El juego había empezado.
Aún no habían establecido las normas, ni sabían si alguien las había puesto, pero sabían que ya no había vuelta atrás. Habían llegado a un punto en el que era imposible avanzar con precisión, ni retroceder a la seguridad de la ignorancia.
No, el día anterior habían descubierto aquel punto de no retorno. Inamovible. Intenso. Real.
Por primera vez desde que había llegado a casa de los Meister, la escalera de mármol se le hizo demasiado corta y la sensación de que el tiempo pasaba demasiado rápido aumentó. Cuando llegaron al salón, Rose sintió que el corazón amenazaba con salírsele del pecho, así que se detuvo un momento antes de abrir la puerta. Cuando ésta cedió con su habitual suavidad, todo cambió: su corazón se tranquilizó y latió acompasadamente, su gesto se tornó suave y tierno. Sus ojos, brillaron de emoción contenida.
Primero le vieron a él: confuso, con el ceño fruncido y los músculos ligeramente crispados. Era evidente que a Marcus le extrañaba verles juntos, sobre todo porque sabía que nunca se habían llevado bien.
Eso hizo que Rose sonriera, complacida. Al parecer, Geoffrey conocía a Marcus mucho mejor de lo que ella pensaba. Por eso mismo, se ciñó al plan y continuó con aquella improvisada farsa: sonrió a Geoffrey cariñosamente y tras unos segundos, él repitió el gesto. La complicidad que sintieron creció un poco más y les separó de los primeros momentos que habían vivido juntos.
—Buenos días, señorita Drescher. ¿Todo bien? ¿Ha... descansado? —Marcus levantó la voz para hacerse oír por encima del murmullo de las cucharas y de los pasos acelerados de los criados.
Trató de sonreír, pero, por algún motivo, no lo consiguió. Confuso, observó los suaves dedos de Rose rozando a su mejor amigo y sintió, casi de inmediato, un dolor tan intenso como extraño. Al darse cuenta del motivo de su mal humor, masculló una blasfemia para sus adentros y contuvo un gruñido: Geoffrey y Rose estaban demasiado cerca, demasiado juntos.
Y sí, aunque sabía que ella no soportaba a su mejor amigo, no podía evitar pensar que había ocurrido algo entre ellos durante la noche pasada. Marcus frunció el ceño al sentir que algo en su interior se removía dolorosamente al verlos. Algo muy parecido a los celos que nunca había sentido.
Al ver su gesto contrito y desangelado, Rose sonrió. La satisfacción que sintió en ese preciso instante fue asombrosa y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echarse a reír. A cambio, se limitó a sonreír a sus anfitriones y a observar cada una de sus reacciones con detenimiento mientras se sentaba junto a Amanda. Observó, de reojo, a Marcus suspirar así que sonrió un poco más y contuvo el ramalazo de felicidad que la estremeció.
Al parecer, Geoffrey no iba tan desencaminado como ella creía. ¿Quién iba a pensar que, al final, su presencia iba a traer tanto bien?
Consciente de que tenía que contestar, se giró hacia su anfitrión y asintió.
—Perfectamente, milord. He descansado mucho mejor que en estos días pasados—contestó y desvió la mirada, solo para sonreír a Geoffrey—. Parece que la llegada de milady ha favorecido mi descanso.
Marcus dejó escapar un bufido incrédulo, sin poder evitarlo. Bien sabía que Rose mentía, pero no acertaba a adivinar por qué. Además, el hecho de que solo mirara a Geoffrey le molestaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Incómodo, se removió en su asiento, mientras sentía el mal humor crecer en su interior. Sin embargo, cuando notó que Amanda le miraba, se obligó a relajarse. Sacudió la cabeza y tomó aire.
![](https://img.wattpad.com/cover/131881264-288-k18072.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Conquistando lo imposible (Saga Imposibles I) COMPLETA
Historical FictionCuando Rosalyn Drescher salió esa mañana de su casa, aprovechando la ausencia de su padre, no esperaba chocar de bruces contra uno de los hombres más atractivos y adinerados de Londres. Y mucho menos acabar siendo invitada a una fiesta de la alta so...