Capítulo XIV, parte I

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¡Hola a tod@s!

Sé que el último capítulo que subí de esta novela fue algo corto, así que para compensaros... hoy subiré capítulo doble. Lamentablemente ya estamos cerca del final...queda muy poco para que esta primera historia termina. ¡Pero espero que os esté gustando!



La música se detuvo bruscamente y Marcus levantó la mirada, sorprendido.

No esperaba que Rose apareciera y mucho menos así vestida: provocativa, hermosa. Condenadamente deseable.

Con desazón, notó como la garganta se le secaba y como todo él empezaba a temblar, como si fuera un maldito adolescente enamorado.

—¿La he despertado?—preguntó y trató de dar a su voz más fuerza, sin éxito.

Ella sonrió y negó, mientras cerraba la puerta tras de sí.

—Estaba despierta, milord. No tiene de qué preocuparse. —Rose se acercó al piano y titubeó al no ver ninguna silla cerca—. ¿Puedo sentarme?

Marcus tragó saliva y se deslizó hacia un lateral de la banqueta. Después, hizo un gesto para que se sentara junto a él, dubitativo y suave.

—Gracias —murmuró ella y se acomodó a su lado, hasta que sus hombros se rozaron un breve momento—. Me gustaba la melodía. Es una pena que se haya detenido.

Él sonrió brevemente y apoyó de nuevo los dedos sobre las teclas. Un instante después la música brotó del piano con suavidad.

Marcus cerró los ojos y se dejó llevar una vez más por la magia que solo él sabía crear.

Sin embargo, esta vez, no lo hizo para buscar consuelo, sino para agradar, para decirle sutilmente que ella lo era todo para él. Que lo sería incluso después de muerto. Cada nota que surgía era una palabra que no se atrevía a pronunciar, que no se atrevía a dejar ir y que llevaba encerrada en su corazón.

La música era su manera de decir aquellas cosas que nunca se escucharía decir. Cosas que hablaban de amor, de miedo, de esperanza.

Y de ella. Siempre de ella.

—Es maravillosa —musitó Rose con un hilo de voz.

Estaba tan conmovida que le costaba articular palabra. Nunca había pensado que pudiera escuchar algo tan hermoso, ni siquiera en un momento tan íntimo como aquel.

Él sonrió brevemente y acarició la oscura madera del piano, casi con reverencia.

—Es mi manera de pedirte disculpas, Rose. —Marcus clavó la mirada en un punto indeterminado de la pared y dejó escapar el aire que contenía a duras penas—. Por lo que he hecho, dicho y por lo que no he hecho o dicho. Me temo que no soy el mejor de los hombres.

—Ni yo la mejor de las mujeres —contestó Rose y sonrió con dulzura—. Olvide lo que ha ocurrido, milord, será lo mejor para ambos.

Marcus suspiró para sí y sacudió la cabeza, negativamente.

—No, Rose... aunque lo intente, no es algo que pueda hacer desaparecer. Por eso quiero saber si, a pesar de todo, eres capaz de perdonarme.

—Creo que no hay nada que no pueda perdonarte, Marcus —dijo, tuteándole de nuevo, por fin, tras tanto tiempo.

Quería saltar esa barrera de una condenada vez, porque sentía que se interponía de una manera cruel y despiadada entre ambos.

—Eso no tiene sentido —susurró él y mantuvo sus ojos azules clavados en los de ella.

Conquistando lo imposible (Saga Imposibles I) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora