Ginna.-¿Es realmente necesario?- Pregunto a la anciana, ella solo asiente una y otra vez, no habla mi lenguaje, pero comprende ciertas palabras. Pone otra mariposa de diamantes en mi cabello y me lanza una sonrisa, por fin queda satisfecha, y es que el peso que generan las cientos de mariposas de piedras preciosas prendidas en mi pelo dan la sensación de que en cualquier momento lo arrancarán.
-Linda, linda.- Repite varias veces, llama a un par de sirvientas que entran con un espejo a la habitación, y es entonces cuando reparo en mi apariencia. Un vestido de un color dorado pálido con encajes con hilos de plata y oro. En el torso un encaje marca mi cintura y levanta los hombros, con plumas de un blanco realmente conmovedor.- Como ángel.- Logra decir la sirvienta.
Caminamos por los pasillos del palacio central, hallado en las profundidades de un gigantesco cráter cubierto de vegetación. Su cúpula de dimensiones extraordinarias, domina el centro del extraño paisaje.
Dentro, enormes paredes rojas como la sangre se elevan a gran altura, con columnas de mármol negro, adornadas con figuras vegetales de bronce. El lustroso piso de granito refleja los hermosos relieves del techo en mármol blanco, que representan las grandes conquistas del principado. Al llegar al salón, las ruidosas puertas hacen eco en todo el lugar; la música se detiene y las personas me dirigen miradas escrutadoras, tratando de adivinar mi procedencia, de ver en mi alma.
Otra vez me golpea un fuerte olor a flores, y es que sobre el salón, la enorme cúpula de cristal domina nuestro cielo, con cientos de cadenas sosteniendo macetas de todos los tamaños, desde las que crecen abarrotadas, miles de flores y enredaderas.
Las mariposas revolotean entre nuestro mundo y aquel que se forma sobre nosotros, completamente indistinto a nuestra térrea existencia. El príncipe Ud-Saar me mira desde el centro del salón, con un traje rojo y negro de seda, cuando nuestros ojos se reencuentran lanza una hermosa sonrisa, de esas que contienen deseo y admiración.
Levanto la vista sin corresponder a su coqueteo, observo al resto de las personas, todas visten largos trajes de seda, pero ninguna mujer usa corsé, al parecer es un detalle que el príncipe consideró, tomando en cuenta mi vestimenta.
Las mujeres usan extravagantes peinados, como el mío, pero la mayoría lleva ese detalle hasta en las pestañas o cejas. Los hombres en cambio, usan túnicas de seda con tonos sobrios y gruesos cinturones fajados en la cintura. Puedo observar que muchos llevan los ojos delineados con colores metálicos, y sus cabellos están prolijamente recortados.
-Hilí eta ustmafinda.- Grita a viva voz Ud-Saar, y un joven de mediana estatura se acerca a mi oído y traduce: La Reina de los Brujos.
Los presentes hacen una reverencia y continúan con sus charlas, la música vuelve a sonar y la fiesta recupera su espíritu.
-Espero que esto sea de su agrado, alteza.- El príncipe se para justo a mi lado y toma mi brazo, de inmediato intento resistirme, pero me señala un "alto" con las manos, y se explica.- Es una costumbre aquí que los hombres lleven así a las damas.
Miro a mi alrededor, es cierto, las mujeres van de brazo en brazo, como si ese gesto no significase nada íntimo.
-Lo siento excelencia, pero no es un gesto muy bien visto en mi ciudad, menos en una mujer soltera.- El príncipe sonríe con gracia ante mi comentario y evidente incomodidad.
-No está en su ciudad alteza, y si le es un problema social su soltería, podemos arreglarlo.- Inclina su cabeza y sonríe. Comenzamos a caminar, observo el magnífico jardín sobre nosotros, los cristales forman alucinantes particiones de los rayos del sol, creando arcoíris redondos. -Noté que le gustó desde el primer momento.
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Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.
FantasíaMuchas personas han nacido para estar bajo la sombra de un hombre. Pero ELLA no. Ginna Weynher, una joven con una ambición infinita, hará lo necesario para llegar a lo más alto del poder, aunque el amor pondrá a prueba continuamente su ambic...