38. Reina Susurrante.

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Ginna.

-Ha tardado joven Frederick.-La voz de madre es la encargada de que baje la vista, es posible que dentro de poco sufra dolores cervicales a causa de mi maldita obsesión por mirar el símbolo en el techo, pero es inevitable, su figura trata de hablarme, después de todo, él está grabado en mi cuerpo, es parte de mí, pero antes de que mi mente pueda seguir su cósmica travesía, madre nuevamente me trae a tierra. -¿Majestad?

-Lo siento.- Me disculpo por mi distracción. –Los días en alta mar hacen que extrañe observar un techo que no se mueva. Pero adelante, comiencen.
-Muy bien.- Toma la palabra Rachel y se pone de pie para iniciar su relato de los acontecimientos. -La ciudad de Valleyhigh está hecha un verdadero campo de batalla, la novena reserva de infantería ha sido enviada a la capital siguiendo el protocolo establecido, pero eso ha generado una mala aceptación por parte de los habitantes, y se lanzaron en sucesivas revueltas, como los vientos calientes en Nude. Cosa parecida ha sucedido en la mayoría de los reinos, excepto en Goldenrock y Swordland, en el caso del primero, las tropas fueron desplegadas en las fronteras con Freehouse y en Goldvalley; son conscientes de lo que se avecina.
-Y a pesar de que en Sacro se han enterado de que los reyes han muerto, el Gran Pons aún no ha sido notificado.- El anuncio de May llama mi atención, y surge además una idea.
-¿Aún no?- Se impresiona mi amigo. -Perdón majestad, pero deberá haber sido el primero en enterarse.
-Sí, pero no es fácil seguir la huella a un buque en medio del mar, es mucho más rápido y sencillo esperar a que llegue a la costa.- Mi amigo asiente lentamente, es extraño verle en una silla con ruedas de madera a los costados. –Como “emisarios de la paz, es preciso que lo hagamos antes que cualquiera. Así que antes  de que llegue a las islas Tropezadas, le interceptaremos.
-¿Cómo haremos para entregarle el mensaje de las primeras?- Frederick carraspea y Mally se corrige.- Perdón, "primeros".
-De eso se encargarán Frederick y madre.- Mi amigo me mira sorprendido y asustado, por acto reflejo toca su herida.
-Tranquilo joven Frederick.- Dice madre. –Hemos encontrado la forma adecuada de calmar esa herida, no será necesario que sigas más tiempo en reposo, carecemos de él.
-En cuanto a Rachel y Mally.- Continúo con la asignación de tareas. -Quiero que se encarguen de los proyectos de avanzada en los astilleros de Nonlife, necesito un informe completo, he estado revisando los trabajos, muy admirables por cierto, y quiero que les ayuden en lo necesario para la producción del material bélico... En cuanto a May, quiero que reorganices nuestras inversiones, formes un gabinete de administración y redirijas nuestras ganancias a un proyecto un tanto más ambicioso, un banco.
-¡Banco¡- Repite May.
-¿Banco?- Pregunta en cambio, madre y Rachel, un tanto desprevenidas.
-Sí, un banco. Les recuerdo que nuestro reino necesita capitales, los que obviamente no son suficientes con los que ya tenemos, por lo que Bloodytree será una ciudad mercantil en sus inicios, debemos ofrecer todas las facilidades para que las grandes firmas lleguen a asentarse y llenen nuestras arcas, por ello es esencial un banco.- Trato de calmar mis ansias y bajo la velocidad de mi voz.
<< Y ello requiere de inversiones tempranas, así que invertiremos una parte importante del capital en crear una institución que planeo extender aún fuera de este continente.
-Hablando de otros continentes.- Interrumpe madre. –Hace unos días un mensaje llegó desde Samarah Héton, mencionando un pequeño malentendido, al parecer ha habido un pequeño error de traducción. Se disculpan aclarando que es algo poco usual, pero sin duda es una buena noticia, porque el nombre del príncipe es ahora pronunciable.- Todos reaccionamos con una pequeña carcajada, y nos callamos ante quejillo de Frederick por ello. –El nombre es Ud-Saar, y está ansioso por su visita.
-Eso es muy bueno.- La verdad lo es, ya me parecía que el anterior nombre tenía algo de malo, en realidad temí quedar en ridículo al no poder pronunciarlo.-  Por ahora, iré a moldear las cosas con Edward.- Y ver como sigue Jim. -Por cierto, Frederick, hay alguien que está en las celdas, el futuro de su condena la dejo en tus manos.
Su expresión es una bofetada en mi rostro, no debí decirlo con tanta ligereza, desvía sus ojos sopesando la idea, luego los vuelve hacia mí, y asiente lentamente. Les invito a retirarse y cumplir con sus deberes, todos, excepto Frederick se muestran entusiasmados, presiono su hombro suavemente antes de retirarme.
Suspiro pesadamente una vez que me encuentro a solas, dejo que mis emociones revienten una por una, en orquestada armonía, trágicamente hermoso, pero antes de que finalice el preludio, una voz irrumpe en mi cabeza.
-Majestad.-Abro los ojos, para ver al dueño de tan familiar voz,  y Tomell inclina la cabeza torpemente.- Quisiera hablar con usted un momento.- Hablar, precisamente cuando en mí comienzan a despertar dudas, partiendo por una simple cuestión:
-¿Cómo lograste llegar hasta aquí? Digo, hay guardias custodiando la puerta.
-Simplemente les dije que soy hermano de Jim.- Así de sencillo, es una pena carecer de un número suficiente de soldados. Estira sus manos temblorosas y me extiende un cuadernillo de hojas amarillentas. –Son apuntes para justificar mi molestia, por su desmedido derramamiento de sangre.
Lo humanitario se lleva en los genes según veo, pero he de admitir que su forma de plantearlo es mucho más diplomática que la de su hermano, lo cual es comprensible, Jim ha pasado los últimos años de su vida en campo de batalla tras otro, la retórica debe de haberse atrofiado en él.
-Es un borrador simplemente.- Se excusa por el desorden de los papeles. –Pero haré una edición mucho más ordenada. Mi principal objetivo es que juntos podamos establecer protocolos para reducir las bajas civiles.- La decisión en su voz es admirable, y hay cierto goce palpable en su mirada.
-Es un asunto que creí no tendría solución.- Lo cual es muy cierto, de alguna manera aplicar protocolos para impedir que tantos mueran, es un favor más hacia mí, antes que para esas desafortunadas personas. Ayudaría a reducir considerablemente el peso de mi conciencia.- Prepara el texto definitivo, no te esmeres tanto en explicar el porqué, eso lo tengo claro, enfócate en las medidas.
-Muchas gracias majestad...- Le entrego su cuadernillo y hace una pausa antes de proseguir.- Y otra cosa, ¿Cuándo volveré a ver a mi hermano?- Rayos lo había olvidado por completo, soy una completa tonta, Jim debe odiarme doblemente, no solo taco sus principios e ideales, sino que además retengo a su hermano en un castillo a miles de kilómetros de él.
-¿Tienes algo que hacer hoy?- Niega con la cabeza enérgicamente.- Eso es perfecto, arregla tu cabello y permanece en silencio, iremos al lugar en el que tu cabeza vale más que en ningún otro.

Jim.

-¿Cómo se te ha ocurrido traerlo Ginna?- Le reprocho más sorprendido que enojado.
-MA-JES-TAD.- Me corrigen al unísono, cómplices de su arriesgada maniobra.
-Lo siento, majestad.- Espeto con sarcasmo, no he olvidado nuestro último encuentro, cada vez que le tengo cerca alguien muere o  me congelo en la nieve, y ahora arrastra a mi hermano a sus locuras. –Alguien más pudo estar aquí…
-¿Como Natasha?- Pregunta Ginna levantando una ceja, no puedo entender que después de todo ose celarme.
-¿Quién es Natasha?- Pregunta mi hermano, comprendiendo al instante que su sola mención altera a “su majestad”.
-Sí, como ella.- Y me arrepiento al instante de haberlo dicho. Los ojos dejan ver el efecto que nuestras palabras producen en el otro, los de Ginna son muy peculiares, difíciles de leer, pero esta vez son claros. -Además ha sido convocado un comité de emergencia, por lo que Edward debe de estar en su despacho leyendo los informes.
-O con su cara entre las tetas de una dama.- Las palabras de Tomell me sorprenden, y Ginna estalla en carcajadas, siento una leve molestia por ser el motivo de su disgusto y no de su sonrisa.
-¿Quién te dice esas cosas?- No es difícil suponerlo, pero es un lenguaje que un chico como él no debería manejar, o al menos no lo haría si yo hubiese estado presente en su niñez.
-Frederick, sabe muchos secretos.
-Sí y tal vez pasas demasiado tiempo con él.- Ginna se limita a observarme, sin inmiscuirse en la conversación.
-Es la única persona que me presta atención en el castillo, además es divertido, me agrada muchísimo.- De inmediato sus ojos se desvían hacia un costado, un leve sonrojo se forma en sus mejillas y en sus labios se curvan en una sonrisa, una sonrisa que conozco muy bien.
-No estamos aquí para discutir la amistad de tu hermano con mi consejero. Él quería verte, así que les dejo pasar juntos el tiempo que yo estaré con Edward. -Y simplemente se retira de la habitación, con un corazón confuso y un hermano prácticamente desconocido, sin saber muy bien qué hacer.

Edward.

El sonido de sus voces es apenas audible, dejan papeles frente a mí, y me entregan una pluma señalando donde debo firmar. No logro enfocar la vista correctamente en ninguno de ellos, y opto por recostarme sobre mi sillón, mi nuevo sillón. Contemplo los barrotes en los ventanales y el despacho pobremente decorado, completamente indigno para un rey, pero aquí estoy, encerrado en una pequeña prisión, como una bestia.
Trato de recordar, pero es imposible, solo veo las capuchas rojas tendías en el suelo para donde quiera que mire, y el pecho de mi madre y padre reventados sin misericordia. ¿Habré pedido yo eso? De solo pensar en cómo han muerto, me estremezco ¿Lo merecían? ¿Por qué si se lo he pedido a la enviada de dios, les ha castigado de esa manera? Sí, lo merecían, de eso no hay duda.
¿Será la voluntad de dios que mis recuerdos, tan traumáticos de seguro, sean escondidos de mi mismo en mi mente? Intento, pero no hay resultado, llego al mismo punto, en que los soldados se repliegan en los flanco, y comienzan a rodearnos. El silbido de las flechas en el aire ha quedado grabado en mi memoria, esas no eran flechas normales, es un sonido muy particular. Aún veo el caballo que nos golpeó de lado, y la fracasada huida. Después de eso, solo vuelvo a las capuchas.
--Majestad.- Un hombre de ojos pequeños y grandes mejillas me mira con atención, estira en papel sobre mi escritorio e indica que firme. –Es el certificado de difusión de sus padres.
-Es importante que los firme, majestad.- Insiste su compañero, un tipo delgado y de nariz prominente. –Es esencial para iniciar el proceso de coronación.
-Coronación…- Una palabra que hace un tiempo resultaba tan lejana, y ahora el tiempo me pisa los talones. -¿Cuántos aspirantes hay?
-Tres, majestad.- Los tres desviamos la mirada a la puerta de entrada, donde la dueña de aquella dulce voz nos observa con porte orgulloso, a la vez que hace una pequeña reverencia. –Y si me permite decirlo, ellos tienen razón, debe firmar y apresurar las cosas.
-¿Con qué objetivo? Ello solo sería un motivo para que mis detractores se levanten.- Suspiro pesadamente, Ginna se acerca a mi escritorio y toma asiento frente a mí, ambos escribanos se miran confundidos. -¿Podrían permitirme un momento de privacidad? Gracias.- Los letrados se miran mutuamente y se deslizan hasta la puerta, sin darme la espalda en ningún momento.
-Majestad, ya son tres las víboras que desean su trono.- Incluso las malas noticias tienen un sabor más dulce viniendo de sus labios, asiento lentamente, procurando prestar atención a cada una de sus palabras. –Por un lado tenemos a Efther, su primo, a pesar de que se ha mantenido neutral en sus declaraciones, debemos recordar que posee una influencia muy fuerte en Sacro.
<<Luego está Claude Goldenrock, hace poco se fue a vivir a Talleyes, en un palacete en medio de la ciudad, según lo que hemos podido averiguar, ha manifestado su deseo de hacer válido el reclamo a la corona, por lo que está reuniendo los cinco mil soldados que la ley exige para hacer el reclamo…
-Yo soy la ley.- Le interrumpo, pero niega con la cabeza suavemente.
-No, majestad, no aún.- Sus palabras son dura, pero ciertas, por mucho que lo desee, hasta que no sea coronado no tendré los poderes de un rey, seguiré siendo un príncipe heredero. –Por último, tenemos a Steve Valleyhigh, sobrino nieto de su difunto padre, el único varón de sangre Valleyhigh con capacidades para desear el trono.
<<Actualmente maneja las unidades de arqueros en Freehouse, hemos de cuidarnos mucho de él, tiene demasiados simpatizantes dentro del ejército.
-Es mejor tener contactos que oro, eso dicen muchos.- Una pequeña sonrisa se forma en su rostro, iluminando esos hermosos ojos, tan extraños como hermosos, madre siempre dijo que eran obra de los demonios, pero creo lo contrario. –Obra de dios.
-¿Perdón?- Maldición, lo he dicho en voz alta.
-Tus ojos.- Me mira extrañada y pide que me explique. –Madre pensaba que eran por obra del demonio, pero yo creo que son obra de dios. ¿Cómo la enviada de dios tendría ojos hechos por el demonio?
