Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.

1. Decadente Monarquía.

Ginna.

-Sólo un poco mas Ginna, ya lo has hecho antes.- Miro a mi madre y noto un sesgo de nostalgia en su mirada, los años parecen no haber pasado en ella. Ya no posee el estado de los retratos de su juventud, pero su belleza y elegancia permanece intacta.

Aún después de quedar viuda jamás buscó consuelo ni apoyo en otro hombre, cada vez que le preguntaba el por qué, ella respondía: "Prefiero morir sola antes de tener que entregar a un hombre todo lo que tu padre nos dejó, además, cuando muera serás dueña de todo esto".

-¡Ya está!- dice Mary, anunciando que ha terminado de encajar el corsé, cosa que noto al no poder respirar con normalidad. Aprecio la belleza que estas jaulas de marfil producen, pero adolezco el que mis órganos sean comprimidos, como si trataran de hacer jugo con una naranja.

-Gracias Mary, ya puedes retirarte.- Le anuncio a la mujer encargada de hacerme sufrir con cada evento de gala.

-Sí mi señora.- Responde Mary, al salir deja la puerta entre abierta, y mi madre decide cerrarla completamente, las empleadas con frecuencia suelen chusmear por los corredores y pasillos, algo de mal gusto según madre, pero bien sé que también hace uso de la información que ellas recolectan cada vez que un personaje importante se hospeda en nuestro pequeño palacio.

-Espero que esta vez llegues con un anillo en tu dedo. No sé cuál es tu problema, las personas que asisten a los eventos del rey son importantes y muy ricas.- Ahí va de nuevo.

-Ninguno lo suficiente, madre- replico.- Además mis objetivos van más allá, no pasaré el resto de mi vida con pelucas que tratan de llenar el espacio vacío que tienen en el cráneo esas mujeres.

-¡Basta! no soporto que hables de esa manera-. Pero noto una tímida sonrisa que lucha por salir, se gira y vuelve a la puerta para salir, no sin antes decir:-Espero que te des prisa en cumplir tus ambiciones, ¡ya tienes 24 por dios!.... no desperdicies esa belleza que posees, te será de gran ayuda.

Belleza, la cumbre de toda ciencia, por alguna razón todo nos lleva a eso, y más aún a nosotras que tenemos el deber de ser las musas del arte y la fe. No he visto palacio alguno en que no se expongan pinturas o esculturas del ideal de belleza femenina, ni canciones que no mencionen a una hermosa y dulce mujer, además de sumisa.

Tras veinte minutos en carruaje logro llegar al palacio del rey, hoy su hijo dará una fiesta por el compromiso con la princesa Helen Backmountayn, una princesa extranjera de mas allá de las montañas nevadas. El último bastión libre, exceptuando Deathcrown, amabas naciones lograron deshacerse de los Valleyhigh, con la diferencia de que el reino de Helen logró surgir gracias a sus enormes minas de diamantes, suerte con la que Deathcrown no cuenta.

-Rogert- Llamo la atención de mi chofer, una vez que abro la pequeña ventanilla.- regresa en dos horas, no quiero estar aquí más tiempo del necesario.

-Como lo ordene señorita Ginna.- Bajo del carruaje con la ayuda de un sirviente de brillante chaqueta dorada y azul. El frío me golpea, recordándome que las noches de verano dejaron de serlo hace años. Una vez en el salón de baile logro visualizar a los miembros de la familia real a los que por obvia cortesía debo saludar.

Primeramente el Rey Phillip Valleyhigh, descendiente de una larga línea sanguínea de guerreros valerosos etcétera. La verdad es que su familia ha mantenido el trono aplastando los sentimientos de independencia, asesinando, y con sobornos. Atrás quedaron los años de gloria y honor que poseía su familia, herederos de un enorme imperio sin cabeza del que solo quedan sus ostentosos palacios.