Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.

49. Regreso.

Tomell.

Una fuerte explosión sacude el edificio, es la tercera en la noche. Me levanto y miro a través de la pequeña ventana y logro divisar a un grupo de bomberos. Mi compañero de habitación sin embargo, duerme como un bebé, imperturbable, acostumbrado quizá a las frecuentes fallas de las máquinas voladoras.

Según me contó, han construido cincuenta, de las cuales cuarenta y cinco se han incendiado, hasta donde sé, esas máquinas son demasiado avanzadas a nuestra época.

Sigo pensando que un combustible estable es la solución, a pesar de lo que diga el doctor Fingüer, un hombre joven, muy atractivo, pero que tiene la extraña costumbre de no mirar a la gente a la cara mientras les habla. Como si le molestara la presencia de otro ser humano ajeno a él.

El hormiguero, así le llaman a este lugar, en el que según Ginna y el señor Borts, podré desarrollar mis dotes "explosivos" como ellos llamaron. La reina le comentó a Borts mi autoría de la bomba que acabó con el Gran Pons, la verdad no entiendo en qué momento lo hizo, esa mujer podría estar en cualquier lado incluso si no tuviera las cámaras.

Me otorgaron un lugar de trabajo en el proyecto de Fingüer. Éste no fue amable desde el principio, me dejó en claro la molestia que supone mi presencia, y el hecho de que sea hermano de Jim no cambia nada. Llevan veinte años con el proyecto, y Fingüer está a cargo desde hace cinco.

Borts es un mucho más agradable, es como un abuelo bonachón, de mejillas rosadas y con una sonrisa que rara vez desaparece. Es un experto matemático, y al igual que yo, cree que el problema con las máquinas es el combustible. Y he ahí mi entrada en todo esto, debo conseguir elaborar un combustible estable a pesar de las continuas reprimendas de Fingüer de que solo él puede descubrir el error.

Como ya les dije, comparto habitación con otro hico chico, un año mayor. Se llama Henry, sin apellido, es un chico de Deathcrown, está en la parte de desarrollo de armaduras, por lo visto quieren dejar las pesadas armaduras de hierro y acero, por unas de un material mucho más ligero y resistente.

Henry, muy a mi pesar, tiene la costumbre de estar desnudo todo el tiempo que está en la habitación, le ayuda a concentrarse, al menos eso dice. Y la verdad es que me incomoda bastante, no porque sea feo, todo lo contrario. Me siento culpable de tener ese tipo de vista todo el tiempo, solo pensar en Frederick ayuda a calmar mi interior, y el hecho de que constantemente trata de crear conversación entre ambos imposibilita que pueda ignorar su sensual desnudez.

Pero he solicitado cambio de habitación, así que espero tener suerte, al menos antes de que Frederick se entere. A pesar de ello, Henry es un chico muy agradable, y si ignoramos lo demás, se pueden tener gratas conversaciones y debates con él.

Vuelvo a colocar mi cabeza sobre la almohada para recuperar el sueño.

-¡BOMBA!- Gritan antes de voltear el colchón, por lo que salgo disparado contra la pared.

-¡Imbécil!- Henry no puede controlar su risa, y sí, está desnudo. -¿Puedes ponerte algo al menos? Es muy temprano para tener que tolerar tu "forma de vida".

-Vamos, ni que fuera feo... y ya es tarde, la señora del comedor pasó tocando la campana hace cinco minutos.

-Mierda, me quedan diez minutos.- Me dirijo al baño, pero me devuelvo al notar que no llevo muda. Me doy un baño rápido. Gracias a quien sea, los cuartos de baño siempre tienen agua caliente, y me visto para comenzar otro día de arduas pruebas de explosivos.

El desayuno consiste en una taza de té, dos rebanadas de pan blanco, dos de queso y dos de jamón, acompañados con una manzana como merienda. Nos cuidan como a niños, y la verdad muchos se comportan como tal a pesar de su inteligencia y capacidad destructiva.