-Majestad, por favor.- Sus mejillas se tiñen de un suave carmesí. –Hay otros dos asuntos que merecen solución inmediata.
-Vaya, lo tienes todo planeado, sin duda serías mejor que yo en mi cargo.- Simplemente sonríe y niega argumentando que solo yo puedo ser rey.
-Lo primero que debemos solucionar es el problema del hambre.- Dice profundamente convencida, puedo ver el esfuerzo que hace  por contener su angustia en ese corazón dedicado al bien común, tan pura. –La gente padece en las calles, piden limosnas, ni siquiera los comerciantes se salvan de la falta de alimentos.
-Qué raro, estos días lo único que han hecho es alzarse en contra de mi nombramiento.
-Es porque están enojados, no poseen alimento para saciar su hambre ¿No cedería usted a sus instintos en caso parecido?- Sus palabras son completamente lógicas, a veces olvido que no todos viven en palacios tras la murallas. –Además aquí se conectan con el segundo problema: quienes les animan a levantarse en su contra son los nobles, aquellos que no le respetan, que conjuran con los hambrientos a cambio de migajas y sobras de comida.
¿Cómo no pude verlo por mi mismo? Estoy tan cegado por las voces de mi cabeza, que me mantiene hermético de los asuntos fuera de mi cuerpo. Siempre he sido un egoísta, y siendo sincero, no me importa que la gente muera de hambre, la novena compañía podría convertir este lugar en un desierto en cuestión de días. Pero ¿Cómo mantendría mi estatus sin sucios campesinos que paguen tributos? ¿Quiénes, sino los comerciantes, traerían las delicias y extravagancias de las lejanías?
Por molesto y agotador que sea, debo mantenerles bajo control, para beneficio de mi posición, ella tiene razón, siempre la tiene, es mi enviada por dios, la encargada de darme una segunda oportunidad, pero me resulta demasiado molesto actuar con tanta  hipocresía, se supone que seré el rey maldita sea, no un actor.
-¿Cómo solucionarías ambos problemas?- Tomo sus manos y las presiona suavemente, mirándome fijamente, envolviéndome con sus ojos.
-Tengo una enorme cantidad de excedentes de arroz, suficiente como para alimentar a las masas de la ciudad por unos días, y vino, mucho vino.- Responde con dulzura. –Daré la totalidad de ello a la corona, a cambio de un precio justo.
-Un muy buen negocio.- Trata de justificarse, pero le interrumpo. –No es un reclamo, es un elogio, eres la única que se digna a ayudarme a encontrar una solución, el resto de señores, reyes menores y cortesanos solo se limitan a decir que nada pueden hacer, y a encerrarse con sus reservas de grano tras sus palacios.
-Es aquí donde nuevamente ambos problemas se cruzan, pero esta vez en forma de solución.- Le miro intrigado e invito a continuar con su excitante explicación. –La represión no debe caer sobre los pobres, ellos solo son un instrumento, los orquestadores son la alta nobleza, aquellos que ostentan poder y títulos, y como usted dijo, se encargan de agravar la situación.
-Lo que usted propone, es imposible, hasta yo conozco ese límite.- Toma nuevamente mis manos, esta vez con fuerza y de sus ojos parecen encenderse llamas celestiales.
-No, majestad, usted será el rey, yo lo he prometido, y así será.- Su voz es firme, como nunca le había oído, y produce un leve escalofrío en mi espalda, nadie jamás me había hablado con tanto convencimiento, sin titubear, resuelta a todo. –Cuando así sea, daremos el golpe mortal, tan rápido que no tendrán tiempo de reaccionar. El error de sus antepasados fue darle poder a quienes no lo merecían, debilitaron a la monarquía, solo vuelva a su palacio y revise el trono, allí está la clara prueba de lo que digo.
-¿Cómo se supone que haga algo así?- Mi pregunta parece ofenderle un poco, pero calma su respiración y responde con calma.
-Con la ayuda de dios, le devolveremos el valor al título “rey absoluto de Valleyhigh”. Usted solo crea en mí, y lo haré posible.

Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora