Prólogo.

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La nieve no cesa, el invierno se aferra a sus tierras sin poder evitarlo. Las brujas, ellas son las culpables ¿Qué otra cosa podría suponer el rey Philip?

Las tres mujeres yacen atadas a sus postes, ninguna ha aceptado el perdón del dios común, la oportunidad que el panneísmo les ofrece para no ir al infierno, la rechazan. Los caballos se inquietan, son conscientes del dote de cada una, y a la más peligrosa le han atado con cadenas de hierro del espesor del brazo de un niño pequeño.

-No detendrán el fin...- La más bella le mira directamente a los ojos, desafiante, su bello cabello cobrizo cae por su frente.- El día llegará, sus casas arderán, el mar se tragará sus calles y les devolverá los cadáveres de sus hijos...

-Guardia.- La reina, nerviosa pide al oficial que le ponga una mordaza a la molesta bruja.- ¡Rápido!

El oficial obedece, pero antes de terminar su labor las dos mujeres restantes hablan al unísono y con la misma voz de su compañera.

-No lo detendrán, el fin les llegará, cuando el sol no aparezca, y los campos no produzcan ya comida. La verán venir desde el cielo con lluvia de fuego...

<< ¡SANGUNIS VIRTUS EST!

Sin esperar más, es el propio rey quien enciende las hogueras, el grito desgarrador de las tres mujeres le acompañará cada noche, y el recuerdo de su profecía hasta el día de su muerte.


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Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora