37. Sagett.

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Tomell.

-Antes de la existencia de Valleyhigh existía un grupo de elite guerrera, los Sagett, gobernaban desde el río Púrpura hasta las costas de Guizar, más allá de Heartsnakes. Fueron guerreros temidos, encomendados por los brujos para mantener sus intereses y la paz. Sus largos cascos plateados y blancos mantos fueron testigos de sus despiadadas almas.
<<Sagett, proviene de sagitta, que significa literalmente "flecha". Diestros en el uso del arco y la flecha, gracias a que primero aprendían a disparar y luego a caminar. Nacían designados a dicha función, su acierto era tal que podían derribar a un hombre corriendo en el bosque a decenas de metros distantes.  Tenían un lema "si no vas a matarle, no toques la flecha”   y es que su juramento consistía en consagrar cada flecha a un alma cuando apuntaban. No fueron carniceros a sueldo, sus ataques siempre fueron limpios, una flecha, un alma.
No tenían permitido atacar por venganza, bajo pena de muerte, pero un día al año, podían “saldar cuentas” y así mantener la calma de sus almas. Para dicho caso disponían de una flecha especial, fabricada de bambú negro, punta de obsidiana transparente y plumas de ganso azul. Las mismas estaban atadas con cabello de león joven.
Sus arcos eran más altos que el arquero, y la empuñadura no estaba en el centro, sino que en la tercera parte del mismo, en la parte baja. "bahl ag'muh", frase que rezaron cada vez que su flecha fue disparada "tu alma, ya no lo es". Fieles a sus ideales, la muerte es el mejor aliado de un vivo. Se juraron célibes, sin propiedad, con el único deseo de servir a la paz.
Durante la guerra con los dioses, los Sagett jugaron un papel fundamental, impidiendo el ingreso de los comunes por más de cien años a las tierras de Nonlife.
Miles perdieron sus vidas al tratar de cruzar el bosque Sangriento. Temerosos corrieron entre los árboles, siguiendo órdenes de un dios que no estaba dispuesto a pelear por ellos, y que los dejó a la merced de dichos guerreros ancestrales. Nunca vieron el rostro de su asesino, nunca vieron las flechas venir, un soplido, un alma.
El Gran Pons desesperado ordenó quemar el bosque Sangriento,  pero los Sagett permanecieron. Cuidando sus posiciones.
Y como las olas del mar van desgastando hasta la roca más dura, convirtiéndole en arena, los Sagett, perecieron. No fue hasta doscientos años después que una nueva orden sagrada emergió, rescatando su fiereza, protegiendo su legado para el día en que el prometido llegase y retomar el lugar de los brujos.>>
-Momento, estoy perdido. - Dice Frederick. - Entonces los tipos raros que ayudaron a Ginna son la resurrección de una antigua orden ¿Cierto?
-Así parece, también son los que te rescataron cuando querían quemarte como chico a las llamas, como todos quieren venganza.
-Como todos los que siguen a Ginna. A veces temo por eso.
-¿A qué te refieres?- Sus palabras causan impresión en mí, siempre le ha defendido, no creí que se hallase en él un ideal insurgente.
-Que todo aquel que le apoya, quiere destruir parte de este imperio...  Temo que nos quedemos solo con las cenizas, y que la población sea arrasada, junto con sus riquezas.
- ¿Y por qué harían eso? - Le miro expectante.
-Porque ellos no planean formar un imperio. Solo quieren ver este destruido,  querido.- Al instante mis mejillas se sonrojan,  jamás me había llamado de esa manera,  y la verdad es que se siente muy bien. -¡Eh! No te pongas rojo, es solo una expresión.
-No me sonrojo por ti, es lo que pasa cuando me preocupo.- Trato de excusarme.
-Oh, entonces yo debo preocuparte mucho en estos momentos...- Ataca con su maldito sarcasmo, un arma que parece dominar bastante bien.
-Vale,  me iré, al parecer ya terminó la lectura de hoy.- Tomo los libros y me pongo de pie.
-Está bien, lo siento. Continúa, por favor.- Vuelvo a tomar asiento y abro la página en la cual había quedado.
-Bien... Los Sagett, atentos a la profecía de la Bruja reina, aquella que hará resurgir el antiguo orden, han jurado servirle con lealtad incondicional. Sus años en el anonimato, entrenando en las sombras, con enemigos invisibles los ha preparado para la gran guerra que se aproxima. Una sin precedentes, que dejará a todo el imperio devastado, en cenizas.
-Ahí lo tienes... - Le miro serio,  éste levanta las manos en señal de rendición.
-Para hacer resurgir de entre ellas un imperio...- Comienzo a sentirme molesto por todo esto, prácticamente he dedicado mi vida a apoyar la causa de los brujos, arriesgué mi vida en nombre de Ginna aún antes de conocerle, pero…
-¿Qué sucede?
-No comprendo el por qué de esa masacre... Ósea, todos los libros hablan de destrucción, de muertes por millones. ¿No sería más fácil someter a la gente y ya?
-Sería fácil, sí. Pero, los riesgos son muy altos, sobre todo por el extenso tamaño del imperio. Por ello es mejor depurar a la población.- Sus palabras vuelven a ser causa de impresión para mí, éste lo nota y aclara antes de que mi mente siga maquinando conclusiones. –No es algo que me guste, y estoy más que seguro de que a Ginna tampoco, pero es necesario..
-Hablas de un genocidio como si se tratara de partir sandías.- Le reprocho profundamente molesto.
