48. Tratado.

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Jim.

- ¿Segura de que estarás bien?- La verdad no me agrada la idea de que tenga una conferencia con un príncipe metrosexual, al otro lado del mundo. Sonríe y toma mi mano. Los latidos de mi corazón aumentan, al igual que mi respiración.

-Estaré bien, no te preocupes.- Acaricia mi mejilla y sonríe.- Y por si estas pensándolo, Ud-Saar no se puede comparar contigo, te escogería mil veces.

La acerco un poco, con nervios y junto nuestros labios. A pesar de que no es la primera vez que lo hago, no puedo dejar de evitar sentirme sumamente nervioso, tanto así que no puedo controlar sonrojarme cada vez que sucede. Me da un corto abrazo e ingresa a la cámara. Le miro alejarse, como es costumbre en nuestros encuentros.

-Es muy hermosa, entiendo porque la amas.- Me doy vuelta alarmado, y me encuentro con Natasha, cubriendo su rostro con una capucha. Nota mi rostro alarmado. –No te preocupes, el caos de afuera me permitió pasar desapercibida.

-No te esperaba.

-Vaya, es el saludo más seco que me has dado en todo el tiempo que te conozco.- Reprocha mientras se sienta en una reposera y suelta su largo cabello.

-Lo siento, es solo que estoy un poco...

-Embobado.- Sonríe con amargura. -Y es de esperar. Es hermosa, con carácter y muy inteligente. Completamente independiente.

-Se parecen en ese sentido.

-Pero no es una puta, como yo.- Decide sentarse en el diván frente al espejo y recoge su cabello en una simple cola de caballo. Está nerviosa, o molesta quizá. -Dime algo Jim ¿Si yo no hubiese sido una puta, me amarías?

-El cariño que siento por ti es completamente diferente.

-No has respondido a lo que pregunté.

-Yo.- ¿Lo haría? -No lo sé Natasha...-Bajo la vista, esquivando sus ojos penetrantes a través del espejo.

Natasha es hermosa, a un punto que es casi divino, digna de ser musa de las esculturas de bronce, mármol y pintura de los artistas. Su carácter independiente, misterioso, la capacidad de conseguir siempre lo que quiere, resulta sumamente cautivador. Pero no puedo sentirme atraído por ella. Por algún motivo, me es más una hermana, que una persona por la cual pueda sentir deseo sexual. Solo produce en mí un agradable sentimiento de ternura.

-¿Y si dejo de ser puta, me amarías Jim?- Le miro sorprendido. -¿Lo harías como yo lo hago?

-Natasha...yo, esto está yendo demasiado lejos.- Sonríe triste.

-Trabajo para Helen, y tiene especial interés en ella. Sabe de alguna forma, o más bien sospecha, de que tiene algo con Edward.- Sus palabras me ponen en alerta. -La reina parece estar sumamente convencida de que Ginna tiene un amorío con su majestad.

-Se sospecha de lo que no se sabe.

-Pero lo siente.

-Las personas sienten muchas cosas.

-¿Le has preguntado acaso si ella y él han tenido?...

-¡Basta!- Quizá soy demasiado brusco, pero es un tema que prefiero no discutir. Además no soy lo suficientemente estúpido como para saber que de alguna manera usará la información que pueda sacarme. -Esos temas son entre ella y yo.

-Pensé que éramos hermanos.- Le miro un poco irritado.

-Las cosas que me acabas de decir no corresponden a las palabras de una hermana.- Se voltea y me mira de frente, seria, como cuando solía regañarme en mis tiempos de adolescente cada vez que dejaba a Edward golpearme.

Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora