Frederick.
-Basta Alfred, creí ser bastante claro...-Mi voz se vuelve temblorosa a cada momento, no quiero que me vea así.- Esto se acabó, no queda nada por hacer.
- Si crees que con eso vas a detenerme te equivocas, ¡YO TE AMO MALDITA SEA!- Cierra cualquier escapatoria, en cierta manera agradezco que el bibliotecario no se encuentre en estos momentos, aunque por otro lado su intervención me sería de ayuda en estos momentos.
-Y yo a ti.- Trato de recuperar la compostura, apoya su frente sobre la mía. -Pero no voy a tener una relación con un hombre casado... No soy una puta, vas a tener una familia, actúa en consecuencia con ello.
-¿Crees que yo escogí ese matrimonio? ¿Crees que siento algo por esa mujer?
-Pero aceptaste, todo con tal de seguir ascendiendo... Podrías simplemente ser capitán y seguir conmigo, pero prefieres ganarte los elogios de esa manada de bestias arpías. Sé responsable de tus actos, no eres un niño.
-No hables así de su majestad y familia, eso no lo voy a tolerar.- Tira con fuerza de mi brazo derecho y me aprisiona contra la pared, pero no siento dolor, solo la fuerza con la que mi cuerpo choca contra el muro de piedra.
-¿Les amas más que a mí?...-No responde, la mejor de las respuestas.- Déjame ir.
-Frederick... ¿Por qué nos haces esto?- Toma mis manos y trato de zafarme, pero las aprieta más fuerte.- Podremos seguir adelante, tú y yo. ¿Quién sabe? mi esposa podría morir en extrañas circunstancias...
-No puedo creer que digas eso...Suéltame, me lastimas.- Trata de besarme a la fuerza, pero le empujo, éste hace lo mismo y mi cabeza pega de lleno el contra la pared, de inmediato siento un líquido tibio bajar por mi nuca. -Por favor Alfred, no ensucies el recuerdo que tengo de lo nuestro.
-No tiene que ser un recuerdo, podemos seguir juntos...
-No. Tú y yo seguiremos caminos separados, cumple con tu deber como hombre al servicio de su majestad, y yo seguiré con el mío.- No responde, simplemente me mira, dolido, y luego con odio. Llevo mi mano hasta mi nuca y presto atención al líquido rojo que la cubre de inmediato, Alfred hace gesto de acercarse, pero le indico que no lo haga.
-Jamás te voy a perdonar, desde ahora para mí solo eres el perro de su excelencia...- Le doy un golpe en la cara antes de que termine la frase, dejando una larga mancha de sangre en su mejilla.
-Yo no soy el que entregó su cuerpo y alma para conseguir un ascenso, ese eres tú, acéptalo.- Ordena su vestimenta, cabello y se retira, sin voltear, con cada eco que producen sus pasos siento que una espina se clava en mi corazón, es lo correcto, lo sé, pero no lo hace menos doloroso. Suelto por fin el llanto contenido, lo dejo salir sin tapujos, caigo al suelo y lo golpeo con mis puños.
¿Por qué tuve que enamorarme solo para dejarlo ir? Desde el principio supe que este día llegaría, le entregué mi corazón, a sabiendas de que en algún momento se marcharía, y lo llevaría como rehén.
El llanto deja paso al hipo...-Mantén la compostura.- respiro y exhalo repetidas veces hasta conseguir que mi cuerpo se calme. Siento el silencio, el maravilloso silencio confirmando que el mundo sigue adelante a pesar de mis problemas. Que las heridas de mi corazón no alteran el curso del tiempo. Ni que los deseos más profundos logran producir el más mínimo cambio en el universo. Porque no basta con desear algo. No basta con sentirlo.
Una vez un sabio hombre dijo que la esperanza es el peor de los males, porque nos mantiene inmóviles, esperando quizá infinitamente a que lo deseado se realice. Y no nos da oportunidad de hacer aquello que anhelamos. Dejamos el tiempo pasar, esperanzados.

ESTÁS LEYENDO
Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.
FantasyMuchas personas han nacido para estar bajo la sombra de un hombre. Pero ELLA no. Ginna Weynher, una joven con una ambición infinita, hará lo necesario para llegar a lo más alto del poder, aunque el amor pondrá a prueba continuamente su ambic...