-Cuidado con lo que dices, las sandías podrían sentirse mal.- Su broma no hace más que acrecentar mi molestia.
-Hablo en serio Frederick,  no podemos dejar que esto suceda, debe haber otra manera. Durante años la seguí en el anonimato por un ideal, alimenté mi cabeza con las promesas de que su ascenso traería el fin de las opresiones…
-Las opresiones hacia los brujos.- Me interrumpe en medio del discurso, espera a que cierre la boca y continúa. –Por injusto que sea, imponer sus derechos y restablecer la posición que creen merecer, significa degradar las del resto, así como el ser humano se sobrepone a las bestias salvajes y la naturaleza, con tal de asegurar su propia subsistencia. Hay otras maneras, pero solo funcionan en situaciones ideales, imaginarias, en supuestos, no en la vida real.
-Te equivocas, podemos convencer a la población de unirse a nuestra causa.- Una corta sonrisa se forma en su rostro, trata de ocultarla rápidamente, me cree un ingenuo.
-¿Y cómo es eso posible? Dime ¿Cómo convencerías a los comunes de que una especie superior les traerá un mejor porvenir, que por ello deben apoyarles? - Cuestiona con expresión de incredulidad.
-Les ofrecería libertad…- Pero nuevamente me veo interrumpido antes de poder formular argumento alguno.
-Libertad es una palabra que las monarquías temen, no sé si a Ginna le agrade. Además los campesinos no nos creerían.- Apenas abro la boca hace señal de que me calle. –Son millones de personas, Tomell, y por mucho que trates de convencer a todos, no lo vas a lograr por dos causas básicas:
<< Porque por naturaleza los seres humanos siempre vamos a opinar cosas diferentes. Y segundo, porque han sido criados y se les ha grabado a hierro caliente un orden cósmico inventado, que llevan siglos aprendiendo, y viven cada día de sus vidas de la misma manera, hasta el día de su muerte en que pasarán, según su imaginación, a un mundo celestial. Pero en los últimos minutos en que su cerebro siga funcionando, una vez muertos, descubrirán que solo fueron cuentos, y que no existe ningún orden divino, solo el abuso de los fuertes sobre los débiles.  Y será demasiado tarde.
-Pero podemos ofrecer la ilusión de libertad, otorgarles libertades, como elegir su religión, escoger con quién casarse...
-Vaya, el idealista revolucionario quiere manipular al pueblo.- Trata de acomodarse, pero hace un gesto de dolor al mover su torso.
-No.- Le corrijo. -Te equivocas, quiero ofrecerles algo diferente a su aniquilación. Sé que no me crees, y que piensas que soy un loco idealista, pero lo que pido no es algo fuera de lógica: impedir la aniquilación intencional de millones de inocentes.
-¿Y por qué no lo hablas directamente con Ginna?- Sus palabras son más un desafío, que un consejo, así es que decido seguir el juego, además, no perderé la oportunidad de poder hacerle cambiar de idea.
-Perfecto ¿Cuándo estará de vuelta?- Antes de que Frederick pueda responder, llaman a la puerta, y uno de los mayordomos de Alexia se presenta en la entrada del dormitorio, su sola presencia  es capaz de llenar el ambiente de una sensación de eficiencia y control absoluto.
-Señor Frederick, las Brujas solicitan su presencia en el consejo, es un asunto vital.- Dice mientras nos mira detenidamente, posando sus ojos en el chico a mi lado y en mí.
-¿Qué puede ser tan vital como para sacar a un lisiado de su descanso?- El mayordomo me señala con la mirada, pero Frederick le señala que puede continuar.
-Se trata de un levantamiento en la capital.- Dice cuidando en tono de su voz, esto es otra de las cosa que detesto del poder, el secretismo, la manipulación de la verdad. Afortunadamente la voz del señor eficiencia que saca de mis pensamientos, antes de enojarme aún más.  -Al parecer las cosas se salieron de control.
-Muy bien, eso es importante.- El mayordomo se retira, no sin antes darnos una última mirada escudriñadora, no quiero imaginar lo que pasa por su mente. Frederick espera a que el sonido de los pasos se aleje, para hablar. –Creo que debería cambiarme.
-Está bien.- Tomo los libros y me dispongo a salir, pero antes de que cruce la habitación su voz me detiene.
-¡ESPERA!- Nota que su voz ha sonado excesivamente alta, y se tapa la boca. –Digo, necesitaré ayuda para subirme a la silla.- Dice mientras señala una improvisada silla de ruedas hecha especialmente para él.
-Pero.- La sangre comienza a agolparse en mi rostro al pensar en las siguientes palabras. –Necesitas privacidad… para desnudarte, y cambiarte.
-Sí, solo voltea.- Su rostro está casi tan sonrojado como el mío. –No mires hasta que lo indique.- Doy media vuelta, mirando contra la puerta, le escucho quejarse mientras se sienta en la cama. Después de un largo rato toca uno de mis hombros. –No estuvo tan mal.
Una leve capa de sudor cubre su frente, y las pequeñas lágrimas acumuladas en sus ojos le contradicen, pero evito hacer comentarios al respecto. Le ayudo a sentarse en la silla y me dispongo a llevarle a la biblioteca, lugar donde se encuentra la cámara. Allí, dos guardias nos detienen y toman mi lugar, lo último que veo es la puerta cerrándose tras de sí.

Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora