24. Cámaras.

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Ginna.

-Éxitos querida, espero que este viaje sirva para que conozcas al tipo de personas que vas a gobernar.- Da su última revisión a mi aspecto antes de aprobarlo. –Pocas cosas son tan beneficiosas para un gobernante que contar con el apoyo de sus súbditos.
-Muchas gracias madre, espero que las cosas marchen en orden sin mí por aquí.-Tomo sus manos en gesto de agradecimiento.- Dejo en ti mi total confianza, segura de que vas a cumplir con tus funciones.
-Por supuesto, majestad.- Me abraza brevemente, sin apretar demasiado. Suspiro en ingreso en “El Parque”, y por algún motivo tengo la sensación de que las puertas se han multiplicado.
-Bien, comencemos por la primera...- Ingreso en una puerta blanca adornada con dos cisnes, al otro lado me encuentro con un despacho de color púrpura, los jarrones, las flores, las cortinas, alfombras... todo es púrpura. Camino en dirección a la puerta que parece llegar al pasillo, pero antes de llegar ésta se abre y deja entrar a una mujer regordeta, vestida de adivinen qué color, así es, púrpura.
-¿Puedo ayudarle?- Pregunta la mujer un tanto desconcertada.
-Soy Ginna Weynher, reina de los brujos y brujas.-Nada más escucharme la mujer se pone de rodillas trabajosamente.- No hagas eso, de pie por favor.
-Perdóneme majestad, no logré reconocerla.- Su tez se torna ligeramente pálida y un leve sudor comienza a brotar por su frente.- Por desgracia no pude estar presente en su bautismo, ya sabe, no soy de noble procedencia.
-Pero tienes una casa hermosa y bien decorada, no parece la casa de un plebeyo.
-Es mi talento majestad, yo creo cosas hermosas y las vendo a los nobles y aristócratas, pero trato de mantener un perfil bajo.
-Mis disculpas por venir sin avisar, y si he hecho este viaje, es para obtener la lealtad de aquellos que no pudieron estar conmigo ese día.- Le miro a los ojos y estiro la mano derecha. -¿Puedo contar con ella?
-Por usted doy la vida.
-Prometo seros aquello que os han prometido. Juro vengar la sangre que os haya derramado a voz o quienes amasteis- Recito el juramento aprendido de memoria. –A partir de hoy, comenzaré a construir un mundo solo para nosotros.
-Prometo a usted el título de majestad, y solo os reconozco a voz como la legítima reina, la prometida.- Besa mi mano e inclina ligeramente la cabeza.
Nos despedimos y salgo de su cámara, con un par de alfajores rellenos de una especie de crema café con sabor a leche con mucha azúcar. Ingreso en la segunda cámara, esta me lleva a una biblioteca con vista al mar y a la playa. Acostado en un diván se encuentra una anciana con anteojos, carraspeo para llamar su atención, la mujer se despierta y frota sus ojos.
-Majestad... que honor es que se encuentre aquí.
-Vaya, pudo reconocerme.
-Es mi don, majestad, y lo uso muy apropiadamente.
-Por causas temporales mi visita aquí es breve.- Una manera sutil de disculparme.- Espero poder obtener su lealtad.
-Eso supuse, sino ¿Por qué estaría aquí?- Estira su mano y me entrega un libro "Los disparates de un rey".- Quizá le sea útil algún día majestad.
-Vaya, nunca lo hubiese esperado.- La dulce mujer solo ríe con cierta picardía.
-Yo en cambio, llevo esperándola desde hace ya tiempo, pero no demoremos, conozco bien su larga travesía, pero atenta a las notas en papel.
-¿Qué?- Lo que dice no tiene demasiado sentido.- ¿A qué se refiere?
-A su tiempo majestad, a su tiempo.- Le miro extrañada un momento, pero decido proseguir con mi propósito.
-Prometo seros aquello que os han prometido. Juro vengar la sangre que os haya derramado a voz, o quienes amasteis. A partir de hoy, comenzaré a construir un mundo solo para nosotros.
-Prometo a usted el título de majestad, y solo os reconozco a voz como la legítima reina, la prometida.- Besa mi mano e inclina ligeramente la cabeza, como el protocolo indica, y al parecer soy la única bruja que desconocía este tipo de cosas, pero me excuso en mi amnesia inducida por terceros.
Continúo realizando lo mismo todo el día, hasta que en la puerta cuarenta y cinco algo llama mi atención. La cámara me conduce a un lugar de paredes sin pintar y muebles cubiertos de migas de pan y restos de queso, el chillido de las ratas se escucha por todas partes.
-¿Quién anda ahí?- Se escucha una voz masculina un tanto rasposa y envejecida.
-Soy Ginna Weyn...
-La reina.- Ingresa un hombre de edad madura por una de las puertas, su mirada no es amistosa. -¡Vete!
-¿Cómo osas tratarme así?- Mi confusión aumenta al observar que el viejo ni siquiera se ha inmutado, con orgullo levanta su mentón antes de proseguir con su insultante alegato.
-Soy uno de los últimos brujos originales, y no daré mi lealtad a alguien como tú.
-¿Cómo yo?
-Sí, una Weynher, una maldita aliada de la corona, conozco muy bien la historia de tu estirpe.
-Mi raza es la suya también.- El anciano lanza una horrible carcajada al aire y enciende su pipa mientras me señala con el dedo.
-Desciendes de sangre traidora.- Le aún más confundida, sin duda este hombre padece de alguna demencia.- A tus ancestros se les dio a escoger entre la muerte, o hacerse pasar por comunes, jurando jamás alzarse en contra de sus nuevos reyes.- Desconozco todo aquello, no lo he leído en los libros, ni mucho menos he escuchado a alguien mencionarlo con anterioridad.- Los verdaderos brujos, dignos de la corona más que tú residen en el norte, congelándose los culos por no abandonar sus principios.
-¿Negarás ser leal a tu majestad?- El hombre simplemente escupe al sucio piso de madera y se da la vuelta.
-Los verdaderos brujos están en el norte.- Repito. -Quizá solo sea un loco. Ya es de noche, aunque no sé a quién se lo digo, estoy sola.- Miro el cielo compuesto por cientos de luces que giran constantemente, se divisan nubes enormes. -Al parecer aquí también llueve.
Recupero fuerzas e ingreso en las cámaras, a cada lugar que llego me están esperando, al parecer se corrió la voz de mis visitas, muchas aceptan mi petición, y quienes se niegan  lo hacen amablemente, asegurando de que no van a intervenir en mi contra. La verdad esto es agotador, repito el discurso por inercia  y olvido la mayoría de los nombres.
Sin darme cuenta me encuentro a mitad de la noche, sentada en un banco, observando el infinito número de puertas.- Mierda-.
Recorro las puertas toda la noche. Hasta que a la mañana siguiente una nota sobre el banco llama mi atención, es de papel celeste con olor a almizcle, papel real. En ella una letra en cursiva que no reconozco me advierte de algo lo suficientemente importante como para decidir cancelar mis viajes por un tiempo: Frederick arrestado por Edward. Jim.
-Así que la anciana no estaba loca…- Tardo un par de segundos en reaccionar, tienen a mi amigo, le han arrestado, y lo que es peor.- Por el malnacido de Edward.

Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora