos... —murmuró Jihyo, enternecida.

—Justo como en los doramas, sí señor —apuntó Taehyung.

—¿Podéis besaros? Quiero ver eso —exclamó Nayeon con el teléfono en la mano, preparada para inmortalizar el momento.

Se negaron al instante y huyeron del lugar.

Por otro lado, Jimin, luego de ver aquello y lo romántico que había sido, corrió hacia Jeongyeon, que se encontraba observando como preparaban costillas a la brasa en un puesto. La agarró de la muñeca y la llevó a un puesto de tiro.

—¿Qué haces? —exclamó ella a la vez que se resistía, confusa— ¡Quería probar eso!

Él negó con la cabeza.

—Luego, luego —dijo—. Quieres un peluche, ¿a que sí? —señaló las decenas de muñecos que se encontraban colgados alrededor del puesto.

—Pues no —gruñó—. No me gustan los peluches.

Jimin parpadeó, las cosas no estaban saliendo como esperaba.

—No, no —siseó, a la vez que negaba con la cabeza—. Ahora tienes que decir: «¡oh, Jimin-ssi! ¡De verdad que quiero un peluche!» —chilló con una voz aguda de más y Jeongyeon realizó una mueca de desagrado.

—Haz lo que quieras —terminó por decir cuando vio como Jimin pagaba por tres intentos al vendedor.

El rubio agarró la escopeta con algo de miedo. Nunca había estado tan cerca de una y, al fin y al cabo, era un arma. Sabía cómo funcionaba gracias a películas y series, por lo que se imaginó a sí mismo acertando a la primera. Jeongyeon se asombraría mucho y exclamaría: «¡oh, Jimin, eres genial!» Luego se abrazarían y, al final de la noche, se besarían bajo la luz de fuegos artificiales. Jimin podía imaginar a Jeongyeon sonrojada muy cerca de él, con los ojos cerrados y los labios unidos a los suyos. ¿Cómo sería besarla realmente?

—¿Vas a disparar o qué? —la voz de Jeongyeon le despertó de su ensoñación y se dispuso a disparar. Sus manos sudaban pese al frío y temblaban, por lo que su inseguridad aumentó. Trató de calmarse y apuntar, algo que no consiguió hacer adecuadamente y falló el tiro.

Todavía con dos intentos más, no perdió la esperanza. Esta vez lo haría, conseguiría aquel peluche y pondría a Jeongyeon a sus pies, totalmente perdida por él.

Bam, bam.

—Eres malísimo —río la castañita, divertida. Y es que, los disparos de Jimin ni siquiera habían tocado la diana.

Él gruñó, enfurruñado, y pagó por más intentos, que volvió a fallar a la vez que Jeongyeon se carcajeaba. Las cosas estaban ocurriendo demasiado distintas a lo que esperaba. Ni siquiera lo estaba mirando con ternura, ¡Jeongyeon se estaba riendo de él! Y eso no acabaría así, por supuesto que no.

MaybeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora