[Extra: Los negocios de Dahyun]

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Dahyun recontó el enorme fajo de billetes.

—Cien mil wons... —susurró para sí.

Lo sujetó con una goma elástica y luego lo introdujo en un pe­luche de una rana, que tenía una cremallera y donde guardaba muchos más fajos de billetes. Lo abrazó y le dio un pequeño besito en la frente. Dejó el muñeco sobre la cama y su teléfono móvil la sorprendió; su mejor amiga la llamaba.

¡Dubu! —exclamó la chica al otro lado de la línea.

—¿Cómo es que tú también me llamas así? —Dahyun jugó con un mechón de su cabello rubio, que era algo más claro que el de su hermano.

Es un poco adorable, ¿no crees? —se justificó— Acorde a ti.

—Relaja la raja, Tzuyu. Ya tengo novia.

Ah, pero yo te quiero más —jugó la menor.

—Sí, que esta sea la primera vez que me llamas desde hace una semana que no voy a clase lo demuestra —ironizó a la vez que ponía los ojos en blanco.

Perdón, perdón. Es que...

—No hay excusas, querida Tzuyu —volvió la silla en la que se encontraba en dirección contraria a la mesa y cruzó sus pier­nas—. Déjame quedarme mañana en tu casa, anda.

¿Qué? —la taiwanesa sonó molesta— ¿No te quedabas en casa de Chae?

—Ya he estado haciéndolo durante dos semanas. Hoy estoy en mi casa porque mis padres no vendrán, pero mañana necesito un sitio. Y no creo que esté bien quedarme en su casa más tiempo.

¿Y no sería más fácil arreglar eso con tus padres?

—Ni hablar. Tardaron quince años en decirme que era adoptada, no tienen derecho.

Bueno, bueno —Tzuyu tiró la toalla, Dahyun siembre había sido así de obstinada—. Al menos, sí hablas con tus hermanos, ¿no?

—Sí —apoyó su brazo libre en el escritorio—. De hecho, el otro día fui a la fiesta de cumpleaños del enano.

¿De Jimin oppa? —Dahyun asintió y la menor se emo­cionó— ¿Le regalaste algo? ¿Sigue soltero?

—Demasiado mayor para ti, Tzuyu. Y sí, le regalé Cincuenta Sombras de Grey.

¿En serio?

—¡Tenías que haber visto su cara!

Rió a carcajada suelta al igual que su amiga. Pero fueron interrumpidas ya que, sin previo aviso, un Jimin con falta de aseo y orden abrió la puerta de la habitación de par en par y se asustó cuando vio a su hermana menor dentro.

—Y hablando del rey de Roma... —realizó una mueca de molestia—. Te dejo Tzuyu, nos vemos mañana —su amiga ni siquiera tuvo tiempo de despedirse, pues Dahyun colgó inmediatamente—. ¿Qué quieres?

—No-no sabía que estabas en casa —reveló, nervioso.

—Ah, ¿y entras así como así en la habitación de tu hermanita? —le espetó, con una ceja alzada— Repito, ¿qué quieres?

—Necesito que me prestes algo —una gota de sudor le reco­rrió la frente.

—¿Otra vez mi ordenador? Dile a papá que te compre uno nuevo de una vez.

—No, no. Otra cosa.

—Jihyun me prohibió prestarte dinero, si es eso.

—Tampoco es... —Jimin reseteó. Bien podía regresar durante la no­che y coger lo que necesitaba sin que su hermana se enterase—. ¿Irás mañana al colegio?

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